MRS. AMERICA

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Exuberante y enérgica

Estados Unidos intenta explicar las causas que han desencadado la triple crisis reciente (sanitaria, económica y racial), de consecuencias imprevisibles y funestas, en Mrs. America, una de esas series ejemplares, de puro buenas, con la que acostumbra regalarnos HBO.


Cuenta Mrs. America, sin duda una de las series del año, las vicistudes que originó la ratificación de la Emnienda constitucional de Igualdad de Derechos (E.R.A., en sus siglas en inglés), inciada 1971. En aquellos tiempos, los republicanos, con Nixon en la Casa Blanca, pero vigilados estrechamente por la mayoría demócrata de ambas cámaras, buscaban ampliar su base electoral con concesiones a derecha e izquierda. La equiparación de hombres y mujeres en varias aspectos de la vida cotidiana y su posterior introducción en la Constitución de los padres fundadores pareció uno de esos movimientos políticos satisfactorios: una maniobra de gran calado simbólico y con un fuerte apoyo social y de los dos grandes partidos. Para redundar lo que parecía obvio, el Senado la apoyaría con una mayoría holgadísima: 84 votos a favor por tan solo 8 en contra. Un resultado lo suficientemente inapelable como para suponer una singladura tranquila, pero que sería el punto de partida de un tsunami, con notables efectos (políticos) colaterales.




Hecha la ley, hecha la trampa, porque la aprobación en el Senado implicaba la ratificación de la enmienda estado a estado. Mrs. America trata por tanto de lucha y debate político. Lo hace con un tono de thriller, vibrante, que depara sorpresas a quien no esté familiarizado con este pedacito de la historia, incluso aunque conozca a muchos de sus magnéticos personajes. Mrs. America está coproducida por Cate Blanchett, que se reserva un jugoso e importante papel. Blanchett interpreta a Phyllis Schlafly, un ama de casa con seis hijos, de Alton, Illinois, cuyos intereses, antes de la E.R.A. habían girado, sin mucho éxito, sobre el programa nuclear y la defensa nacional. Blanchett la representa mefítica, como una de las villanas Disney de la era dorada del estudio: una fundamentalista católica que ve en la Emnienda una amenaza a su tradicional rol de madre y esposa, y que logra organizar y convencer a otras mujeres, y a no pocos políticos, sobre sus planteamientos. Schlafly será considerada un peligro incluso para los republicanos moderados, porque se alineará con las tesis de Ronald Reagan, el exgobernador californiano y lamentable actor de reparto, que encarnaba las esencias de Barry Goldwater, el declarado enemigo del New Deal de Roosevelt.

Mrs. America pone en pantalla los cimientos de una nueva sensibilidad, desconocida hasta entonces en la atildada y correcta jerga política estadounidense, en la que prima la carencia de escrúpulos, y en la que se impone una actitud sin complejos en la que se dice lo que se piensa por muy terrible que suponga, y se apresta a defenderse con vehemencia como si fuera lo único correcto y noble. Mrs. America señala un cierto fin de la inocencia. En la lucha que mantendrán las feministas de Betty Friedan y Gloria Steinem y las fundamentalistas de Schlafly se observa el germen de lo que es hoy Estados Unidos. Como si fuera la obra de un artista cándido, el país daba la impresión de vivir entre algodones. Los demócratas soñaban por situar en la Casa Blanca a George McGovern, una suerte de quimera, y los republicanos maniobraban por cortar el paso a Reagan y sus evangelistas. La cuestión a dirimir era las esencias de lo que tenía que ser eso que los estadounidenses llaman América, un sueño, una realidad, una visión de la vida, y su propia interpretación correspondiente.

Mrs. America deja claro que se ponen sobre el tapete asuntos de primer orden, y que el suyo es un discurso trascendente. Pero no es una serie espesa, ni pesada: no rehuye la sofisticación ni el sarcasmo, y no se deja vencer por el desánimo. Es vigorosa y enérgica, y no flaquea en ninguno de sus nueve capítulos, protagonizado cada uno por una de las mujeres que marcan el ritmo de esta ficción, de marcada intensidad dramática. En ellos asistimos a un combate de boxeo a cara de perro en el que vuelan los mamporros, y en el que cada bando se apunta importantes tantos y se relame por igual sus heridas. El muy agridulce final, que es el que dictó el devenir de la historia, a veces cruel pero casi nunca caprichosa, no produce una sensación ni de frustración ni de enojo, o, en el caso contrario, de triunfo ni alegría desbordante. Tampoco deja un regusto a gran gesta; si acaso a ceguera histórica, a torpeza por una gran oportunidad perdida.


“Mrs. America” pone en pantalla los cimientos de una nueva sensibilidad,

desconocida hasta entonces en la atildada y correcta jerga política estadounidense



Para transmitir esas sutiles implicaciones, el reparto se afana con ahínco. Sus actrices, sobre todo, están espléndidas. Mención especial merecen la propia Blanchett y Rose Byrne, las líderes de cada facción. Tan poderosa es su caracterización que ha dejado insatisfecha a la realidad: sus recreaciones son tan épicas que han merecido los reproches de la familia de Schlafly y de la verdadera Steinem por embrutecerlas, en comparación, por muy diversos motivos. Hay quien dice que las series son las nuevas novelas, porque son el mejor reflejo de su tiempo, como demuestra Mrs. America, un ejemplo sobre cómo interpretar causas, reflejar hechos y asumir consecuencias. Sus créditos, además, son los mejores del género desde Feud, y contienen todo el brío de su pulsión histórica. Entre sus numerosas réplicas y contraréplicas se oye incluso una sentencia que resuena por los pasillos de cualquier Capitolio. Lo espeta, tras una derrota, una carismática aspirante a la nominación demócrata a Gloria Steinem: el poder no hace concesiones. No obstante, muchas veces alcanza cotas de exuberancia. Mrs. America es la prueba.

Joaquín Torán


USA, 2020. T.O.: “Mrs. America”. Directores: Anna Boden, Ryan Fleck, Amma Asante, Laure De Clermont-Tonnerre y Janicza Bravo. Intérpretes: Cate Blanchett, Rose Byrne, Uzo Aduba, Margo Martindale, Tracey Ullman, Jeanne Tripplehorn, Sarah Paulson. DISPONIBLE EN HBO ESPAÑA