UN JUEGO DE CABALLEROS

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Un juego que se deja ver

La historia de los orígenes del fútbol es la columna vertebral de la propuesta de la miniserie de la plataforma Netflix Un juego de caballeros que, sin descartar ciertos devaneos melodramáticos, apuesta por la emotividad que deriva de la pasión del deporte y la exaltación de la amistad y el respeto profesional, exponiendo asimismo las carencias e inequidades atléticas y las diferencias de clases imperantes en la Inglaterra del siglo XIX.  


Es bien sabido que el fútbol se originó en Inglaterra, pero siempre resulta interesante conocer los entresijos del deporte más popular del mundo, que enciende las pasiones y también expone las miserias del ser humano. Un juego de caballeros, la miniserie que Netflix lanzó hace unas semanas, del creador de la exitosa y excelente Downton Abbey (2010-2015), se centra en la historia puntual del paso del fútbol amateur al profesional (y eso es lo más atractivo de la propuesta), apoyándose en la figura de Fergus Suter, reconocido como el primer futbolista en cobrar dinero por jugar para un equipo, interpretado por el actor escocés Kevin Guthrie, visto en Animales fantásticos y dónde encontrarlos (2016) y su secuela Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald (2018), y en Dunkerque (2017).



La historia del fútbol en su concepción moderna abarca más de 150 años de existencia. Comenzó en 1863, cuando en Inglaterra se separaron los caminos del rugby-football y se fundó la Asociación de Fútbol (Football Association – FA). En la miniserie, que se permite algún margen de licencia histórica en beneficio de la dramatización aunque la mayoría de los personajes son verídicos, se muestra el interior de la FA, integrada por caballeros, en el que enseguida se exponen las diferencias de criterio. Unos, como Francis Marindin (excelente Daniel Ings), creen que el deporte es de propiedad de su clase y se arrogan el derecho de establecer y modificar las reglas a su antojo. Otros, como el banquero Lord Arthur Kinnaird (un muy solvente Edward Holcroft, visto en Kingsman: Servicio secreto (2014) y Kingsman: El círculo dorado (2017) y en las miniseries de 2017 Alias Grace y Gunpowder), sufren una evolución y reconocen la necesidad de aceptar la participación y luego la injerencia de los equipos de los pueblos o ciudades de clase obrera, en las que la pasión es tanto o más fuerte que en el seno de la Asociación. Esas gentes comunes que luchan por sobrevivir encuentran en el fútbol casi la única fuente de recreación y, lo que es más importante, de unión, así como también una forma de evadir las penurias de una vida difícil, cuando las condiciones del trabajo no eran las que conocemos hoy día y el peligro de su pérdida agitaba los fantasmas de la pobreza y la indigencia.

REALIDAD Y FICCIÓN

La miniserie está contada con fluidez y es realmente entretenida. Es de esas que uno comienza a ver y no puede soltar, más aún en estos tiempos de confinamiento obligatorio. Se intenta retratar la dura vida de aquellos pueblos de la Inglaterra del siglo XIX, con la diferencia de clases y los prejuicios a flor de piel, la dualidad ricos-pobres, y la delgada línea sobre la que los obreros de una fábrica textil de Darwen deben hacer malabarismos para sobrevivir y, al mismo tiempo, jugar al fútbol, sin que ello les proporcione sustento alguno, arriesgando incluso su propia salud, lo que les traería como consecuencia la pérdida de su puesto de trabajo.



Intenta retratar la dura vida de aquellos pueblos de la Inglaterra del siglo XIX,

con la diferencia de clases y los prejuicios a flor de piel


El equipo de Darwen contrata a dos jugadores de Escocia, el mentado Suter y Jimmy Love (James Harkness), que son los primeros en recibir un salario por jugar. La inquina de los demás jugadores, que son amateurs, desata resentimientos que serán también leña para el fuego de la trama, sumándose a ello, una veta melodramática, un tanto sosa y forzada por momentos, con la que se introducen historias de romances, adulterios entre personajes de distinta clase, y filantropía cuando el personaje de Margaret Alma Kinnaird –Charlotte Hope, actriz británica que vimos en Juego de tronos, La monja (2018) y la miniserie The Spanish Princess (2019)–, esposa de Lord Kinnaird y que había perdido al hijo que esperaba, ayuda a una madre soltera de clase baja a la que una clandestina e inescrupulosa organización le roba su bebé mediante un engañoso contrato de adopción. Estas historias-satélite pueden distraernos de la verdadera trama, pero resultan efectivas para delinear a los personajes y, al mismo tiempo, empatizar con ellos, y si bien algunos aparecen estereotipados y a veces con conductas ingenuas, se nos hacen entrañables y nos llega a afectar lo que les pueda pasar, algo fundamental en toda producción episódica que se precie.

