La gran noticia de este verano marcado por la pandemia del Covid-19 ha sido la muerte el 6 de julio, en un hospital de Roma, a los 91 años, ingresado a causa de la fractura de un fémur, de Ennio Morricone, el músico estrella de la banda sonora italiana de los años 60 y 70. Con su desaparición se concluye uno de los últimos vestigios supervivientes de ese cine italiano que en aquellos años 60 fue considerado como el mejor del mundo, con directores como Visconti o Fellini, actores como Sordi, Mastroianni, Sophia Loren y Claudia Cardinale, y técnicos como el montador Ruggero Mastroianni, directores de fotografía como Gianni di Venanzo y Tonino delli Colli, guionistas como Suso Cecchi D´Amico o Age-Scarpelli, y, en fin, músicos que, capitaneados por los grandes Nino Rota y Morricone, figuraban también Piero Piccioni, Armando Trovajoli, Luis Enrique Bacalov, Stelvio Cipriani, Riz Ortolani o Nicola Piovani, para no ser exhaustivos. Decía que Ennio Morricone, el maestro italiano, fue una de las cabezas visibles de esos años. A partir de su primera película, El federal, siguió en el mundo del cine de una manera constante y sin pausas, hubo años en que llegó a crear hasta ocho bandas sonoras y le gustaba siempre que constase como compositor, arreglista y director. Cuando entró en el cine su nombre ya era reputado como uno de los grandes maestros de la música contemporánea europea del siglo XX. De hecho él nunca se otorgó el mérito que su fama merecía.
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