Los amigos de Xavier
A sus 31 años, el quebequense Xavier Dolan sigue resistiéndose a su condición de eterno enfant terrible. Pese haber obtenido diversos reconocimientos durante su habitual selección en el Festival de Cannes, su obra mantiene el duelo de la poca unanimidad y esa constante batalla entre defensores y detractores. El estreno de Matthias & Maxime es una excelente oportunidad para calibrar el barómetro Dolan.
«¡BÉSAME, TONTO!»
La vida y obra de Xavier Dolan se caracteriza por el deseo del joven inconformista para encontrar su sitio en el mundo y su lugar en el cine. Estas son las características principales que caracterizan su obra, un recorrido como realizador, productor, guionista e intérprete que ya condensa una década. Desde ese sorprendente debut con Yo maté a mi madre (J’ai tué ma mère, 2009) hasta Matthias & Maxime (Matthias et Maxime, 2019), sus películas giran alrededor de temas recurrentes que le han permitido encumbrarse en la categoría de autor total. Con la realización de Laurence Anyways (2012), Tom en la granja (Tom à la ferme, 2013), Mommy (2014), Solo el fin del mundo (Juste la fin du monde, 2016) y The Death and Life of John F. Donovan (2018), el joven Dolan no ha cesado en su búsqueda por encontrar el sentido de la vida, apoyándose para ello en los elementos que han condicionado –y siguen condicionando– su existencia. Eso es, la vital importancia a los valores de la amistad, complejas relaciones maternas filiales, el deseo homosexual y una necesidad imperiosa por la libertad. Características presentes en la práctica totalidad de su cine, reformuladas en base a la evolución de su propia forma de entender el lenguaje cinematográfico y su ansiedad para representar muchas de las inquietudes de su generación y el sueño de encontrarse a sí mismo.
A menudo, el estilo visual de Xavier Dolan parece el resultado de la mutación entre el cine de John Cassavetes, Pedro Almodóvar, Denys Arcand y Wong Kar-wai, tras pasar el filtro dolaniano. Al joven cineasta siempre le ha interesado experimentar con las posibilidades visuales y ha jugueteado con movimientos caprichosos o cambiando el formato repentinamente. El tramo inicial de Matthias & Maxime sirve para que Dolan presente a los personajes principales que transitarán a lo largo del metraje y lo hace a través de cierta estridencia, con violentos zooms y moviendo la cámara compulsivamente, casi como si del demoledor inicio de Maridos y mujeres (Husbands and Wives. Woody Allen, 1992) se tratase. También durante esos minutos de prólogo, muestra su interés por el encuadre, sirviéndose del marco de la ventana de una cocina para confeccionar hermosos planos desde del exterior. En esos minutos iniciales de la película, se encuentran algunos de los mejores instantes en la obra del intransigente cineasta, durante los cuales además se sirve del concepto del metacine para crear una hermosa metáfora acerca de un beso que debe protagonizar la realización de un cortometraje. Un beso que sirve como tránsito del tiempo, la recuperación de un sentimiento, la materialización de una deuda emocional excesivamente pedida por el veloz transcurrir de los días. El hecho de besarse en sí mismo y la materialización sexual que llega minutos más tarde manifiestan ciertas correspondencias que se asemejan a lo que se podría considerar la materialización evolutiva del cine de Xavier Dolan, de la adolescencia a la madurez adulta, del flirteo a la consumación, de la ingenuidad al rigor, perdiéndose por el camino las ansias por descubrir y la intromisión hacia lo desconocido. Se denota cierta amargura en el progreso emocional del cineasta, ese adolescente que mostraba seguridad y autocomplacencia en sus relaciones sexuales de Yo maté a mi madre y Los amores imaginarios (Les amours imaginaires, 2010), y que con Matthias & Maxime muestra un evidente retroceso en su forma de entender el sexo, convertido en un acto casi autodestructivo. Maxime desea a Matthias pero se muestra frágil ante su atracción; mientras, Matthias se aprovecha de ello para mostrar una seguridad y fortaleza que no se asemejan con su propia debilidad. En realidad, Maxime es mucho más fuerte que Matthias, pero se produce un interesante e inconsciente intercambio de roles que sacude sus respectivos comportamientos virulentamente.