Hay algo que decir con respecto a la relación ficción-realidad. El obrero Suter y el aristocrático Kinnaird, ambos en sus diferentes estratos sociales, tuvieron un rol preponderante en la expansión del fútbol, tal y como se da a entender en la miniserie. Jimmy Love, que aparece como fiel segundo de Suter, fue en realidad el primero en trasladarse a East Lancashire para jugar al fútbol, escapando de su pueblo, perseguido por deudas y problemas legales. Suter se le unió poco después, desesperado por la crisis laboral en Glasgow y la necesidad de mantener a su madre y sus hermanas, quienes en la miniserie sufren la violencia de un esposo y padre alcohólico del que Suter logra rescatar. Este y Love debutaron en Darwen en 1878 y, como bien se muestra en la miniserie, revolucionaron la forma de jugar abriendo los pases a los laterales y armando cierta estrategia novedosa, lo que permitió que, por primera vez, un equipo de ese norte obrero llegara a los cuartos de final del torneo que, hasta entonces, era exclusividad de los gentlemen. Tal cual se nos muestra, empataron 5 a 5 con los Old Etonians con dos goles de Suter, y el equipo de Londres se opuso a jugar tiempo extra para dirimir el encuentro, suspendiéndolo, situación que complicaba seriamente las posibilidades de Darwen, pues sus jugadores no contaban con el dinero ni el permiso de sus patrones para viajar otro día a jugar el desempate. Una de las licencias que se toman los realizadores de la miniserie es que mencionan a uno de los equipos obreros como Blackburn, cuando en realidad había dos: Blackburn Rovers y Blackburn Olympic, y se entrecruzan sus historias unificándolas. Es cierta la polémica que se genera por las acusaciones de pagos encubiertos, que estaban prohibidos por la FA, como también la batalla campal entre Darwen y los Rovers, tal como se muestra en la serie, que derivó en la decisión de la FA de suspender a ambos equipos. El Jimmy Love real se marchó al poco tiempo y murió en Egipto, mientras que la ficción muestra que su retiro es forzado por la fractura de pierna sufrida en un partido a manos de un resentido ex-compañero.



En el fondo, y pese a todo, destaca la exaltación de la amistad, cimentada en la afición al fútbol por supuesto, entre los distintos personajes de los clubes de clase obrera que intentan conseguir por primera vez el campeonato, y también, la relación que se genera entre Kinnaird y Suter, de respeto profesional primero y luego también personal, aunque todo ello tienda a lo esquemático y a que todo sea blanco o negro. El entusiasmo por el fútbol, la entrega y el heroísmo se presentan en los partidos, pero también las corruptelas regulatorias, los intereses contrapuestos, las miserias y los enconos. Allí también se desgranan las diferencias deportivas entre los más pudientes, con capacidad y tiempo para entrenar sin temor a perder nada de su vida social y patrimonial, y los asalariados, limitados a prácticas breves fuera de sus horarios laborales que conspiran contra el estado físico y la resistencia en el juego.

El balance de Un juego de caballeros es positivo, ateniéndonos a la buena puesta en escena, la solvencia del elenco, una efectiva y sólida tarea tras las cámaras, y un guión que equilibra realidad y ficción haciendo que el interés se mantenga tanto en la historia de los orígenes del fútbol moderno, como en las subtramas, por momentos agridulces, que responden a la necesidad de una dramatización complementaria. Un juego que no es solo de caballeros. Un juego que se deja ver.

Eduardo J. Manola


Reino Unido, 2020. Creador: Julian Fellowes. Intérpretes: Edward Holcroft, Kevin Guthrie, Charlotte Hope, Niamh Walsh, Craig Parkinson, James Harkness, Ben Blatt, Gerard Kearns, Kerrie Hayes, Joncie Elmore, Sam Keeley, Daniel Ings, Henry Lloyd-Hughes. DISPONIBLE EN NETFLIX