DA 5 BLOODS: HERMANOS DE ARMAS

en Streaming/TV por

Algunos hombres viejos

Netflix acogió este mes de junio el estreno mundial de Da 5 Bloods: Hermanos de armas, la más reciente película de Spike Lee. Un relato protagonizado por cinco hombres, cuatro de ellos veteranos de la guerra del Vietnam, que viajan a la selva vietnamita para saldar deudas con el pasado.


Hay muchos aspectos de Da 5 Bloods: Hermanos de armas (Da 5 Bloods, 2020) que pueden resultar incoherentes, chirriantes o cargantes. Está, en primer lugar, la tendencia, irreductible al desaliento, de su coguionista, coproductor y director, Spike Lee, a convertir casi todo lo que hace en un manifiesto pro-afroamericano, y haciéndolo, además, con desmesura y, en ocasiones, sin sentido del ridículo. Pero Spike Lee y su cine son así, o lo tomas o lo dejas. Pedirle a Lee que haga una película “moderada” o sin discurso afroamericano de fondo es como pedirle a Quentin Tarantino que haga una película sin copiar otras películas. Aceptado (o no) esto, Da 5 Bloods: Hermanos de armas tiene mucho de alegato pro-afroamericano, y lo es sin medias tintas y sin pedirle permiso a nadie. Sus cinco principales protagonistas son afroamericanos: Paul (Delroy Lindo), su hijo David (Jonathan Majors) y los tres amigos y antiguos compañeros de armas del primero, Otis (Clarke Peters), Eddie (Norm Lewis) y Melvin (Isaiah Whitlock Jr.). Paul, Otis, Eddie y Melvin combatieron en la guerra del Vietnam, lo cual da pie a Lee a hablar de los 100.000 soldados afroamericanos que sirvieron en el ejército de su país, los Estados Unidos, que les obligó a luchar contra otro, Vietnam del Norte, en nombre de unos derechos y libertades democráticos que esos mismos soldados y el resto de la población afroamericana no disfrutaban en una Norteamérica inmersa en plena lucha por los derechos civiles. Nada que objetar al respecto, si no fuera porque, si no como siempre, sí en muchas ocasiones, Lee aprovecha el film para incluir, “didácticamente”, imágenes documentales de soldados norteamericanos negros en Vietnam y de personalidades tan representativas como Muhammad Ali, Martin Luther King y, cómo no, Malcolm X (por más que, como veremos más adelante, esas imágenes documentales tienen, además, un sentido especial).



Spike Lee y su cine son así, o lo tomas o lo dejas. Pedirle a Lee que haga una película “moderada” o sin discurso afroamericano de fondo es como pedirle a Quentin Tarantino que haga una película sin copiar otras películas


Otro aspecto discutible del film reside en la irregularidad de su guión, originalmente escrito por Danny Bilson y Paul De Meo en la época en la que la película estuvo a punto de ser realizada por Oliver Stone (ya le iba), y que Lee sometió a una reescritura junto con Kevin Willmott, uno de los coguionistas de su anterior e interesante largometraje Infiltrado en el KKKlan (BlacKkKansman, 2018), por más que, a pesar de esas irregularidades del libreto, el director sea capaz de extraer del mismo elementos de interés más que notable. Hay cosas que chirrían mucho, principalmente la incorporación a la trama del gratuito personaje de la joven mujer francesa, Hedy Bouvier (Mélanie Thierry), que, junto con sus colegas Seppo (Jasper Pääkkönen) y Simon (Paul Walter Hauser, protagonista de una de las mejores películas estrenadas este año: Richard Jewell, ídem, 2009, Clint Eastwood), se dedica ¡a la desactivación de minas! Es una manera facilona de introducir un personaje femenino de cierta importancia en el devenir del argumento, y que, de paso, cumple con la exigencia convencional de la presencia de “una (la) chica” encargada de ser el interés amoroso en potencia del joven hijo de Paul, el mencionado David, además de servir para anunciar en voz alta que las temibles minas antipersona jugarán un papel relevante en el desarrollo de la historia. Pero ello no obsta para que dicho añadido dé pie a un par de momentos excelentes: uno, el que atañe a la muerte de uno de los personajes principales; y otro, el rescate desesperado de David cuando el joven pisa accidentalmente una de esas viejas minas, la cual tiene muchas posibilidades de estallar tan pronto como levante el pie del resorte.

