En los últimos años se han publicado varios textos dedicados a Jean-Luc Godard en los que se habla de la necesidad de «volver a Godard». Hoy no tendría sentido alguno un «volver a Sternberg», ya que no hay regreso al director de Fatalidad sino un empezar de cero casi absoluto en los márgenes de la controvertida historiografía cinematográfica contemporánea (*). Siendo tan moderno y transgresor –en su tratamiento del encuadre, movimiento, decorado, fotogenia, luz, melodrama y personajes femeninos, con decisiones de sus heroínas fatalistas que van en contra del canon aceptado–, Sternberg no cotiza alto, o tan alto como otros cineastas formados y forjados en la recta final del cine mudo. Pero se le recuerda, hay una llamativa adhesión a su ciclo con Marlene Dietrich y sobre todo, en ciertos círculos, sigue amándosele como se ama al cine de Erich von Stroheim, Nicholas Ray o Sam Peckinpah, cineastas cuya obra surge de la tensión –magnífica para nosotros, espectadores, frustrante y agotadora para ellos, creadores– de trabajar dentro de Hollywood sin querer acatar sus reglas. Activos antes que reactivos. |
PREFACIO
Jim Jarmusch se refería hace poco a Robby Müller, fallecido en 2018, en los términos de poeta de la luz, y en el título de uno de los temas musicales que ha compuesto para el documental Living the Light, lo compara con el pintor flamenco Johannes Vermeer. Antes del extraordinario director de fotografía holandés, artífice de la iluminación de Alicia en las ciudades, El amigo americano, Paris, Texas, Vivir y morir en Los Ángeles, Bajo el peso de la ley, Dead Man y Rompiendo las olas, entre otros films en blanco y negro o color, hubo sin duda alguna varios y determinantes poetas cinematográficos de la luz; entre los directores de fotografía, sin ir más lejos, James Wong Howe, Williams Daniels, John Alton, Nicholas Musuraca y Henri Alekan. Pero si hablamos del cine de los pioneros y del primer clasicismo hollywoodiense, aunque en los límites de un estilo a contracorriente de los imperativos de la gran industria cinematográfica en los años treinta y cuarenta, es posible que no encontremos a un escultor de luz más destacado que Josef von Sternberg, incluso por encima de otros cinco directores del periodo silente que cimentaron su estilo y poética innegociable a través de la indagación permanente en las posibilidades de la cualidad fotográfica: F. W. Murnau, Carl T. Dreyer, Erich von Stroheim, Victor Sjöstrom y Mauritz Stiller.
Aunque trabajó de forma repetida con muy buenos directores de fotografía como Bert Glennon, Harold Rosson, Lee Garmes y Lucien Ballard, Sternberg siempre se consideró el artífice de la luz de sus películas y no debe olvidarse que en Duelo al sol, western tricéfalo del que rodó algunos planos, ejerció de consultor visual. Solo aparece acreditado como director de fotografía en dos, The Devil is a Woman y Anatahan (conocida también como The Saga of Anatahan), pero en el documental de 1967 del British Film Institute The World of Josef von Sternberg (35), cuando es preguntado por Kevin Brownlow sobre los directores de fotografía, Sternberg contesta: «No sé lo que dicen los directores de fotografía de Hollywood, pero yo hice la fotografía de todos mis films»; Brownlow le pregunta también si controló la luz: «La luz es parte de la fotografía y es muy importante controlarla» (**).

Para ingresar como nuevo miembro sigue este link: NUEVO MIEMBRO.