LUCY IN THE SKY

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El reenfoque desajustado

Lucy in the Sky (id, 2019), excelente ópera prima de Noah Hawley, fracasó de modo estrepitoso en la taquilla de Estados Unidos y fue vapuleada por la crítica que, de entrada, la enfocó desde el ángulo erróneo, como hizo la astronauta Marsha Ivins, quien negó que los astronautas pierdan su control sobre la realidad tras estar en el espacio durante largo tiempo. No es una película realista, aunque esté inspirada en un caso real.

El suceso: La astronauta Lisa Nowak se enamoró del también astronauta William Oefelein, pero al constatar que no era correspondida, o él no compartía sus mismas aspiraciones elevadas (nada de amor, sino solo una ración de sexo), perdió el rumbo y entró en modo enajenamiento, en tal grado que agredió e intentó secuestrar a Colleen Shipman, la novia de Oefelein, también astronauta, por lo que el 7 de febrero del 2007 fue detenida, acusada de intento de asesinato.



Noah Hawley ha buscado otra dirección, tan singular como la de las tres temporadas de Fargo (2014-) estrenadas hasta este momento, y Legion (2017-19). Lucy in the Sky es una apasionante abstracción sobre la alteración de la percepción, sobre las distancias desde las que enfocamos la vida y la realidad, en qué medida lo que vivimos es lo que ocurre en nuestra mente (de modo definitorio, el sentimiento amoroso) y, por extensión, cuán difusos son los límites entre lo real y lo ficticio sobre los que se teje nuestra relación con la realidad. De entrada, por cuanto establecemos relaciones, o nos planteamos propósitos, como una trama o historia, como una ficción, en donde lo consciente y lo inconsciente, lo intencional y lo no intencional, se combinan en distintos grados. En la tercera temporada de Fargo se jugaba con el subtítulo Esto es una historia real/ This is a real story. Iban desapareciendo las palabras hasta que quedaba solo story/ historia. En el inicio del cuarto episodio una voz en off nos introducía, de nuevo, a los personajes principales, como si fueran instrumentos musicales y, por tanto, personajes de “Peter y el lobo”, de Prokofiev. En el tercer capítulo cobraba relevancia un libro de ciencia ficción que se titulaba ”Planet wyh” (distorsión de why, un planeta por qué, en el que los porqués se distorsionan, como es el caso del nuestro). En el episodio octavo, una inesperada aparición en una bolera, Marrane (Ray Wise), ayuda a proseguir la huida de Nikki (Mary Elizabeth Winstead). Más allá del enlace con El gran Lebowski (The Big Lebowski, 1997), de los Hermanos Coen, por escenario y singularidad de la aparición de un personaje que parece fuera del relato, y evidencia (amplificado por la conexión con Twin Peaks), mediante la extrañeza, la naturaleza ficticia del mismo relato y de la propia vida (en la obra de los Coen, es el mismo narrador, y en este caso, una condición más enigmática), se hace necesario resaltar el uso del fuera de campo. La cámara se desliza y, al lado de Nikki, se revela la presencia de Marrane. El fuera de campo es un recurso expresivo que evidencia lo imprevisible e incontrolable, lo que puede irrumpir en el encuadre de la vida y reconfigurarlo, trastornarlo, desestabilizarlo, el espacio larvario de lo aleatorio. Es también el espacio de lo escurridizo, lo que escapa al discernimiento más allá de las fachadas de las apariencias. En la primera temporada destacaba la secuencia en la que el personaje de Billy Bob Thornton entraba en un edificio matando a quien encontraba a su paso, mientras la cámara permanecía fuera encuadrando la fachada. En otra secuencia de enfrentamiento violento, era la niebla la que ejercía de difusa materia, a través de la cual no sabías quién podía irrumpir y desde dónde. La realidad es una materia difusa de fachadas y niebla que cuesta atravesar para discernir. En las primeras secuencias de Lucy in the Sky nos presentan a Lucy (Natalie Portman) flotando durante su primera misión en el espacio. Pero no es solo una acción. Es, fundamentalmente, una mirada o perspectiva. En cascada se suceden imágenes de su vida pretérita en la Tierra. Es como si mirara desde un fuera de campo, un ángulo que modifica su reenfoque de la realidad. En pocos minutos se ha establecido la ruptura y extrañeza con respecto a la relación con la realidad, ese desajuste que sentimos cuando nos sentimos fuera, desconectados, del entorno en el que vivimos. Esa extrañeza empapa la narración como una modulación que es compás subterráneo, como si se hubiera sedimentado otra forma de habitar la realidad. Lucy in the Sky no es una película realista sino un trayecto interior que fluye en una narración impresionista, acompasada a la magnífica banda sonora de Jeff Russo.