Un tercer defecto, este recurrente en el cine de Spike Lee (incluso en algunas de sus mejores cintas), reside en el maniqueísmo a la hora de retratar a los personajes caucásicos, tanto da que lo haga en contraposición a la manera maniquea a la hora de presentar personajes de raza negra. Esto se hace notar en Desroche (Jean Reno), el desaprensivo perista que se encargará de sacar de contrabando el valioso cargamento de oro que los protagonistas han venido a buscar a Vietnam, una de las razones (no es la única) por la cual han decidido regresar después de tantos años, pero ya llegaremos a eso. Desroche, como digo, es un personaje caucásico, ergo, blanco, y, además, va vestido de color blanco de pies a cabeza. Pero este detalle, que puede parecer de brocha gorda con independencia de la labor del siempre estupendo Jean Reno, pone de manifiesto cierto grado de abstracción y estilización que recorre la película de principio a fin y que acaba siendo una de sus mejores bazas, y esto último es mérito, principalmente, del vigor del trabajo de Lee tras las cámaras.



SOMBRAS DEL VIETNAM

Si, a pesar de todos sus defectos, Da 5 Bloods: Hermanos de armas es un interesante film, se debe, sobre todo, a la convicción de la puesta en imágenes característica de un director que, con todas sus irregularidades –como apuntaba en cierta ocasión el amigo Antonio José Navarro (1)–, siempre se ha caracterizado por un “defecto” que, en su caso, bien puede considerarse una virtud: Spike Lee es de los que prefiere pasarse a quedarse corto. Y, en estos tiempos en los que el cáncer de la “corrección política” parece haberse adueñado de una parte importante del pensamiento y la cultura a todos los niveles, el arrojo, el desparpajo y, por qué no, la desvergüenza de Spike Lee resultan de agradecer. Hay que reconocer, en este sentido, que la película de Lee puede gustar o no, pero lo que no se le puede negar es ni personalidad ni actitud.

Ya he mencionado líneas atrás que Da 5 Bloods: Hermanos de armas arranca con una serie de imágenes seleccionadas de reportajes de la época. Dejando aparte el hecho de que el documental ocupa una parcela esencial en la filmografía de Lee, ese recurso a dichas imágenes se complementa con el experimento formal que el realizador lleva a cabo aquí mediante la combinación de distintos formatos de pantalla y diferentes texturas visuales. También he señalado párrafos atrás que el propósito que trae a los envejecidos Paul, Otis, Eddie y Melvin de nuevo a Vietnam no es solo, que también, recuperar un cargamento de oro valorado en alrededor de 20 millones de dólares que hallaron accidentalmente cuando, siendo jóvenes soldados en activo, participaban en una misión, en principio, rutinaria. Una serie de flashbacks nos retrotraen a sus recuerdos de la guerra, y en ellos descubrimos que los cuatro camaradas formaban una patrulla al mando de un sargento, asimismo, afroamericano: Norman Earl, alias Tormenta Norman, de quien se dice que era uno de los escasos negros a los que se les confió una patrulla durante la guerra del Vietnam: la recuperación de su cadáver, para devolver sus restos a los Estados Unidos, es, junto con el oro, la segunda motivación del regreso a la selva vietnamita de los protagonistas. Siguiendo una idea que, por lo visto, fue sugerida por el director de fotografía del film –y colaborador habitual del ahora maldito Bryan Singer– Newton Thomas Sigel, Lee firma estos flashbacks en formato cuadrado y con una textura de imagen que busca imitar la de los reportajes de la época. Pero esa aparente búsqueda del “realismo” histórico y ambiental se contradice con un anacronismo buscado deliberadamente por Lee: los cuatro actores que encarnan a los veteranos de guerra aparecen en estas escenas retrospectivas de su juventud con la misma apariencia que tienen, ya viejos, en la actualidad, sin “rejuvenecimientos digitales” a lo El irlandés. Más allá de los ecos que podamos encontrar de El hombre que mató a Liberty Valance (The Man Who Shot Liberty Valance, 1962), en la que John Ford tampoco hacía nada para disimular la avanzada edad de sus protagonistas masculinos (ese James Stewart de más de 50 años interpretando a un recién licenciado en derecho…), Spike Lee parece sugerir de este modo que, para los protagonistas de su film, el tiempo parece haberse detenido desde su experiencia bélica, o también podemos interpretar que fue durante su juventud en Vietnam donde se convirtieron en los “viejos” que, ahora, son de manera natural. Uno de ellos, Paul, de quien se dice que padece síndrome de estrés postraumático, será quien acabará dando rienda suelta al caudal de violencia a duras penas contenida que viene guardando desde hace tantos años en su interior a raíz de su aterradora experiencia bélica.


