GÉNESIS

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Tras la notable Los demonios (2015) y Copenhague. A Love Story (2016), película que permanece inédita en nuestro país, el cineasta canadiense Philippe Lesage sigue indagando en Génesis (2018) en la infancia y en la adolescencia y en las relaciones emocionales y sexuales de diferente tipo, con una mirada muy particular que transciende los motivos argumentales y visuales a partir de los que trabaja.

Lesage articula Génesis alrededor de dos hermanastros, Guillaume (Théodore Pellerin) y Charlotte (Noée Abita). Él lucha por aparentar ante sus compañeros una normalidad que, en verdad, esconde su incapacidad para hacer pública su homosexualidad; ella, tras una decepción amorosa con su novio, decide lanzarse hacia una cierta promiscuidad que revela un juego sexual y vital que, quizá, es demasiado grande para ella. Lasage sigue a ambos personajes desde una cercanía analítica, ahogando toda emotividad, dejando que sus frustraciones, su dolor, sus deseos y sus descubrimientos vayan surgiendo poco a poco en un proceso exploratorio tanto argumental como visual que muestra las máscaras de dos personajes que buscan con desesperación encontrar su lugar en el mundo.



El cineasta canadiense ofrece un acercamiento adulto hacia la adolescencia, pero sin negar lo convulso de esa edad. Es más, pretende mostrar el lado oscuro que puede surgir de unos anhelos y de una sexualidad exacerbada en ese momento de búsqueda y de intento de asentamiento de una identidad. Para ello compone una historia más basada en momentos, en gestos y en detalles, que roza en determinados momentos cierta abstracción narrativa. No hay tanto una o varias historias como una general que va trazándose en el conjunto, asentándose en una mirada que posee cierta perversión a la hora de crear un territorio hostil para los dos jóvenes.

Una hostilidad que, sin embargo, no es tanto evidente como una cuestión atmosférica, más allá de sus desengaños y fracasos personales. Lasage, como en Los demonios, muestra los peligros fuera de campo. Están ahí y se (pre)sienten; pero apenas se ven. No hace falta, porque se traduce en dos personajes sumidos en una deriva existencial en la que no encuentran resorte, como si todo a su alrededor estuviese diluido, como si fuese casi inexistente. Lasage muestra una gran sensibilidad y un tono melancólico que se traduce en las imágenes y al que tan solo violenta con giros sutiles que pervierten el tono, pero sin romper el ritmo medido con el que desarrolla la acción.



En la parte final de Génesis, Lasage puede desconcertar al situar la acción, de repente, en un campamento para niños. Ahí se encuentra Félix (Édouard Tremblay-Grenier), protagonista de Los demonios, creando una unión entre ambas películas, pero, sobre todo, estableciendo un diálogo con lo visto anteriormente. Así, a través de Félix, crea una suerte de espacio edénico en el que surge ese primer amor infantil, puro e inocente, casi primario sin apenas injerencias sociales externas. Una génesis del amor que se resumen en esa imagen de los dos niños abrazados antes de la separación y que transmite el inicio de unas complicaciones que, como hemos visto en Guillaume y Charlotte, de una manera u otra, aparecerán tarde o temprano en sus vidas. Lasage cierra así la película, que no las vidas de sus personajes, con tanta sensibilidad como complejidad a la hora de abordar unos temas que, a pesar de tratamientos anteriores, toman una forma muy particular en Génesis.

Israel Paredes Badía

 

CANADÁ, 2018. T.O.: “GENÈSE”. DIRECTOR: PHILIPPE LESAGE. INTÉRPRETES: NOÉE ABITA, THÉODORE PELLERIN, PIER-LUC FUNK, JULES ROY SICOTTE. ÉDOUARD TREMBLAY-GRENIER, EMIULIE BIERRE. EDITADO POR CAMEO