El peso de las víctimas
Netflix ha estrenado la miniserie Unorthodox, basada libremente en la autobiografía de Deborah Feldman Unorthodox: The Scandalous Rejection of My Hasidic Roots, en la que se narra la huida de una joven de la comunidad jasídica de Satmar, en Williamsburg, Nueva York.
Aunque pueda parecer lo contrario, el jasidismo no hunde sus raíces en la Edad Media, ni sus tradiciones beben directamente del judaísmo tradicional anterior a la destrucción del Templo. Este movimiento místico y ortodoxo surgió en el siglo XVIII de la mano del rabino Israel ben Eliezer, conocido como el Baal Shemtov (1698–1760), en Europa Oriental, especialmente en zonas de Bielorrusia y Ucrania. Las terribles persecuciones de judíos en esa época acrecentaron el prestigio del movimiento y potenciaron sus dictámenes más estrictos y comunitarios. Dos siglos más tarde, durante el Holocausto, la comunidad jasídica prácticamente desapareció de Europa pero los supervivientes consiguieron reagrupar sus comunidades en Estados Unidos, Canadá y Europa Occidental. La más importante de ellas es la de Satmar, en Brooklyn, y es precisamente la que Unorthodox retrata con todo lujo de detalles a través de la mirada de la joven Esther Shapiro, que huye de la comunidad donde nació para alejarse de una estricta regulación basada en una interpretación radicalmente estricta de la Torah.
La serie se mueve pues en la contraposición entre dos mundos radicalmente opuestos. No es un planteamiento nuevo, ni su traducción visual y narrativa es especialmente original. Unorthodox articula su historia mediante piezas cronológicas que nos llevan de Williamsburg a Berlín, el lugar donde la protagonista intenta buscar una nueva identidad y alejarse del patriarcado represivo de la comunidad ultraortodoxa. Bajo esa narración dual la dicotomía se clarifica, aunque también se simplifica demasiado como para disfrutar de los matices que hubieran dado un peso relevante a la propuesta. En más de un sentido, Unorthodox es más un relato “de mensaje” que cinematográfico, y sus personajes se acercan demasiado al estereotipo como para dotar de complejidad a esta transición entre dos universos culturales.
Si bien la miniserie parte de una autobiografía novelada de Deborah Feldman, no deja de ser evidente que gran parte de la historia, especialmente la que sucede en Berlín, es una absoluta invención que busca, por encima de todo, la empatía de un personaje que en todo momento se presenta como víctima. Bajo esta premisa (nunca puesta en duda) el problema no es tanto lo que narra sino su punto de vista, articulado en todo momento a través de la mirada subjetiva de la joven Esther.
WILLIAMSBURG
La contraposición que estructura Unorthodox adquiere los visos de una fábula. En esa búsqueda del elemento metafórico la serie consigue sus momentos más logrados en la detallada descripción de los usos rigoristas del judaísmo jasídico. Y lo hace curiosamente cuando la mirada de la protagonista se difumina. El arduo trabajo de reconstrucción tiene como recompensa el fascinante visionado de un mundo oculto. Los rezos del sabath en el salón apolillado, el baño ritual del miqvé antes de la boda, los vestidos negros y sobrios de los miembros de la comunidad no dejan de ser sorpresivos pese a la cotidianidad que parece mover a los actores que los interpretan. El uso de yiddish (1) acrecienta esa sensación de tiempo detenido en la que Esther pasa sus días. Y con ello el dolor de la pérdida décadas atrás, durante la Shoah, representada por su abuela y por esos recuerdos que dan sentido a ese modus vivendi anclado y victimizado. El rigorismo patriarcal se muestra conciso y sobrio durante las secuencias en el lecho marital. Planos cortos y fijos y una querencia por los ambientes cerrados y con poca luz. Fotografías en sepia en una Nueva York tan lejana y tan cercana a la vez. En este aspecto Unorthodox es un éxito de concisión narrativa, y adopta para ello un tono documental que desaparece en las secuencias berlinesas.