En estos tiempos en los que el cáncer de la “corrección política” parece haberse adueñado de una parte importante del pensamiento y la cultura a todos los niveles, el arrojo, el desparpajo y, por qué no, la desvergüenza de Spike Lee resultan de agradecer



A esa mezcla de formatos y texturas de auténticos reportajes y “falsos documentales” –que se completa con la inserción, en determinados instantes, de foto-fijas de determinadas personalidades reales–, cabe añadir un malicioso juego meta-fílmico repleto de sugerencias. Por ejemplo, cuando los amigos acaban de llegar a la antigua capital de Vietnam, Saigón, la actual Ho Chi Minh, y pasean de noche por sus abigarradas calles, se ponen a comentar, burlonamente, las películas de Rambo protagonizadas por Sylvester Stallone (sic) y otros films de rescate de rehenes norteamericanos en Vietnam como los protagonizados (sin mencionar su nombre) por Chuck Norris. La discoteca donde los cuatro entran a beber y a bailar se llama… “Apocalypse Now” (el mural donde luce el nombre del local reproduce la misma grafía publicitaria que la película de Coppola). Más tarde, Lee inserta un plano de un helicóptero recortándose a contraluz contra el disco solar en medio de un cielo anaranjado a lo Vittorio Storaro. Y, poco después, muestra a los protagonistas navegando por un río que atraviesa la jungla… mientras suena, de fondo, la Cabalgata de las Valkirias de Richard Wagner. De hecho, en la escena en la que David conoce a la desactivadora de bombas francesa, ella le dice que se llama Hedy, como Hedy Lamarr…, actriz que David desconoce por completo, dado que pertenece a una época del cine de Hollywood muy alejada ya en el tiempo, alguien ajeno a personas de la generación de David. A todo ello hay que añadir el hecho, nada gratuito, de que el idealista personaje del sargento Tormenta Norman –el hombre que marcó a los cuatro protagonistas, sobre todo a Paul, con sus agudas enseñanzas sobre la dignidad de los de su raza, a medio camino entre Martin Luther King y Malcolm X– corra a cargo, precisamente, de Chadwick Boseman, el mismo intérprete del superhéroe negro por antonomasia, Black Panther/ Pantera Negra. Excepto para quienes la vivieron, como los protagonistas de Da 5 Bloods: Hermanos de armas, la guerra del Vietnam se ha convertido en un fetiche cultural más, tratado (y maltratado) por la cultura popular (en este caso, el cine) hasta convertirlo en un borroso recuerdo o, todo lo más, algo exótico.

Es por todo esto que, pese a sus defectos y excesos (entre estos, sus 154 minutos de duración, a pesar de todo muy llevaderos), Da 5 Bloods: Hermanos de armas tiene tanta fuerza que acaba haciéndose perdonar sus aspectos menos afortunados, destacando, finalmente, por el vigor de sus mejores momentos: las bellas escenas en las que Otis visita a Tiên (Lê Y Lan), exprostituta y antigua amante suya durante su servicio en Vietnam, descubriendo que de su relación nació una hija cuya existencia desconocía hasta ese momento, Michon (Sandy Huong Pham), cuya delicadeza hace pensar, vagamente, en el mejor Sydney Pollack, Yakuza (The Yakuza, 1974); las magníficas secuencias del hallazgo de los lingotes de oro diseminados por una ladera y, a renglón seguido, del esqueleto de Tormenta Norman; los sombríos y alargados primeros planos en cámara móvil de Paul (un extraordinario, como siempre, Delroy Lindo), expresando en voz alta sus atormentados pensamientos tras haber abandonado a sus colegas y a su hijo, plenamente inmerso, de nuevo, en la guerra que le enloqueció… Da 5 Bloods: Hermanos de armas transmite, en sus mejores instantes, ese carácter visceral y de urgencia del mejor cine de Spike Lee. En sus escenas finales hay, por cierto, una referencia directa al movimiento Black Lives Matter; ignoro si Lee tuvo o no tiempo de añadir este apunte después de que se produjera el tristemente célebre “caso George Floyd” el pasado 25 de mayo; pero, tanto si fue así como si no, no cabe imaginar otro colofón más coherente.

Tomás Fernández Valentí

(1) A propósito, precisamente, de otra película de Spike Lee, salvo error del que suscribe, todavía lamentablemente inédita en España: Miracle at St. Anna (2008); crítica publicada en DIRIGIDO POR…, n.º 414, septiembre 2011, sección Fuera de Campo.


USA, 2020. T.O.: “Da 5 Bloods”. Director: Spike Lee. Intérpretes: Delroy Lindo, Jonathan Majors, Clarke Peters, Norm Lewis, Isaiah Whitlock Jr., Chadwick Boseman, Jean Reno, Mélanie Thierry, Paul Walter Hauser. DISPONIBLE EN NETFLIX