LOS VERDUGOS TAMBIÉN MUEREN

en Clásicos/Flashback por

Lang y Brecht en la Praga ocupada

Las repercusiones sangrientas del asesinato del nazi Reinhard Heydrich en Praga, en 1942, les sirven al director y al dramaturgo para elaborar un relato sobre la ética, la colectividad y el compromiso.


En You and Me, su tercera película en Estados Unidos, Fritz Lang no trabajó con Bertold Brecht (sí con Kurt Weill), pero tuvo presente su teoría del lehrstuck, el teatro de vanguardia y a la vez didáctico. Lang admiraba mucho a Brecht y cuando este llegó también a Estados Unidos, huyendo del nazismo, fraguaron una relación que cristalizaría solo en una película, Los verdugos también mueren, la segunda muestra (y distinta a las otras) de su considerado ciclo de films antinazis, completado entre 1941 y 1946 con El hombre atrapado, El ministerio del miedo, Clandestino y caballero y lo que pudiera rodar de Confirm or Deny, acreditada a Archie Mayo en solitario.

En relación a los otros títulos, más agitados e itinerantes, repletos de situaciones peligrosas y elementos de intriga o espionaje, Los verdugos también mueren no es solo obviamente más brechtiana por el concurso del autor de “Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny” (y por la música de Hanns Eisler, el otro gran colaborador de Brecht) sino, también, por la elección dramática, tonal y estilística de Lang, que prefiere el drama antes que la escaramuza de acción, el realismo en la descripción de figuras y lugares que la métrica más hollywoodiense del resto de films de este ciclo.



Lang le decía a Peter Bogdanovich que una escena como la de Walter Brennan escribiendo una carta de despedida para su hijo, que debe memorizar su hija, solo podía hacerla entonces alguien como Brecht. En los créditos figuran como guionistas ambos, Brecht y Lang, más John Wexley (guionista de Confesiones de un espía nazi), un escritor que a Lang le caía bien pese a que quiso arrogarse la paternidad de muchas de las secuencias que desarrolló Brecht en solitario.

Brecht por un lado. La producción por el otro: es la única del ciclo producida de forma independiente (1). De ahí una mayor libertad tanto en el tema –el asesinato de Reinhard Heydrich en la Praga ocupada, la captura de rehenes y torturas que realiza el régimen nazi para hallar el culpable y los planes de la Resistencia para que todas las sospechas recaigan en un colaboracionista– como en la expresión, siendo una película inusualmente larga (140 minutos) para una producción al margen de los grandes estudios, y de ahí su ausencia de grandes nombres en el reparto. Frente a Walter Pidgeon y Joan Bennett (El hombre atrapado), Ray Milland (El ministerio del miedo) y Gary Cooper (Clandestino y caballero), Los verdugos también mueren opone a Brian Donlevy y un actor habituado a roles secundarios y de contrapunto como Brennan (con la excepción de El forastero).

Es pues un objeto algo extraño en el Lang norteamericano de los cuarenta, más severo y radical, menos complaciente con el espectador, más libre que (casi) nunca para expresar una tesis concreta a partir de una puesta en escena en la que las alegorías están mucho más presentes partiendo de una historia real. La imagen, aunque fría y en espacios desnudos, es más concisa, alejada de luces sinuosas y formas expresionistas pese a ser James Wong Howe, uno de los grandes fotógrafos del noir y del relato en sombras, el responsable de las imágenes. Lang y Brecht fantasean con lo que ocurrió antes y después, convirtiendo al personaje de Donlevy en el autor material del atentado contra el obergruppenführer Heydrich, cuando en realidad se trató de una operación, conocida como Antropoide, ejecutada por un comando checo adiestrado por los británicos, y que ha dado pie a películas más verídicas, pero menos interesantes que la de Lang, como Anthropoid (Sean Ellis 2016).



Es un objeto algo extraño en el Lang norteamericano de los cuarenta,

más severo y radical, menos complaciente con el espectador,

más libre que (casi) nunca para expresar una tesis concreta



INDIVIDUO Y COLECTIVIDAD

Pero el personaje en cuestión, Franz Svoboda, no tarda mucho en ceder el protagonismo a la colectividad, primero a quienes le acogen en su casa cuando huye de los soldados alemanes, el profesor Novotny (Brennan) y su hija Masha (Anna Lee), y después a los miembros de la Resistencia y gentes anónimas de la localidad. Pero es una película de Lang, del hombre que dirigió Más allá de la duda, y Los verdugos también mueren posee un itinerario dramático sembrado de obstáculos generados precisamente por eso, por la duda. Svoboda quiere entregarse a las autoridades nazis para evitar las masacres de rehenes, mientras que Anna duda entre la fidelidad a la causa y el amor a su padre, y por eso mismo quiere que Svoboda se entregue para salvar la vida de Novotny, aunque sabe que esa no es la solución. Y estos dos personajes vienen a resumir la idea coral de todo un pueblo, el checo, durante la represión, la duda entre la supervivencia y el heroísmo, entre las ideas y los hechos.

Lang vuelve a algunos de sus recursos más brillantes durante el periodo alemán en cuanto a la relación imagen/ sonido por asociación, como en la secuencia del interrogatorio a los cinco miembros de la familia Novotny: cada uno de ellos está en una estancia distinta y si bien la pregunta se la formulan a Masha, es su madre quien la contesta en el plano siguiente y en otra dependencia, y así sucesivamente. Es una forma narrativa empleada ya en M –las deliberaciones de los miembros de la Resistencia en un pequeño almacén también retrotraen a aquel film, en este caso por su construcción escénica del espacio–, pero que aquí adquiere una relevancia distinta, precisamente la del hecho colectivo y la firmeza de todos los integrantes de la familia (en representación languiana de todo el pueblo checo bajo el yugo nazi) violentados en la misma situación. Es un encadenado sonoro e ideológico, una forma magistral de observar los comportamientos, mostrar los hechos y subrayar la ética de los personajes. Parece sencillo, pero no lo es en absoluto. Y ese es uno de los secretos mejor guardados del arte de Lang, como cuando compone los planos medios un tanto nerviosos del cervecero Emil Czaka, en las primeras apariciones de este confidente de los alemanes infiltrado en la Resistencia, para diferenciarlo del resto cuando aún no sabemos ni podemos intuir ni quién es ni cuál será su papel en el desenlace de los acontecimientos, víctima de una conspiración colectiva para convertirlo en falso culpable tras haber sido un vil traidor.

Quim Casas

(1) El productor fue Arnold Pressburger, quien dos años antes había financiado El embrujo de Shanghai de Josef von Sternberg y haría posibles títulos como Escándalo en París, film de Douglas Sirk sobre el ladrón y comisario Vidocq (también con música de Hanns Eisler), y Der Verlorene, la apreciable única película de Peter Lorre como director.


USA, 1943. T.O.: “Hangmen Also Die”. Director: Fritz Lang. Productores: Fritz Lang y Arnold Pressburger. Guion: Bertold Brecht, Fritz Lang y John Wexley. Fotografía: James Wong Howe, en blanco y negro. Música: Hanns Eisler Intérpretes: Brian Donlevy, Walter Brennan, Anna Lee, Gene Lockhart, Dennis O’Keefe. EDITADA POR ACONTRACORRIENTE