El poder de la sugerencia
Con motivo del 45 aniversario de Tiburón (Jaws, 1975), Universal presenta en Blu-Ray la edición de un film que encumbró a Steven Spielberg como el joven Rey Midas de Hollywood.
Si nos fijamos solo en las imágenes nos daremos cuenta de que el travelling submarino inicial de Tiburón es apenas un inocente buceo. Es la famosa música de John Williams la que reside ahí, en la capacidad de hacer ver algo que no estamos viendo. Y al mismo tiempo esa partitura (imprescindible en la cultura popular, como el tema de Psicosis de Bernard Herrmann) se adhiere a un montaje cuyas imágenes en el fondo no son nada complejas. Tiburón es un clásico, y como tal tiene la virtud y el defecto de ser ambivalente. La bibliografía que genera se contrapone a la necesidad de explicar (de nuevo) por qué provoca esa emoción, y reflexionar al mismo tiempo sobre su éxito y sobre su consideración de icono cinematográfico.
Casi medio siglo después de su estreno, el film de joven Steven Spielberg sigue siendo igual de entretenido. Quizás lo es más, habida cuenta de la información complementaria y suplementaria que la película ha generado. Sabemos de las dificultades del rodaje en alta mar, de los problemas técnicos del muñeco articulado, de la bisoñez (y genialidad) de su director, de los cambios e improvisaciones de guión, del boom comercial que supuso y que creó una fórmula que influiría en la industria del cine durante el último cuarto del siglo XX. La idea del blockbuster veraniego nace con el film, y también la mercadotecnia aplicada a una película que es al mismo tiempo un rentable producto comercial. Con ello Steven Spielberg (y George Lucas, con Star Wars) integra a la airada generación de jóvenes cineastas de los 70 (De Palma, Coppola, Scorsese…) en el cine mainstream. Con su estilo pulcro de universitario conduce a Hollywood hacia unos nuevos tiempos algo más frívolos, menos combativos, pero visualmente más interesantes porque apelan directamente a la emoción y buscan sobre todo el entretenimiento. Si la historia funciona es precisamente porque integra a la perfección dos mediometrajes de una hora de duración. Nos introduce en una historia de terror y nos acaba explicando una película de aventuras. Y en ambos casos la traducción visual es tremendamente efectiva.
EL TERROR
En la secuencia inicial del film una joven es devorada mientras toma un baño nocturno. La presencia del tiburón articula desde el principio toda la narración. Bajo esa premisa, el jefe de policía Brody encarna desde un primer momento el sentido común frente a los intereses turísticos. Pero eso no deja de ser una historia mínima con la que sujetar el tempo marcado por las apariciones de la bestia. Ese es el sentido del film y no se esconde. Spielberg retoma la estructura de El diablo sobre ruedas (Duel, 1971) y ejecuta los mismos pasos, la dota del mismo ritmo a partir de una amenaza indefinida e irracional. De igual modo la muerte del perseguidor (un camión, un tiburón) se da en el último momento y por un ingenio final del protagonista. Se cierra la función sin más porque la historia es puro arquetipo.
Tiburón es sobre todo una brillante composición visual. El peligro no se traduce en planos angulados ni semipicados, que sería la opción más evidente. Al contrario, la cámara filma a la altura de los ojos y usa largos travelling (marca de la casa) casi a ras de suelo, como en la presentación-monólogo del personaje de Quint. Abundan también planos generales de la playa, donde se insertan planos medios de los bañistas en actitud distendida. Se busca un aire de documental para retratar el turismo de masas y su cotidianidad. La amenaza se convierte así en colectiva, en aleatoria, lo que potencia la incertidumbre. Por contraposición, abundan primeros planos de Brody en los que el personaje se muestra inquieto. Durante su vigilancia en la playa la cámara no se acerca al jefe de policía mediante un travelling, sino mediante cortes disfrazados que culminan en un extraño zoom sobre el rostro del protagonista. Esa diferencia en la planificación deja evidente que Brody es el único que sospecha la verdad. Y empatizamos con su temor.
