THE VAST OF NIGHT

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Viaje al corazón de lo invisible

El entusiasmo con que ha sido recibida esta ópera prima del productor, guionista, montador y realizador estadounidense Andrew Patterson ha sido un tanto exagerado. Algo que habla menos quizá de las calidades de la película en cuestión que de la mediocridad predominante en el cine fantástico actual, incluso —o, sobre todo— cuando se acoge a la etiqueta de elevado.


En cualquier caso, si se le disculpan a Patterson algunos excesos formales propios de alumno aventajado y digresiones narrativas durante su primera mitad que contrastan con una parte final apresurada, The Vast of Night es una película recomendable; en especial, por compartir la filosofía del punto ciego, el abismo negro, la vastedad de la noche cerrada, que sustenta el mejor fantástico, empeñado en dar forma a todo aquello que no es posible expresar.

Son por ello un tanto ociosos los debates críticos y cinéfilos generados acerca de la fidelidad o no en espíritu de The Vast of Night a los programas clásicos de televisión que emula, puesto que no es un aspecto tan fundamental para entenderla como pudiera parecer; la estrategia tan solo enmarca con rapidez la (ciencia) ficción en unas coordenadas familiares que darán paso después al extrañamiento, a la apuesta por un sentido verdadero y no derivativo de lo fantástico, así como a una reflexión compleja sobre los vínculos dialécticos entre sociedad, historia, ficción, medios y tecnología; en ese sentido, uno de los argumentos principales de The Vast of Night es la magia negra implícita en el registro de imágenes y sonidos a través de útiles analógicos, una apelación al universo del dark/ lost/ weird media cuyo nivel de fetichismo recuerda en algunas escenas al puesto de manifiesto por Peter Strickland en Berberian Sound Studio (2012).



Resulta innegable que el grueso de la historia se plantea como la emisión de una serie de televisión ficticia muy similar a la mítica The Twilight Zone (1959-64) de Rod Serling: Paradox Theater. En el capítulo de Paradox Theater que nos ocupa, titulado precisamente The Vast of Night, una operadora telefónica, Fay (Sierra McCormick), y un locutor de radio, Everett (Jake Horowitz), investigan el origen de los misteriosos fenómenos atmosféricos que empiezan a producirse en la localidad de Nuevo México donde viven. Nos encontramos en los años cincuenta del pasado siglo, con todo lo que ello acarrea en cuanto a tópicos representativos: el rebelde sin causa, la joven modosa y entusiasta, las veladas deportivas en el instituto, los paseos perezosos y soñadores en noches estrelladas de verano, la paranoia con epicentro en los platillos volantes y la ventaja de la Unión Soviética en la recién iniciada carrera espacial.

Poco a poco se aprecia que a Andrew Patterson no le interesa tanto poner sobre la mesa un misterio de resolución más o menos sugerente con homenaje incluido a Rod Serling, como suscitar la inmersión del espectador en un estado de conciencia que le permita experimentar lo inefable, a través del recurso a medios de expresión y comunicación de presencia ora diegética, ora extradiegética —cine, televisión, radio, teléfono y narración oral—, que abren portales cada vez más profundos a lo extraño. Para ello, The Vast of Night empieza por situarnos ante ondas sonoras y visuales ambiguas, que descubrimos corresponden a las emisiones de un televisor de antaño; el aparato exhibe el episodio de Paradox Theatre que nos disponemos a ver en un salón típico de las viviendas residenciales de la época.


Son un tanto ociosos los debates críticos y cinéfilos generados acerca

de la fidelidad o no en espíritu de “The Vast of Night” a los programas

clásicos de televisión que emula, puesto que no es un aspecto

tan fundamental para entenderla como pudiera parecer



Un salón desierto y de texturas en principio fantasmáticas, atravesadas de modo casi inapreciable por una niebla catódica que, a lo largo del relato, tendrá mayor o menor consistencia y hasta volverá a aparecer encuadrada por la pantalla del televisor. Ello nos forzará a escoger una y otra vez entre el abandono al sentido de la maravilla, y la crítica a los artificios con que se nos trata de embaucar —el teatro de la paradoja que da título al programa emitido—, hasta concluir en la disolución entre uno y otro estadio de la mirada. En resumidas cuentas, la película parte de lo abstracto, lo indescriptible, codificado pronto en la escenificación figurativa de una habitación en la que nos adentramos gracias a un discreto travelling que atraviesa el umbral de la estancia —un umbral por supuesto no solo físico— y que da vida al espacio de la ficción. De inmediato otro travelling nos sumerge en la pantalla de la televisión, en el Paradox Theatre, y el capítulo The Vast of Night deviene la realidad fílmica en la que transcurrirá la mayor parte de la película.

La imagen en granuloso blanco y negro da paso a las formas digitales y en color de la película que hemos elegido ver en 2020, y Andrew Patterson se preocupa de nuevo por otorgar una entidad verosímil al espacio en que transcurre, la pequeña población donde Everett y Fay llevan a cabo sus pesquisas paranormales nocturnas, recorrida por la cámara con un virtuosismo obsesivo que sirve al objeto de hacer creíble el mundo cinematográfico de época que navegamos. El éxito de Patterson en ello es equiparable al que tuvo hace algunos años en un registro similar Espera hasta que se haga de noche (The Town That Dreaded Sundown, Alfonso Gomez-Rejon, 2014), con la que The Vast of Night comparte además otros aspectos. Nuevamente, insistimos, The Vast of Night ha saltado de la escenificación convencional al hálito de realidad, que Patterson irá cargando de connotaciones ominosas a golpe de emisiones radiofónicas inquietantes, llamadas telefónicas entrecortadas, mensajes en clave, ovnis de manual, y testimonios crepusculares de viva voz en un salón muy semejante a aquel ya conocido en el que se está emitiendo lo que vemos.



Patterson diluye así las fronteras entre dimensiones de la percepción, entre lo visible y lo invisible y sus rituales de invocación, de modo que el encuentro final de Everett y Fay con aquello que han anhelado inconscientemente desde un principio termina por parecernos el único horizonte viable de realidad, por imaginaria que sea. Los jóvenes dejan abandonados tras ellos los recursos empleados para abrazar lo invisible, que ya sentimos como existente pero que, lógicamente, no podemos ver. Es el gran acierto de una película que vale la pena disfrutar hoy y que muy bien puede ganar peso específico en el futuro hasta adquirir la categoría de pequeño clásico de la ciencia ficción.

Elisa McCausland y Diego Salgado


USA, 2019. T.O.: «The Vast of Night». Director: Andrew Patterson. Intérpretes: Sierra McCormick, Jake Horowitz, Gail Cronauer, Bruce Davis, Cheyenne Barton, Mark Banik y Gregory Peyton. DISPONIBLE EN AMAZON PRIME VIDEO