SEBERG: MÁS ALLÁ DEL CINE

en Más información/Streaming/TV por

Compromiso y paranoia

Tras su magnífica película de debut, Una (2016), Benedict Andrews completa con Seberg: Más allá del cine (Seberg, 2019) otra aproximación a una figura femenina, en este caso, a la actriz Jean Seberg (1938-1979), interpretada por Kristen Stewart, en un preciso momento de su carrera, cuando a finales de la década de 1960 entra en contacto con Hakim Jamal (Anthony Mackie), activista por los derechos civiles y que convirtió desde ese momento a Seberg en el blanco de una investigación por parte del FBI. El agente Jack Solomo (Jack O’Connell) será el encargado de encabezarla, mientras sus compañeros y superiores se ocupan de llevar a cabo una campaña de desprestigio y acoso sobre la actriz que presumiblemente condujo a Seberg a un absoluto estado enfermizo de paranoia.


Seberg comienza durante el rodaje de Santa Juana (Saint Joan, Otto Preminger, 1959), en concreto, durante la secuencia en la que es quemada en la hoguera (y que causó a la actriz quemaduras en parte de su cuerpo). La elección no es casual; tampoco, quizá, demasiado sutil en cuanto al acercamiento hacia la actriz, devenida en una especie de santa debido a la persecución a la que es sometida. Pero también, con cierta relación a la obra de Preminger, debido al cuestionamiento sobre si su interés por la política –a través de donaciones a las Panteras Negras– obedecía a un compromiso real con la causa; es decir, si Seberg manifestaba en verdad una militancia política personal más allá del gesto externo; o bien, no era más que una extensión intrínseca a su condición de estrella cinematográfica. Esto es, una militancia basada más en una postura publicitaria, como vemos en una secuencia al comienzo de la película durante un vuelo y su posterior fotografía de Seberg con algunos Panteras Negras, que por una conciencia real de activismo frente a la realidad.

Un cuestionamiento que, bien es cierto, poco a poco se diluye durante el metraje de Seberg en cuanto a la construcción de su guión, demasiado disperso para equilibrar todo aquello que propone, sobre todo en cuanto a las dos líneas narrativas que debería estar mucho mejor enlazadas: la que sigue a Seberg y la investigación del FBI y, en especial, los puntuales intentos de conferir a Solomo de una esfera familiar que, después, dote de sentido a sus decisiones, representación, en cierta manera, de una nueva generación que, de alguna manera, se revela a los modos de un departamento que no tiene escrúpulo alguno a la hora de atacar a Seberg en público.


Seberg consigue alzarse por encima de sus limitaciones para mostrar a

un cineasta con capacidad para construir visualmente discursos




Sin embargo, Benedict Andrews consigue mediante sus imágenes conferir al retrato de Seberg de una mayor profundidad que aquella que plantea un guión esquemático y que, sobre todo en su segunda mitad, se agota y desinfla en cuanto a la capacidad para profundizar mediante la historia en la caída de Seberg en una paranoia esquizoide. Pero el director, con la complicidad de Stewart, logra conferir a la imagen de un aspecto casi irreal que se corresponde con el cariz de reconstrucción de época –y, además, con un toque cercano al cine de prestigio–, que enfatiza tanto la condición de ficción basada en hechos reales y, por tanto, de imagen que reproduce un tiempo pasado consciente de su naturaleza artificial. En especial cuando Seberg comienza a dudar de la realidad y de lo que esta oculta, sintiéndose observada y espiada de manera constante. La actriz pone en tela de juicio aquello que la rodea, pero Andrews mantiene un tono distante y sin estridencias para crear un claro contraste entre el nerviosismo de Seberg y unas imágenes impasibles, como su propia realidad.

Algo que Andrews traslada al rostro de Seberg: a este respecto, la película resulta un estudio del personaje y de su identidad a través de la fisicidad de la actriz para mostrar un proceso de degeneración mental que se proyecta a través de sus gestos, de sus movimientos, de sus miradas. En este sentido, Seberg consigue alzarse por encima de sus limitaciones para mostrar a un cineasta con capacidad para construir visualmente discursos y, sobre todo, para crear imágenes que van más allá de lo que, en teoría, están relatando. Esto provoca desequilibrios a lo largo de su metraje en cuanto a que, en ocasiones, parecen coexistir varias películas a la vez; pero cuando la imagen se impone y desaparecen ciertas líneas narrativas, el trabajo de Andrews resulta por momentos brillante a la hora de situar a Seberg en el centro de la imagen para desdoblarla como forma de (auto)cuestionamiento sobre quién es, sobre aquello que hace.

La imagen privada y pública se dan la mano para conformar a un personaje complejo que transmite la sensación de estar, en verdad, moviéndose por territorios que se encuentran por encima de aquello con lo que es capaz de lidiar. Algo que queda muy reflejado con la imagen final con la que se cierra Seberg.

Israel Paredes Badía


USA, 2019. T.O.: “Seberg”. Director: Benedict Andrews. Intérpretes: Kristen Stewart, Jack O’Connell, Anthony Mackie. Margaret Qualley, Colm Meaney, Vince Vaughn Yvan Attal.  DISPONIBLE EN FILMIN, MOVISTAR+ Y RAKUTEN TV