En su incuestionable narcisismo, Dolan muestra mucha más preocupaciónpor su propio personaje, se compadece de él y no escatimaen esfuerzos para representar sus temores, su inquietud y sus ansias,dejando considerablemente de lado al hombre que agita sus sentimientos |
«LOS AÑOS BÁRBAROS»
Desde un punto de vista esencialmente narrativo, el film muestra cierta desestructuración, coincidiendo con el relevo de la óptica coral a la íntima, ahí donde la compleja relación sentimental entre Matthias y Maxime pasa a ocupar el objetivo real de la película. Una historia de amistad que no es de amor o una historia de amor que tampoco es de amistad, más bien una encrucijada irracional que perjudica el sentido existencial de ambos personajes, especialmente el de Maxime, interpretado por el propio Dolan. Por su parte, Matthias –interpretado con poca fuerza dramática por Gabriel D’Almeida Freitas– evidencia poca convicción ya desde la escritura del guión, no en vano es un personaje carente de matices suficientes para contrarrestar la catarsis introspectiva de Maxime. En su incuestionable narcisismo, Dolan muestra mucha más preocupación por su propio personaje, se compadece de él y no escatima en esfuerzos para representar sus temores, su inquietud y sus ansias, dejando considerablemente de lado al hombre que agita sus sentimientos. Mientras a uno le encumbra, incluso en su fragilidad, al otro lo desprotege y lo muestra alarmantemente frío. Pero el problema de esta desigualdad –uno de los principales contratiempos de un film que, por otro lado, merece el respeto de quien suscribe estas líneas– termina por perder todo sustento en el desafortunado desenlace final. Asimismo, y como suele ser habitual en su cine, los personajes femeninos aparecen a través de una representación antagónica y, en esta ocasión, particularmente paródicos. En contraste con Matthias, Maxime y su grupo de amigos habituales, Dolan presenta a las mujeres bajo un prisma un tanto ingenuo y de nivel intelectual por lo menos cuestionables; véase la chica que desea hacer cine y que presiona a los chicos para que protagonicen un cortometraje mientras se sirve de términos anglosajones con los que considera que se muestra más cool, y las madres de algunos de los chicos, cincuentonas excéntricas con ganas de pasarlo bien ostentando todo lo que pueden.
La cinefilia dolaniana siempre evoca sentimientos que retrotrae al espectador hacia pasajes conocidos, y en su manifestación de la amistad –el placer, la solidaridad, el compañerismo, la confianza… pero también el dolor, la amargura o el menosprecio– son presentados con visceral veracidad por el cineasta quebequense, sin que para ello pueda obviar ciertas referencias que van desde su compatriota Denys Arcand –directamente citado– hasta títulos esenciales en su exaltación de la fuerza de la amistad y con las que comparte características, tales como Reencuentro (The Big Chill. Lawrence Kasdan, 1983) o Los amigos de Peter (Peter’s Friends. Kenneth Branagh, 1992). Sin embargo, el estilo Dolan se manifiesta bien temprano y los postulados que caracterizan su obra no tardan ni un ápice en hacer gala de presencia.
Matthias & Maxime parece funcionar en su radiografía sobre un grupo de amigos, el deseo sexual frustrado por demasiado tiempo, el dolor en su forma de satisfacer esa deuda, y en el buen uso que desprende el cineasta para condensar el tiempo restante para la materialización de un viaje anunciado hacia Australia que, en realidad, es un viaje a ninguna parte. En su afán por utilizar cualquier recurso narrativo que le permita ensalzar el desasosiego de su propio protagonista, Dolan opta por servirse del uso de cartelas que contextualizan el tiempo restante hasta su supuesto viaje; una opción válida como cualquier otra, pero que en casos como el que nos ocupa no consigue evitar un cierto estancamiento en su progresión narrativa, coincidiendo con el tramo más frágil en el devenir de la relación entre Matthias y Maxime. Dolan parece escudarse en el ritmo del contador temporal para disimular la carencia real de una amistad/ amor, desprovistos ambos de fuerza suficiente. Esta es la primera película del cineasta en la que se evidencia que al Xavier Dolan treintañero parece faltarle el desparpajo y la insolencia de su precedente veinteañero, con todo lo bueno y malo que ello conlleva. Así las cosas, no es nada extraño que su última propuesta esté generando una recepción que va de la reverencia al descrédito. Sin embargo, el joven quebequense mantiene intacta la confianza transmitida por el Festival de Cannes desde los primeros compases de su obra, no en vano Matthias & Maxime también fue seleccionada para participar en la sección oficial del prestigioso certamen, sumando su sexta participación de entre los ocho largometrajes que ha dirigido hasta la fecha.
Albert Galera
Canadá, 2019. T.O.: “Matthias et Maxime”. Director y guión: Xavier Dolan. Productores: Xavier Dolan, Nancy Grant, Elisha Karmitz, Nathanaël Karmitz. FOTOGRAFÍA: André Turpin, en color. MÚSICA: Jean-Michel Blais. INTÉRPRETES: Xavier Dolan, Gabriel D’Almeida Freitas, Anne Dorval, Pier-Luc Funk, Catherine Brunet, Antoine Pilon, Marilyn Castonguay.