Lo que realmente es interesante en Tiburón es su cine,su planificación, el sentido que tiene cada plano |
Los ataques del monstruo cumplen la máxima del menos es más. Falsos planos subjetivos, miradas a cámara de los bañistas sobre la línea del agua (como si miraran directamente al tiburón), planos medios desde la playa al enfocar el mar agitado, primeros planos del agua manchada de sangre… No vemos nunca al tiburón, solo aquello que provoca. Sobre esas secuencias se viste un simple relato de aventuras que suaviza el terror. Por indicaciones del propio Spielberg, el guionista Carl Gottlieb simplifica el argumento original de la novela de Peter Benchley (sobre todo en la relación entre los personajes) e introduce numerosas notas de humor en el relato[1]. El resultado es una película de terror para todos los públicos.
LA AVENTURA
De los personajes principales no sabemos casi nada. Hooper, el biólogo marino, es un joven investigador de familia adinerada. Quint guarda para sí los arquetipos más noveleros, el viejo lobo de mar iracundo que emula a Melville. Brody encarna los valores de la clase media. Pese a esa evidente jerarquía social Tiburón no pretende ser metáfora política. Cuando en junio de 1974 se inicia el rodaje el país está inmerso en la vorágine del Watergate. El film se aleja de las producciones malhumoradas de aquellos años (El Padrino, El exorcista, French Connection…) para meternos de lleno en una aventura. Sin embargo, esa diferencia social entre los personajes es evidente, de hecho es casi lo único que los define. Los tres no dejan de ser claros arquetipos. Quizás Tiburón sea el primer film donde Spielberg articula los parámetros del cuento, algo que tendrá su culminación en E.T. El extraterrestre (E.T., 1982) y que repetirá con menor suerte cuando los use para explicar la historia de los Estados Unidos (pero eso, en 1975, todavía queda lejos).
Al final Spielberg se decanta por la moderación. El conflicto entre el rico Hooper y el pobre Quint acentúa las diferencias dentro del barco. El primero se admira del tiburón y propone matarlo de forma quirúrgica y elaborada, metiéndose dentro de una jaula e inyectándole una aguja con veneno en las encías. El segundo convierte su (también) admiración por el animal como una lucha sin cuartel, casi suicida. Cuando ambos fracasan el jefe Brody acaba con el monstruo en el último instante. El buen ciudadano, el héroe anónimo, acaba con el peligro gracias a su arrojo. La comunidad está a salvo. Nace un arquetipo con el que Spielberg siempre se sentirá cómodo.
Lo que realmente es interesante en Tiburón es su cine, su planificación, el sentido que tiene cada plano. Toda esta segunda parte está filmada desde el barco y en planos cortos. No se ven planos hacia el horizonte en ningún momento. El barco se convierte en el único espacio de la acción, y es solo la acción lo que mueve la historia. El resultado es brillante. El montaje es muy limpio y relaciona con facilidad los personajes con los objetos. El hilo de la caña de pescar de Quint se relaciona ágilmente con un leve movimiento del agua. El bidón salta de la cubierta tras un primer plano del arpón clavándose en la piel del animal. Pese a explicar una historia en alta mar, la sensación tiende a ser claustrofóbica. Los personajes están encerrados en su propia lucha con el tiburón, y pasan de ser cazadores a presas a través de un in crescendo narrativo articulado por unos simples bidones que suben y bajan de la superficie del agua. Con este film se entiende su éxito en su momento, porque Steven Spielberg consigue montar una maravilla formal. El espectador cree que ha visto mucho más de lo que realmente ha visto en pantalla. Tiburón es una obra maestra de la sugerencia.
Jordi Ardid
[1] Carl Gottlieb, amigo personal de Spielberg, era un guionista y actor cómico que trabajaba entonces en la comedia televisiva. Gottlieb eliminó numerosas subtramas de la novela, como la relación adúltera que mantiene Hooper con la esposa de Brody.
USA, 1975. T.O.: “Jaws”. Director: Steven Spielberg. Guión: Peter Benchley y Carl Gottlieb, basado en la novela de Benchley. Productores: Richard D. Zanuck y David Brown Baren. Música: John Williams. Fotografía: Bill Butler, en color. Intérpretes: Roy Scheider, Robert Shaw, Richard Dreyfuss, Lorraine Gary, Murray Hamilton, Carl Gottlieb, Jeffrey C. Kramer, Susan Backlinie, Jonathan Filley, Chris Rebello, Jay Mello, Craig Kingsbury, Jeffrey Voorhees, Lee Fierro, Ted Grossman, Robert Chambers, Peter Benchley.