Enfrentar el pasado
El escritor, guionista y dramaturgo William Nicholson llegó al cine en 1993 cuando adaptó su obra de teatro (de 1989) en la magnífica Tierras de penumbra (Shadowlands, Richard Attenborough, 1993), después de la cual desarrolló una labor de guionista con una primera producción como realizador, la interesante A la luz del fuego (Firelight, 1997). Más de veinte años después, vuelve a ponerse tras la cámara con Regreso a Hope Gap (Hope Gap, 2019), quien parte de su experiencia personal frente al divorcio de sus padres para hablar del matrimonio formado por Grace (Annette Bening) y Edward (Bill Nighy), quienes tras casi treinta años se enfrentan a la ruptura cuando él decida abandonar el hogar para irse a vivir con otra mujer. Entre medias, su hijo Jamie (Josh O’Connor), quien vive alejado de ellos, acudirá de manera puntual para intentar mediar entre ambos.
Hope Gap es un espacio real, en los acantilados de Sussex, que puntualmente aparece en la película. Primero como un espacio de recuerdo feliz para Jamie –el narrador de la película y, entendemos, alter ego de Nicholson–; después, como la amenaza constante de que Grace acabe con su propia vida arrojándose por él. El horizonte de un posible suicidio planea en todo momento en una película que presenta a los personajes de manera impecable para, poco a poco, excavar bajo la superficie de un matrimonio que, cuando comienza a indagar en su pasado, descubre que, quizá, no fueron del todo compatibles ni felices. Tan solo, estuvieron juntos. La figura de Jamie resulta francamente interesante en cuanto a que surge como un joven inseguro, con constante dudas, que parece más un niño grande que un joven adulto. En este sentido, la visión de Nicholson sobre dos personajes que, desde visiones diferentes, sustentaron sus vidas en el egoísmo, y, después, educaron a un hijo, resulta desoladora.
De hecho, Regreso a Hope Gap es una película amarga, asentada en un drama íntimo que alterna puntos de vista. No se puede negar que a nivel visual el trabajo de Nicholson es sumamente convencional, muy aburrido, sin apenas variaciones. Abusa del plano/ contraplano para construir las largas conversaciones que estructuran la película. La calidad y la profundidad de sus diálogos son innegables, como también lo es que pueden acabar resultando demasiado pesados debido a la teatralidad con la que Nicholson acomete, en términos generales, la puesta en escena de la película. Queda patente que el director y guionista confían en su texto y en las excelentes interpretaciones de los actores para que la película tenga personalidad. Sin embargo, no es suficiente como para que Regreso a Hope Gap trascienda las limitaciones que impone un plano constreñido a sus figuras, aunque Nicholson es capaz de definir a través de los detalles y de los gestos a los personajes y sus emociones. De este modo, la película resulta insuficiente en el plano visual en su excesiva normatividad y apatía, pero interesante a la hora de enfrentarse a temas y problemáticas adultas que parecen erradicadas de los discursos imperantes. En este sentido, Regreso a Hope Gap es una auténtica rareza en el cine actual.
Israel Paredes Badía
Reino Unido, 2019. T.O.: “Hope Gap”. Director y guión: William Nicholson. Productores: Sarada McDermott y David M. Thompson. Fotografía: Ana Valdez-Hanks, en color. Música: Alex Heffes. Intérpretes: Annette Bening, Bill Nighy, Josh O’Connor, Aiysha Hart, Ryan McKen, Joe Citro. |