ATLÀNTIDA FILM FEST La consolidación de un modelo

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El décimo aniversario del Atlàntida Film Fest se ha podido celebrar no sin las dificultades generadas por la devastadora pandemia de Covid- 19. A pesar de las trabas propias con las que se están encontrando todos los festivales, el Atlàntida ha mantenido su esencia y así ha vuelto a combinar el formato presencial –aunque más reducido por cuestiones obvias- durante una semana en Palma de Mallorca, y el grueso de su programación a través de la plataforma Filmin, donde se ha podido volver a disfrutar de sus abundantes propuestas a lo largo de un mes, del 27 de julio al 27 de agosto, manteniendo su habitual generosidad.

Como cada año, en el Atlàntida se han podido encontrar verdaderas joyas del cine europeo más reciente, como la coproducción franco-belga Adoration (Fabrice du Welz, 2019), hermoso e impactante cuento juvenil. Igualmente interesante ha resultado la película polaca Eastern (Piotr Adamski, 2019), valiente alegato feminista que evita cualquier concesión. Y, muy especialmente, conviene destacar otro film polaco, el ingenioso y visceral Supernova (Bartosz Kruhlik, 2019), hipnótico ejercicio de estilo rodado en único espacio exterior, un tramo de carretera que nos retrotrae el pasaje de Week End (Jean-Luc Godard, 1967), para construir una dolorosa historia con la que su director y guionista aprovecha para sacudir el alma humana. No menos impactante resulta Dirty God (Sacha Polak, 2019), un interesante film denuncia acerca de las consecuencias de la violencia de género protagonizado por una desbordante debutante, la actriz inglesa Vicky Knight. Esta décima edición del Atlàntida también ha acogido el estreno nacional de la última ganadora del Festival de Sundance, el bello retrato documental La pintora y el ladrón (The Painter and the Thief. Benjamin Ree, 2020). Y todavía dentro del documental, conviene destacar La mafia ya no es lo que era (La mafia non è più quella di una volta. Franco Maresco, 2019), irónica aproximación sobre la actual mafia siciliana, ganadora del Premio Especial del Jurado del Festival de Venecia.

Uno de los grandes aciertos del certamen es su apuesta por recuperar filmografías de cineastas poco conocidos en nuestro territorio, pero no por ello menos interesantes; este ha sido el caso de Aleksey Balabanov, reivindicable cineasta ruso autor de las apabullantes Brat (1997) y Gruz 200 (2007), entre otras. Pero además, desde el Atlàntida siempre nos deparan regalitos en forma de recuperación de los primeros pasos de reconocidos cineastas, inéditos en nuestro país; en esta edición ha destacado la programación de Water Lillies (2007), ópera prima de Céline Sciamma, en la que ya se perciben los elementos que posteriormente ha caracterizado la obra de la autora de Tomboy (2011) y Retrato de una mujer en llamas (Portrait de la jeune fille en feu, 2019).

El Atlàntida Film Fest se avanzó en su forma de reinventar la programación de un festival que combinara un espacio presencial con otro online. Diez años de esfuerzos y de apuesta por un modelo, actualmente ya completamente consolidado.

Albert Galera