Raoul Walsh

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Carlos Losilla. Cátedra, Madrid, 2020. 406 páginas.

Como seguidor diría que incondicional de la obra de Raoul Walsh y ávido lector, también incondicional, de los textos cinematográficos de Carlos Losilla, la publicación de este libro en la colección Signo e imagen/ Cineastas de Cátedra ha sido una de las mejores noticias acontecidas en estos extraños días de pandemia, confinamiento y estado de alarma. No sé de qué manera habría abordado el director de El mundo en sus manos una historia relacionada con un virus y una cuarentena, aunque lo más probable es que lo hubiera hecho con esa dosis de entrega y entusiasmo al narrar que siempre le caracterizó. Lo que se desprende al iniciar la lectura de las páginas de este libro es que su autor ha emprendido un viaje en zigzag por la obra de alguien imprescindible para comprender, si no del todo, sí en sus aspectos esenciales, el cine norteamericano de su tiempo, desde la época muda hasta el final del sistema de los estudios.

Ese zigzag, como el movimiento de los soldados japoneses que se acercan a las trincheras estadounidense en Objetivo: Birmania, es tanto una elección estética como un recurso moral dado lo inabarcable de la obra de Walsh. Losilla no va pues de la A a la Z, de Life of Villa a Una trompeta lejana. Ni ocupa cada uno de sus capítulos en diseccionar el estilo del director en el cine de aventuras, bélico, western y policíaco, “sus géneros”, aunque también practicó el musical, la comedia y el melodrama. El lector encontrará por igual el análisis de películas en apariencia intrascendentes, como Mi chica y yo, El arrabal y Suerte de marino, realizadas en los primeros compases de los años treinta –cuando, según cierta mitología crítica, y exceptuando aquellas películas mudas que han podido verse de forma normalizada, parece que Walsh no nace como director hasta finales de esa misma década con títulos como The Roaring Twenties–, como la disección de diversos elementos constituyentes de Pursued, Río de plata, Al rojo vivo, El hidalgo de los mares o Tambores lejanos. Y siendo importante lo que dice Losilla sobre estas obras bastante consensuadas, no lo es menos lo que nos explica sobre esos films poco o nada conocidos –y por lo tanto peor analizados–, hablando de la arrebatadora modernidad walshiana en el contexto de esos primeros y balbucientes años treinta, cuando el cine purgaba aún el pecado del primer sonido.

Losilla compara las escenas antitéticas en trenes de Background to Danger y Al rojo vivo a la vez que analiza una secuencia musical en una estación ferroviaria de Amores en Hollywood, otro film de los olvidados primeros treinta. Habla de Gentleman Jim como del paso de lo individual a lo universal, algo muy presente en el cine de Walsh; examina a través de Pursued los recursos habituales del travelling de acercamiento y la mirada del personaje hacia el off del plano, y nos descubre el troceado y la dispersión que vincula The Naked and the Dead a La rubia y el sheriff, dos películas que nadie había emparentado antes de que Losilla lo hiciera en esta brillante indagación, una más, sobre los límites y los entresijos del denominado clasicismo cinematográfico.

Quim Casas