LAS FURIAS

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Sororidad o muerte

El primer largometraje del guionista y realizador australiano Tony D’Aquino ambiciona ser una aportación de relieve al cine de terror visceral producido en las antípodas desde principios de los años setenta. Y, además, apuesta por revisar las claves tradicionales del subgénero slasher desde puntos de vista feministas.


D’Aquino no acaba de estar a la altura de sus pretensiones ni en uno ni en otro aspecto, debido mayormente a su confianza excesiva en el impacto que tendrá hasta los últimos compases de metraje lo que Las furias se limita a plantear en los minutos iniciales. Aun así, estamos ante una de las películas de terror más interesantes que puede seleccionar ahora mismo el espectador de entre las muchas estrenadas sin apenas publicidad en las diversas plataformas de pago por visión que operan en nuestro país.

La protagonista de Las furias es Kayla (Arlie Dodds), una joven secuestrada por desconocidos en el entorno urbano donde vive. Cuando despierta se halla en un bosque, donde participará contra su voluntad en un brutal juego de supervivencia que sofistica la manida caza y captura de mujeres jóvenes por parte de un psycho killer enigmático: Kayla no es la única chica en peligro, ni tampoco hay un único enmascarado tras sus pasos. Lo cierto es que cada bella a la fuga tiene asignada una bestia, que ha de defender a toda costa la vida de la víctima que le ha tocado en suerte mientras liquida a las restantes y a sus competidores. Porque si la protegida en cuestión es eliminada, su pareja de baile macabro perece también a manos de los misteriosos organizadores del juego, transmitido a espectadores pudientes de todo el mundo gracias a las imágenes que registran las microcámaras implantadas en los ojos de bellas y bestias.



D’Aquino combina por tanto el registro del survival horror básico a lo Viernes 13 (Sean S. Cunningham, 1980) con el de su mutación a lo viral, ejemplificada por las sagas Battle Royale (2000-03) y Los juegos del hambre (2012-15), cuyas implicaciones a niveles escópico y social son más obvias. Dicha combinación da lugar a un universo terrorífico propio, más o menos original, susceptible de derivar en franquicia. Pero resulta más llamativo su sustrato quimérico: la división manifiesta en lo narrado entre bellas y bestias, y un título y un desarrollo argumental que evocan a las deidades vengadoras de la mitología romana. Tony D’Aquino nos remite así a las fuentes arquetípicas del terror y, lo más importante, a las interpretaciones culturales ancestrales de las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres a lo largo de la historia.

En Las furias, los hombres carecen de atributos humanos como el rostro y la voz, se ven reducidos a la condición de figuras atrincheradas tras máscaras, armas y pantallas. Las mujeres atrapadas en el bosque solo pueden elegir en principio entre morir a manos de un enmascarado cualquiera o vivir a costa de establecer alianzas tóxicas con su protector particular. Y Kayla y su mejor amiga, Maddie (Ebony Vagulans) —abocada asimismo más tarde a batallar por su vida—, nos son presentadas mientras discuten las mejores estrategias para combatir el patriarcado que perpetúa injusticias de género en nuestra sociedad. D’Aquino deja claro con todo ello que el escenario desolado del bosque y una mina abandonada donde transcurrirá el grueso de la acción es una alegoría del sistema privado y público de valores y producción estructural de sentidos —también económicos y audiovisuales— en que han de desenvolverse las mujeres en su día a día.



En ese contexto, el vínculo emocional entre Maddie y Kayla, y los que entabla sobre todo la segunda con otras secuestradas a fin de luchar más eficazmente contra quienes las persiguen, adquieren una connotación política evidente. Si hay esperanza a largo plazo para las mujeres, nos dice D’Aquino, radica en una sororidad inter-seccional entre ellas, sin distinciones ni preferencias de ningún tipo. La atención exclusiva a nuestros intereses individuales puede llegar a redundar en el malestar de mujeres atrapadas en coyunturas subalternas, y, en última instancia, frustrar nuestros propios pulsos personales por la emancipación. Las conclusiones de Las furias son al respecto pesimistas, por lo que su escena final puede leerse, volvemos a la mitología y los cuentos clásicos, en clave de apólogo moralizante. Un apólogo dirigido no solo a los señores y su objetualización literal y metafórica de las señoras; también a estas y su tendencia a codificar en clave emocional la percepción de los abusos que echan a perder sus potenciales.

Una asignación de género que acaba por impedir a las mujeres el acceso a una perspectiva más amplia sobre el estado de las cosas, y por atraparlas en las redes del complejo de culpa y la autoflagelación. Una pena, como decíamos, que D’Aquino no trabaje a fondo la imbricación de estas ideas con la pugna por sobrevivir de Kayla y demás víctimas, y que la evolución del relato sea presa de los lugares comunes y unas hechuras formales que nunca trascienden lo funcional. El mimo en lo referido al diseño de máscaras inquietantes y efectos de maquillaje gore no se corresponde con una mínima voluntad de estilo.

Elisa McCausland y Diego Salgado


Australia-Emiratos Árabes Unidos, 2019. T.O.: «The Furies». Director: Tony D’Aquino. Intérpretes: Airlie Dodds, Linda Ngo, Taylor Ferguson, Ebony Vagulans, Danielle Horvat, Tom O’Sullivan y Jessica Baker. DISPONIBLE EN MOVISTAR+

 

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D’Aquino combina por tanto el registro del survival horror básico a lo “Viernes 13” con el de su mutación a lo viral, ejemplificada por las sagas “Battle Royale” y “Los juegos del hambre”