La escuela (y el cine) nos salvarán
El dúo de directores Grand Corps Malade —pseudónimo del cineasta, compositor y poeta Fabien Marsaud— y Mehdi Idir vuelven a unas aulas que presumiblemente pisaron para hablar, con un cine dinámico y desacomplejadamente mainstream, de desigualdad y problemáticas en el sistema educativo francés.
El cine francés sobre escuelas e institutos conflictivos podría definirse como un género en sí mismo, y si bien existen grandes referentes clásicos, léase Cero en conducta (Jean Vigo, 1933) o Los cuatrocientos golpes (François Truffaut, 1959), es probablemente La clase (2008), de Laurent Cantet, la que podría considerarse como uno de los ejes contemporáneos a partir del cual han aparecido varias obras —de desigual interés— alrededor de la pedagogía en contextos desfavorecidos y problemáticos —en su mayoría, del extrarradio parisino—. Como la obra de Cantet, hay dos referentes más que ayudan, sin duda, a hablar de Los profesores de Saint-Denis, uno de los últimos grandes éxitos de taquilla franceses que llega ahora a nuestras pantallas irremediablemente domésticas. Por un lado, Los miserables (Ladj Ly, 2019), ganadora del César a la mejor película, entre otros premios, en tanto que aproximación a esa compleja amalgama humana desde una óptica no exotista, sino propia y despojada de prejuicios o golpes de efecto gratuitos. Por otro lado, Intocable (2011) y el resto de la filmografía de Olivier Nakache y Eric Toledano, expertos equilibristas que han conseguido consolidar un sello en el que se tratan cuestiones sociales con dosis ajustadas de edulcorante y amargante y que, si bien pueden acusarse de simples o buenistas, lo cierto es que acercan otras realidades a los públicos más acomodaticios y alienados.
En ese marco de cine de agradable consumo y fácil digestión está Los profesores de Saint-Denis, que se sitúa en una escuela del barrio que da nombre a la película, uno de los más conflictivos del extrarradio de la capital francesa y, a su vez, uno de los más diversos en cuanto a etnias y culturas. La trama arranca con el inicio del curso escolar y la presentación ante el profesorado de quien será su jefa de estudios y coprotagonista del film: Samia (Zita Hanrot), una dura pero no intransigente pedagoga que tiene el difícil reto de integrarse en un ecosistema en constante y endiablada efervescencia. A partir de ahí, la frágil convivencia entre alumnos de entornos difíciles y un equipo docente de heterogéneo trasfondo y talante pasará forzosamente por Samia, condicionada por sus propias disyuntivas vitales. A pesar de que, solo con esta premisa, podría adivinarse un desarrollo tratado previamente en muchas obras de similar corte, la película de Grand Corps Malade y Mehdi Idir —que ya habían trabajado anteriormente con la obra autobiográfica del primero, Patients (2016)— consigue sobresalir gracias a varias apuestas genuinas, a unas resoluciones que nunca son tan evidentes como se antojan de entrada y a una necesaria y consecuente consciencia crítica con el sistema educativo francés, tan profundamente disgregado y desigual como París mismo y su enorme área metropolitana.
Está, por otro lado, la huella formal del mainstream galo, de la que el cine de Nakache y Toledano es el gran tótem. Los profesores de Saint-Denis logra un grato balance tonal que lo aleja de frivolidades y también de excesos de gravedad, dejando espacio para un humor que a menudo se echa en falta en el cine de corte social y, de igual manera, acogiendo juegos audiovisuales que desestigmatizan este género —la efectiva integración de la música urbana; los paralelismos narrativos que diluyen esa línea a menudo tan gruesa entre la representación del docente y el alumno…—. Y es que Los profesores de Saint-Denis tiene tres grandes fortalezas: un guión firmado por los mismos directores tan acelerado como afilado y mordaz, descendiente de primera generación del imperio de las series; unas fresquísimas interpretaciones encabezadas por muchos jóvenes con poca o ninguna experiencia ante las cámaras, y el magnífico montaje de Laure Gardette, editora habitual de François Ozon, que empaca a la perfección los vaivenes físicos y emocionales del coral reparto de personajes.
Tariq Porter
Francia, 2019. T.O.: “La vie scolaire”. Directores y guión: Mehdi Idir y Grand Corps Malade. Productores: Eric Altmayer, Nicolas Altmayer y Jean-Rachid. Fotografía: Antoine Monod, en color. Música: Angelo Foley. Intérpretes: Zita Hanrot, Soufiane Guerrab, Alban Ivanov, Moussa Mansaly, Liam Pierron, Bakary Diombera, Adèle Galloy, Gaspard Gevin-Hié, Antoine Reinartz, Redouane Bougheraba, Maera Chouaki, Hocine Mokando, Camara Moryfère.
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