1917 podría haberse titulado perfectamente 1914, 1915 o 1918, sin que ese cambio de título supusiera ninguna sensible variación en la parte más esencial de la trama, esto es, los enconados esfuerzos, en los días de la Primera Guerra Mundial, de un soldado británico, Schofield (George MacKay), quien, junto con un amigo y compañero de armas, el soldado Blake (Dean-Charles Chapman), tiene que entregar un valiosísimo mensaje al coronel Mackenzie (Benedict Cumberbatch) de parte del general Erinmore (Colin Firth), a fin de que el primero suspenda un ataque a campo través que se va a producir a primera hora del día siguiente, y que no es sino una trampa adecuadamente calculada por el ejército alemán que desembocaría, previsiblemente, en una masacre de soldados ingleses. La vida de muchos hombres puesta en manos de dos, o mejor dicho, de uno solo, porque, si bien la primera mitad de esta interesante película de Sam Mendes está protagonizada por los soldados Schofield y Blake, un giro de guión no tardará en subrayarnos (quizá, demasiado) que lo que, en el fondo, explica 1917 es el proceso de madurez de un joven, el mencionado Schofield, quien atraviesa campos de batalla y peligros mil antes de entregar ese importante recado, y cómo gracias a ello, evoluciona: crece.
El principal mérito de puesta en imágenes de este film (si no el único) reside
en su realización/ resolución en un único plano-secuencia combinado
con cámara móvil que cubre la práctica totalidad de sus casi dos horas de metraje
Como puede verse, lo que explica 1917 no resulta ni particularmente atractivo, ni especialmente novedoso, sobre todo si ya se han visto unas cuantas y magistrales películas sobre la Primera Guerra Mundial: mi ranking particular, y ciñéndome a los “films de combate” en sentido estricto, está encabezado por Alas (William A. Wellman), El gran desfile (King Vidor), Sin novedad en el frente (Lewis Milestone) y La Gran Guerra (Mario Monicelli); y puedo asegurarles que, a pesar, vuelvo a insistir, de sus méritos (que los tiene), a su lado, 1917 no da la talla… Eso, en sí mismo considerado, no es un problema ni a favor ni en contra de la película –films sobrevalorados en general, y sobre la Primera Guerra Mundial en particular (cf. Senderos de gloria, de Stanley Kubrick), los ha habido y los habrá siempre–, pues cabe la posibilidad, como en este caso, en fijarse en la película en cuestión y valorar, más que lo que cuenta, el cómo lo cuenta. En este sentido, no descubro nada cuando afirmo que el principal mérito de puesta en imágenes de este film (si no el único) reside en su realización/ resolución en un único plano-secuencia combinado con cámara móvil que cubre la práctica totalidad de sus casi dos horas de metraje, y que, sorprendentemente, fue en el momento de su estreno uno de sus elementos más publicitados, como si al público que no es cinéfilo, o mejor dicho, al espectador que no esté interesado en la lectura de imágenes audiovisuales, eso pudiese importarle un carajo…
Resolver toda la película en un plano-secuencia es un recurso tan bueno como cualquier otro, sobre todo, como en este caso, si dicho tropo de lenguaje no aporta nada substancial ni a una trama ni a un desarrollo de personajes que, en el caso de haber sido un film, digamos, “normal”, o sea, con cortes de montaje evidentes (aquí también hay cortes, pero digitalmente disimulados), hubiese explicado exactamente lo mismo sin que nadie hablara de su puesta en imágenes si no existiera ese dichoso plano-secuencia: es un recurso formal decidido de antemano, y sobre el cual parecen haberse armado el guión y la dirección de actores, en vez de lo contrario, una idea nacida de necesidades derivadas de ese guión o del trabajo con los intérpretes (todos excelentes), cosa nada rara en un cineasta tan amigo de la estética como Mendes, un buen director que en estos últimos años ha conseguido resultados sorprendentemente sólidos a partir de un personaje y una saga tan gastados como la del agente secreto James Bond 007 (Skyfall, SPECTRA), pero al que su debilidad por el esteticismo, tan propia de no pocos cineastas británicos contemporáneos –cf. Ridley y Tony Scott, Alan Parker, Adrian Lyne…–, le hace perder un poco la perspectiva de lo que cuenta: a ratos, 1917 adolece de una cierta superficialidad, o si se prefiere, de una carencia de densidad.
A pesar del aparente virtuosismo técnico de ese plano-secuencia, lo cierto es que la concepción y resolución del mismo obedece, en el fondo, a un planteamiento muy sencillo, simple incluso: suplir la necesidad del inserto mediante la apertura y cierre del encuadre, pasando en función de lo que se quiere mostrar del plano general al primer plano, gracias a la movilidad y ligereza de las cámaras actuales. El resultado, como digo, es bueno, aunque, a mi entender, los mejores momentos de 1917 no se hallan en las escenas en las cuales ese plano-secuencia en cámara móvil se hace más evidente (cf. los veloces, e inevitables, paseos por el interior de las trincheras, bien sea siguiendo a los personajes, o bien precediéndoles en sus movimientos), sino precisamente en aquellos en los cuales el movimiento de cámara se vuelve más funcional, dejando que los encuadres, en vez de “perseguir” a los personajes, les “acompañen” en secuencias de contenido más atmosférico. Pienso, por ejemplo, en el –este sí– magnífico plano de la caída del avión alemán sobre la granja en la que están refugiados Schofield y Blake, que juega excelentemente con la profundidad de campo; o las excelentes escenas nocturnas en la localidad de Écoust-Saint-Mein –el episodio de Schofield con la muchacha francesa (Claire Duburcq), y en especial, su fantasmagórica carrera a través de las calles iluminadas por la luz de los bombardeos–, que ponen en evidencia cuánto le debe esta película a su gran director de fotografía, Roger Deakins.
Tomás Fernández Valentí
REINO UNIDO-USA-INDIA-ESPAÑA-CANADÁ, 2019. T.O.: “1917”. DIRECTOR: SAM MENDES INTÉRPRETES: GEORGE MCKAY, DEAN-CHARLES CHAPMAN, COLIN FIRTH, BENEDICT CUMBERBATCH, MARK STRONG, ANDREW SCOTT, RICHARD MADDEN. EDITADA POR SONY PICTURES HOME ENTERTAINMENT |