LA CABAÑA SINIESTRA

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Simulación y realidad

Hace seis años Severin Fiala y Veronika Franz irrumpían en el mundo del terror con el largometraje Goodnight Mommy, ganador de 21 premios internacionales. Su aparente frialdad y perturbadora trama jugaban a insinuar e incomodar hasta llevar al film a la pirotecnia final tan aplaudida en festivales, en ese acercamiento al género a la europea auspiciado por el éxito de Canino en 2009. Su realismo y perversidad, alejados de los fastos de un género que valora bien en la taquilla el entretenimiento y no la reflexión, conseguían que su desarrollo fuera unívoco, sin artificios con los que arquear la ceja ni abandonar el festival de crueldad que desplegaba la ópera prima de los directores austriacos. Gran parte del mérito residía en el trabajo de fotografía en interiores de Martin Gschlacht, que no repite en La cabaña siniestra, el segundo film de Fiala y Franz que, tras su ruta de festivales en 2019, llega a nuestra cartelera en pleno desconfinamiento.



La cabaña siniestra nos narra la historia de dos niños que han de aceptar a su madrastra tras el suicidio de su madre. La tarea se hará más complicada cuando los tres se queden solos y aislados en la cabaña del padre, desatando los acontecimientos que son el núcleo central del film y que se apoyan en el misterioso pasado de Grace, la nueva pareja del padre de los niños. Las dinámicas creadas entre ellos nos recordarán a su primer film, así como su atmósfera gélida y asfixiante, suponiendo una apuesta continuista que de nuevo ahonda en la perversidad de unos personajes aparentemente inocentes.

La simulación presente en el film parte de la propia casa de muñeca (propiedad de la hija) donde se nos anuncian los hechos que están por llegar o, al menos, insinuarlos, trazando el paralelismo entre los dos espacios que son filmados desde encuadres equivalentes, mostrando desde el principio de dónde brota la maldad presente en La cabaña siniestra. La segunda simulación sucede al intentar convencer a Grace (la madrastra) de estar todos muertos y la necesidad de arrepentirse de sus pecados, apelando a ese pasado donde fue la única superviviente de una secta religiosa. En su empeño por desestabilizar a Grace crearán una atmósfera opresiva en pleno paisaje invernal, completamente aislados sin luz, agua ni gas para poder llevar un paso más allá su farsa y acabar de enloquecer a la protagonista, privada de sus pastillas. Todo el desarrollo huye del efectismo para con el espectador, al que se le anticipa (con cuentagotas) lo que está por venir y que además no explota en el clímax del film sino antes, centrándose en la reacción de Grace ante el teatrillo creado por los dos niños. La puesta en escena y el trabajo con los espacios (y los angulares) funciona a la perfección para transmitir esa asfixia y esos claroscuros tanto presentes en las estancias como en los rostros de los personajes, gélidos, siempre esquivos de la luz.



Fuera de la simulación, del film, los espectadores lo primero que recibimos es un suicidio completamente innecesario en la trama pero que sobrecoge por su obvia crudeza, emparentada con el realismo antes mencionado. Dicho recurso ya nos da a entender ante qué clase de recursos nos vamos a encontrar en La cabaña siniestra. Más tarde tendremos un suicidio simulado, así como un suicidio colectivo casualmente grabado por la superviviente y al que los dos críos tienen fácil acceso, sembrando de muerte la cinta de manera tan efectiva como injustificada, asegurándose el éxito cuando debamos creernos la alteración mental de la torturada protagonista que, por otro lado, da vital importancia a sus pastillas. No se puede decir que el trabajo de Fiala y Franz sea sutil, sino que más bien destaca por el uso de simetrías, espacios negativos y ángulos elevados para distorsionar la realidad que nos presenta, sumado a ciertos eventos de una incuestionable potencia visual, pero en un desarrollo que desde su arranque se antoja desalmado y por el camino no encuentra luz alguna sino para prácticamente celebrar el previsible asesinato de dos niños. Un ejercicio de estilo que nace sin alma, fachada, como el cuerpo sin vida de la suicida en el prólogo.

Nicolás Ruiz


Reino Unido, 2019. T.O.: “The Lodge”. Directores: Severin Fiala y Veronika Franz. Intérpretes: Riley Keough, Jaeden Martell, Lia McHugh, Alicia Silverstone, Richard Armitage, Danny Keough, Katelyn Wells, Lola Reid. DISPONIBLE EN RAKUTEN TV