Si tomásemos como punto de partida las verdaderas peripecias de la autora es muy posible que la historia incidiera de forma más evidente en esa burbuja teológico-temporal. Feldman no huyó a Berlín embarazada, tal y como nos cuenta Unorthodox. Por el contrario, abandonó a su marido llevándose a su hijo y se estableció en el apartamento de un amigo en la misma ciudad de Nueva York. Allí empezó a escribir su autobiografía para, años más tarde, establecerse en Alemania y convertirse en escritora gracias a la narración de sus experiencias. Es precisamente la ausencia de Nueva York en el devenir dramático lo que se echa de menos en el relato. Sin esa presencia de la ciudad real se pierde lo que Unorthodox parece que busca, la extraña sensación de que existen mundos ocultos y cerrados a dos calles de nosotros, en mitad de una sociedad liberal y cosmopolita. Y es una pena, porque seguramente la realidad superaría con creces a la ficción.
Unorthodox es más un relato “de mensaje” que cinematográfico,y sus personajes se acercan demasiado al estereotipo como paradotar de complejidad a esta transición entre dos universos culturales. |
BERLÍN
Esta miniserie estrenada en Netflix es de producción alemana. Y se nota. Berlín es representada como el paradigma de la liberalidad. A diferencia de las secuencias neoyorquinas, la práctica totalidad de los planos son diurnos y soleados. Unorthodox en ocasiones parece un video de promoción turística. La joven Esther Shapiro se une a un grupo de jóvenes músicos de la Filarmónica de Berlín, comparte piso con una israelí liberal y con una pareja homosexual (uno de ellos de origen afgano), se baña en las aguas del lago Wannsee, practica sexo consentido y romántico y acaba siendo aceptada en la academia de música después de cantar con desgarro una vieja canción en yiddish ante la mirada asombrada de elevados profesores. En el ínterin se reencuentra a su madre, que había huido igual que ella de la comunidad Satmar y que ahora convive con otra mujer en un piso con terraza en Berlín. Y todo eso… ¡en tres días! Demasiado maniqueo como para que no hacer evidentes las costuras y las imposturas.
No obstante, Berlín ofrece también las mejores secuencias de la miniserie, aquellas en las que aparecen Yanky Shapiro, el marido de Esther, y Moishe Lefkovitch, un primo de este. Ambos viajan a Alemania para encontrar a Esther y traerla de nuevo a la comunidad. Son estos dos personajes los que realmente muestran el contraste que la película busca, y lo hace desde una complejidad que la serie apenas muestra. Yanky es un hombre dulce y cariñoso, pero intenta comprender a Esther desde parámetros caducos. El suyo es un doble compromiso que entra en contradicción, ahí reside la esencia que lo hace humano y verosímil. Moishe es la oveja descarriada, el hijo pródigo que volvió a la comunidad después de abandonarla. Encontrar y devolver a Esther supone para él el reingreso definitivo en el grupo, el único lugar donde el rigor le permite asentar las bases de su identidad. La traducción de ese desconcierto es hermosa porque se atiene a lo visual, como cuando Moishe reza frente al retrato de una espalda de mujer porque ha olvidado parte de la liturgia, o como cuando los dos se pierden en mitad del mayor cementerio de Berlín buscando la tumba de un famoso rabino. Ambos personajes son víctimas y verdugos, y eso es mucho más entretenido para el espectador porque supone un reto complejo. Empatizar con una víctima que solo es víctima es mucho más sencillo… y también mucho más aburrido. Nos queda, eso sí, la mejor secuencia de la serie, cuando Esther telefonea llorando a su abuela Bubbe la primera noche desde Berlín. La anciana descuelga el teléfono, escucha el balbuceo aterrado de su nieta y no dice nada. Cuelga el aparato y desaparece tras la puerta mientras el plano se mantiene fijo. Ya no queda nadie en la habitación. Esther está sola.
Jordi Ardid
(1 ) El yiddish es la lengua que hablaban los judíos de Europa Oriental. Es una mezcla de alemán medieval, hebreo y arameo, y tiene raíces eslavas. La comunidad jasídica se niega a hablar el neo-hebreo, lengua oficial de Israel, por considerar que el hebreo solo debe tener un uso litúrgico y religioso. Del mismo modo, abominan del Estado de Israel porque lo ven como un obstáculo para la llegada del Mesías.
Alemania, 2020. T.O.: “Unorthodox”. Directora: Alexa Karolinski (Creadora), Anna Winger (Creadora), Maria Schrader. Intérpretes: Shira Haas, Jeff Wilbusch, Amit Rahav, Alex Reid, Ronit Asheri, Gera Sandler, Dina Doron, Aaron Altaras, Tamar Amit-Joseph, Aziz Deyab, David Mandelbaum. DISPONIBLE EN NETFLIX