Irene Davia. Editorial Providence. Colección Lilla Drömfabriken. Páginas: 189. Año: 2020.
Providence ediciones está llevando a cabo una labor muy seria en su línea de edición tal y como ya sucediese con su “Manifiesto Widerberg”, que volvió a situar en el punto de mira del panorama cinematográfico a un auténtico cineasta, que el presente parecía haber apartado. Ahora le ha tocado el turno al ecléctico, y jamás olvidado, José Val del Omar. Esto pone de manifiesto una intención editorial brillante en cuanto a una preocupación por figuras que la vertiginosidad del momento parece tener guardadas debajo de la alfombra.
El trabajo ejecutado por Irene Davia es muy acertado y no se pierde en pedanterías. Las 189 páginas de su ensayo están perfectamente enfocadas y eso ayuda a que el imaginario del creador granadino quede plasmado perfectamente. No era tarea sencilla acercar los pensamientos del Val del Omar, pero Davia ha conseguido desgranar acertadamente los entresijos de sus inquietudes a lo largo de once capítulos. El estudio no solo resuelve interrogantes, consigue que en el lector se generen nuevas inquietudes debido a la amplitud intelectual del creador: ¿cómo sería aquella película que rodó en 1924 y que tituló En un rincón de Andalucía? Llegó a destrozarla y siempre se refería a ella con arrepentimiento. En toda esa historia ya hay casi un guión. También es relevante en cuanto a todo lo que significó en su retiro posterior. Sus contribuciones al cine son notables: objetivo de ángulo variable es lo que hoy se conoce como zoom por citar un ejemplo, la primera copiadora ampliadora de cintas 16-35 mm. Su aportación en las Misiones pedagógicas de la Segunda República fue muy eficiente a la hora de acercar la cultura a cualquier parte. Fue confeccionando una serie de teorías acerca de cómo el cine debía llegar al público, conmocionarle, sacarle de sus casillas, producirle sensaciones nuevas y directas mediante los sentidos. Este compendio de teorías resume lo que pretende casi la totalidad de cineastas que quieren poder realizar su siguiente película. Curiosamente el propio Val del Omar no era muy asiduo a las salas, pero sí era consciente de todo el poder que el medio poseía.
Las fotografías que acompañan al libro son un gran aporte para comprender ese espacio vital de Val del Omar. De este modo, se aprecian textos escritos por él o fotografías de lo que fue su biblioteca. Se asiste así visualmente a lo que fueron sus referencias. Esa comunión creativa que podría tener con autores como Marshall McLuhan, Federico García Lorca, Miguel de Unamuno, Manuel Bartolomé Cossío o Juan Ramón Jiménez es reveladora si se atiende a su producción. En gran parte, este material al que ha tenido acceso la autora se debe a las cesiones de Gonzalo Sáenz de Buruaga, y es un acierto poder observar sus libros, su escritura o sus ejercicios con el láser.
La compleja personalidad de este alquimista, como él mismo se definiría, es apasionante en toda esa argumentación de objetivos que ofrece. Merece la pena detenerse en el capítulo seis, titulado “Sangre e instinto”, dedicado a la educación del hombre. Sus críticas a la educación pueden tenerse muy en cuenta en el presente. También destaca el motivo educacional que tuvo su implicación en el audiovisual. Hombre completísimo, con inquietudes en todos aquellos aspectos que afectan a la humanidad como su comparación con el universo, inmenso e infinito, y en el que el hombre es una mota de polvo. Todos estos preceptos ideológicos están trabajados de forma muy eficiente por Irene Davia, que acerca su figura a la actualidad prescindiendo de la hojarasca académica para mostrar desde la cercanía a la persona. “José Val del Omar en alta frecuencia” es un gran trabajo que se lee muy bien y que pone en su lugar a una figura tan significativa como original y a la que no hay que olvidar, como curiosidad, que ya dedicó un disco Lagartija Nick. Larga vida a José Val del Omar.
Iván Cerdán Bermúdez