Relato coral para tiempos de crisis
La amabilidad de los extraños (The Kindness of Strangers, Lone Scherfig, 2019) comienza de manera abrupta con Clara (Zoe Kazan) cogiendo a sus dos hijos para abandonar su casa y marchar a Nueva York, dejando a su marido en la cama. Se hace evidente, a pesar de lo que quiere transmitir a los niños, de que está huyendo. Poco después, no solo se concreta que es así; también que Clara parece no haber planeado demasiado bien su huida, enfrentándose a todo tipo de complicaciones y evidenciando que, tras años sin haber podido desarrollarse personalmente, apenas parece madura para afrontar la situación de supervivencia que debe enfrentar, máxime en una ciudad como Nueva York durante el duro invierno. A la par, conocemos a otra serie de personajes como Alice (Andrea RIseborough), quien trabaja en un hospital como enfermera a la vez que dirige un programa para una serie de personas con problemas de relaciones sociales; Marc (Tahar Rahim), un expresidiario que consigue dirigir un restaurante de origen ruso propiedad de Timofey (Bill Nighy); o Jeff (Caleb Landry Jones), un joven que pierde empleo tras empleo por su aparente incapacidad para hacer algo en condiciones.
Un grupo de personajes que Scherfig maneja para escribir y dirigir una película cuya estructuración a modo de historia coral con varias líneas narrativas que, poco a poco, van confluyendo para que, al final, cada una de ellas dote de un sentido conjunto y totalizador a la historia, resulta en cierto modo anacrónica, como si estuviésemos ante una película más pensada hace veinte años que en la actualidad. Y, sin embargo, no es esa sensación lo que resulta problemático en la nueva película de Scherfig, sino su incapacidad a lo largo de La amabilidad de los extraños de lograr un desarrollo narrativo orgánico coherente alrededor de todos los elementos que expone.
La amabilidad de los extraños es la primera película de Scherfig, desde Como en casa (Hjemve, 2007), de cuyo guión se ocupa. Tras alternar varias películas tanto en Estados Unidos como en Reino Unido dirigiendo libretos ajenos, en casi todos los casos a partir de novelas, y con resultados, en términos generales, bastante interesantes, su nueva película podría considerarse como un proyecto más personal en cuanto a un supuesto mayor control sobre el material. Sin embargo, y aunque a nivel visual no se puede negar que la cineasta hace un gran esfuerzo por componer unas imágenes que creen una atmósfera y un tono muy particular, de manera muy temprana se perciben las grietas del guión. Todo resulta demasiado forzado y la suspensión de la incredulidad acaba siendo insuficiente como para dejarse guiar por una historia más pensada para que todo encaje más o menos bien, y no lo hace del todo, que para que las diferentes historias tengan fuerza suficiente por sí solas sin necesidad de tener que adquirir sentido en su unión.
Sin embargo, no se puede negar interés a la propuesta de Scherfig en cuanto a la realización de una fábula contemporánea que habla tanto de nuestro presente como aspira a poseer una abstracción conceptual más atemporal. Así, las imágenes de La amabilidad de los extraños tienen una iluminación y una naturaleza casi de ensoñación, o, más bien, de pesadilla; no niegan su realismo representacional, pero sí lo condicionan. Las miserias de todos los personajes, porque todos y cada uno de ellos, incluso el que mejor está, vive una existencia dolorosa, encuentran el paisaje y el contexto adecuado en unas imágenes que, además, luchan por transmitir una idea cinematográfica que podría considerarse pasada y que se acaba agradeciendo en cuanto al apego de la cineasta a una idea de cine muy particular que, poco a poco, parece evaporarse. Desde luego que La amabilidad de los extraños no se encuentra, en su conjunto, a la altura de las ambiciones narrativas y discursivas desplegadas por Scherfig, pero su realización de una fábula sobre la necesidad de bondad entre las personas como la única salida a unas crisis individuales y sociales, resulta gratificante si, dejando lado esa abstracción atemporal, tenemos en cuenta que es un discurso que, quizá, ha devenido inocente en un contexto como el que vivimos desde hace años, en el que el individualismo y el egoísmo exhibicionista se han impuesto por encima de (casi) toda consideración con respecto a los demás. A este respecto, se agradecen los esfuerzos de Scherfig en La amabilidad de los extraños, incluso con sus grandes defectos a la hora de articular todos los elementos de manera convincente, de entregar una película en la que despliega la creencia de la necesidad de esa bondad o amabilidad para salir de una crisis. En el caso de la película, individuales, aunque con ecos de la gran recesión de 2008. La atemporalidad de la propuesta, sin embargo, nos hace ver en ella también una premonición involuntaria de un futuro próximo en el que también será más que necesario algo más que aquello que tenemos en la actualidad en cuanto a relaciones humanas se refiere.
Israel Paredes Badía
USA-Reino Unido-Dinamarca-Canadá-Suecia-Francia-Alemania, 2019. T.O.: “The Kindness of Strangers”. Directora: Lone Scherfig. Intérpretes: Zoe Kazan, Andrea Riseborough, Bill Nighy, Tahar Rahim, Caleb Landry Jones. DISPONIBLE EN FILMIN, MOVISTAR+, iTUNES, RAKUTEN TV Y VODAFONE