Un cineasta al filo
En solo tres películas, S. Craig Zahler ha demostrado talento para la incorrección (genérica y política), la filosofía de la Serie B y la revisión de los géneros de la violencia. Dragged Across Concrete es un ejercicio de cine negro entre Fleischer y Tarantino.
El cine de S. Craig Zahler podría equiparse, con distintos matices de apreciación, a la producción hollywoodiense de la década de los cincuenta, la de los directores encuadrados en la generación de la violencia, pero también el noir de Serie B, es decir, de Ray, Fuller, Aldrich y Fleischer –a este último es a quien más se parece en la forma de planificar en formato ancho– al Allan Dwan de Ligeramente escarlata, por poner un ejemplo sintomático de cine negro en color y de bajo presupuesto. Las similitudes son cuantiosas: reformulación de los géneros clásicos, ambigüedad ideológica en algunos casos –en este sentido, Zahler está más cerca del Mickey Spillane adaptado por Aldrich que del ala izquierdista representada por Ray–, esfuerzos notorios en la creación y composición de personajes y producción al margen de las grandes compañías sin ser, necesariamente, un cineasta independiente.
“Dragged Across Concrete” es una película que añade en la aún corta trayectoriade su director una referencia más cercana y popular en la tensión del relato,el sentido del humor y la escritura e interpretación de diálogos |
Tras un western crudo y terroso con canibalismo (Bone Tomahawk) y un drama violento y carcelario (Brawl in Cell Block 99, cuyo título evoca el de un film de otro miembro de la generación de la violencia fogueado en la Serie B, el Don Siegel de Riot in Cell Block 11), Zahler se acerca al policíaco más o menos puro con Dragged Across Concrete, una película que añade en su aún corta trayectoria una referencia más cercana y popular en la tensión del relato, el sentido del humor y la escritura e interpretación de diálogos, la de Quentin Tarantino. Pese a todo ello, y el respaldo de cierta crítica y cierta cinefilia, más la presencia en festivales como Venecia y Sitges, Zahler es ignorado por la exhibición comercial en nuestro país: ni Brawn in Cell Block 99, que cuenta con la interpretación de Vince Vaughn –que no es un revienta-taquillas, pero tampoco un desconocido–, más Jennifer Carpenter, Don Johnson y Udo Kier, ni Dragged Across Concrete, una buddy movie con el mismo Vaughn y Mel Gibson, a los que se añaden de nuevo Carpenter, Johnson y Kier, han sido estrenadas en salas.
El cierre de los cines a causa de la pandemia ha hecho que, al menos, la última de estas tres películas emergiera en una plataforma de streaming, lo que no evita la sensación de que Zahler debe resultar un cineasta incómodo pues no acaba de entenderse que una película de estas características, bien publicitada –se acepta el logo “a lo Tarantino”– podría tener más público que muchos films que sí consiguen acceso a las salas comerciales. Es “simpática”, si se quiere, expeditiva sin pasarse en cuanto a la mostración de la violencia excepto en los pasajes finales, filmada con una elegancia perdida, bien dialogada, tan divertida como tensa, con pasajes perturbadores y otros que parecen poner en cuestión, precisamente, los atributos generales de este tipo de relatos. Es seca como Spillane y Ellroy, pero al mismo tiempo pone una distancia cáustica que estos dos escritores no desarrollan. Se ríe de las convenciones del género riéndose de las reglas de los estamentos policíacos. Está cerca del Siegel-Eastwood de Harry el sucio en cuanto a discrepancias con el sistema, pero también es un film próximo a la revisión genérica estilo Pulp Fiction. En algunos sitios se ha definido a Zahler como un “autor de Serie B”. Aceptando eso, porque lo hemos aceptado con Tourneur, el director de Bone Tomahawk aparece en el firmamento del actual cine estadounidense como un auténtico rara avis, políticamente incorrecto (y conservador, cierto) y estéticamente más irreverente de lo que el aparente formalismo de sus imágenes podría hacernos pensar.
Vaughn, actor que representa para Zahler lo mismo que Michael Madsen representó para Tarantino, interpreta un personaje mucho más rico en matices que el de Gibson. Este último es el típico agente calloso y encanecido, de métodos poco ortodoxos que airea la opinión pública y pone en jaque al cuerpo de policía, que además debe soportar la violencia del barrio en el que vive, ya que su hija adolescente ha sido agredida varias veces, y la depresión de su esposa, una exagente de policía devastada por una enfermedad degenerativa. Vaughn, por el contrario, representa el imposible cruce entre un chulo y un intelectual: asegura no ser racista porque pide café tostado el día en que cada año se recuerda el asesinato de Martin Luther King, es sofisticado en gustos y forma de vestir y mantiene relaciones con una joven que es la antítesis del mundo que representa. Como el metraje es generoso (159 minutos), mientras los dos protagonistas realizan sus tareas de observación y seguimiento, tienen tiempo para hablar de sí mismos y de su mundo, en el interior del coche o en un bar, y en esos diálogos se exponen dos formas de vida condenadas a no encontrarse nunca pese a la fidelidad que ambos se profesan y el aprecio que se tienen.
Como en otra película de Siegel de los cincuenta, Private Hell 36, escrita e interpretada por Ida Lupino, la tentación del dinero fácil es demasiado poderosa para alguien que, como ocurre con el personaje de Gibson, ve su mundo desmoronarse y considera que, pese a sus esfuerzos, no se ha sido justo con él. Pero esta no es una película sobre la corrupción policial. Gibson y Vaughn siguen a los atracadores de un banco para quedarse con el botín. Vaughn tiene dudas, pero es fiel a su compañero. El enfrentamiento final recuerda al tratamiento de la violencia en Bone Tomahawk, entre desecada, saturada y paródica, pero, además, el relato procura fugas tan interesantes como la representada por el personaje de Jennifer Carpenter, una joven que no quiere separarse de su hijo recién nacido y hace todo lo posible para retardar su regreso al trabajo pero, en su primer día de vuelta a su puesto en el banco, acaba encontrándose con un atraco de funestas consecuencias para casi todos los implicados.
Quim Casas
USA, 2018. T.O.: “Dragged Across Concrete”. Director y guión: S. Craig Zahler. Productores: Dallas Sonnier, Jack Heller, Keith Kjarval y Sefton Fincham. Fotografía: Benji Bakshi, en color. Música: Jeff Herriott, The O’Jays y S. Craig Zahler. Intérpretes: Mel Gibson, Vince Vaughn, Tony Kittles, Don Johnson, Jennifer Carpenter. DISPONIBLE EN FILMIN