“Lucy in the Sky· no es una película realista sino un trayecto interior que fluye en

una narración impresionista, acompasada a la magnífica banda sonora de Jeff Russo



LA PERCEPCIÓN DE LA REALIDAD

En la tercera temporada de Fargo, Los gemelos Emmit y Ray (ambos encarnados por Ewan McGregor) se afirman en un pulso que entablan entre ambos, una película que se montan. El emblemático objeto en disputa, un sello cuya imagen, significativamente, es Sísifo empujando la piedra. Un elemento constitutivo de vivir la vida como ficción es la repetición, la vertiente desquiciada de la ritualización: se convierte, más que en oxígeno, en aire viciado, pero este se constituye en nutriente (que genera tumores vitales). Establecer la vida como una trama implica planificar proyectos (o generar proyecciones) con la pretensión de que la realidad se ajuste a los propósitos. En Lucy in the Sky, Lucy mira desde la distancia, y su realidad, esa suma de estructuras, rutinas y (aparente) continuidad, le parece insignificante y extraña. Una ficción cuya película se descascarilla y deja ver su arbitrariedad. Su forma de habitar la realidad sufre un salto de eje drástico. Ha mirado la realidad desde otro ángulo y ya su enfoque es otro ¿Por qué mantiene una relación desde hace seis años con esa misma persona? ¿Cuál es el fundamento de esa realidad en la que circulaba por inercia como si cada pieza encajara en el sitio que le correspondiera? Forjamos la relación con la realidad protegidos por un (aislante) traje de astronauta o de apicultor, sin darnos cuenta de que flotamos en un espacio ilusorio, un relato que hemos configurado (como realidad) y adoptado como el que es y debe ser, como si fuera ya un presente continuo. Nos sentimos inmunes, protegidos de los aguijones, sobre todo de los más incisivos, los aguijones de las interrogantes sobre si esa realidad que creemos conducir podría haber sido otra. O los de por qué la vida con la que fantaseábamos no es como esperábamos, o disponía de fecha de caducidad. Cómo aquel que percibiste como extraordinario cuando te enamoraste de él, después de un periodo de tiempo, lo percibes carente de atributos distintivos. Es el mismo pero no lo es porque le percibes de otro modo.



Lucy, casada con Drew (Dan Stevens), con quien mantiene una relación sentimental desde hace seis años, se queda prendada del astronauta Mark (Jon Hamm) pero, a partir de cierto momento, acompasado al creciente desajuste que siente con respecto a la realidad, se torna obsesión y enajenación, como si fuera el vínculo con la nave, dado que ha perdido contacto con la realidad que hasta entonces era su ámbito familiar, su estructura base. Ya no siente que sea la misma, su relación con la realidad ha variado, se ha producido una desconexión. Como si se hubiera invertido su posición con respecto al resto. Ha cruzado un espejo y ya no siente, ni percibe, del mismo modo. Su percepción y concepción de la realidad se ha trastocado, pero en su desconcierto, sin aún ser consciente de lo que la supera, no sabe cómo encajar las piezas que proporcionen impresión de realidad equilibrada, con centro gravitacional. Ha perdido contacto con la nave de la realidad, pero cuando también lo pierde con lo que se revela que no era más que una ilusión que gestaba en su cabeza, ya que Mark no la corresponde, y solo quería una fugaz relación epicúrea, queda a la deriva con los circuitos de su mente desajustados, como cuando se sale fuera de la nave en el espacio interestelar, pierdes contacto, y flotas en la nada, en la extrañeza que carece ya de contornos precisos. Lucy ya no siente la realidad consistente ¿Estaba todo en su cabeza? ¿Dónde flotaba? Quizá no existía una real conexión, sino que en su desorientación y desajuste buscó otro traje de buzo protector, uno figurado, la ilusión de enamoramiento. No era sino una búsqueda de apoyo y anclaje en la intemperie de ese espacio intermedio indefinido que implica el extrañamiento con respecto a una realidad que antes sentía como estructura base pero ahora siente como ajena y distante. Pensaba que esa ilusión amorosa era su guía en la reestructuración de su relación con la realidad, en otro escenario codificado, con contornos y coordenadas precisas, como quien le enseña cómo dirigir la bola contra los bolos. No percibía que estaba viviendo una muda y transformación, como el capullo que se convierte en crisálida, generando otra relación con la realidad. Como refleja su bello plano final, con Lucy entre abejas, la dirección que debía tomar era otra, la asunción de los aguijones de la realidad, sin pantallas protectoras, sin trajes de buzo aislantes. La mirada expuesta y desnuda, afianzada en sí misma.

Alexander Zárate


USA, 2019. T.O: “Lucy in the Sky”. Director: Noah Hawley. Productores: Reese Witherspoon, Bruna Papandrea, Noah Hawley y John Cameron. Guión: Brian C. Brown, Elliott DiGiuseppi y Noah Hawley. Fotografía: Polly Morgan, en color. Música: Jeff Russo. Intérpretes: Natalie Portman, Jon Hamm, Dan Stevens, Zazie Beetz, Ellen Burstyn. DISPONIBLE EN MOVISTAR+