FRANKIE

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Principios y finales

La nueva película del director de El amor es extraño y Verano en Brooklyn es, en esta ocasión, una producción íntegramente europea, pero completamente coherente con su ya reconocida (y reconocible) personalidad cinematográfica.


La influencia en el cine de Ira Sachs de ciertos cineastas como Maurice Pialat, Eric Rohmer, Yasujirō Ozu, Manoel de Oliveira o Abbas Kiarostami se encontraba presente, aunque de manera más bien diseminada, ya en su primera película, The Delta (1996), pero se enfatizó y desarrolló en sus siguientes producciones, Forty Shades of Blue (2005) y Keep the Lights On (2012). El juego del matrimonio (Married Life, 2007), realizada entre las dos anteriores, supuso un intento de salirse de los contornos de lo independiente con una película fallida en términos generales, pero que bajo su normatividad escondía algunos elementos de interés propios del estilo de Sachs. Con El amor es extraño (Love is Strange, 2014) y Verano en Brooklyn (Little Men, 2016) realizó dos obras que aunaban lo que Sachs había tanteando en obras anteriores y conformaban un díptico, más a nivel visual y estilístico que temático, que mostraba a un cineasta que, siempre con Mauricio Zacharias colaborando en el guión, había alcanzado una personalidad cinematográfica.



Dadas algunas de estas influencias cinematográficas, resulta lógico y coherente que Sachs haya realizado Frankie fuera de Estados Unidos y remitiéndose de manera muy directa a ciertos contornos del llamado cine de autor europeo más reconocible. Con Rui Poças como director de fotografía y con un reparto internacional encabezado por Isabelle Huppert y secundada por Brendan Gleeson, Marisa Tomei, Jérémie Rénier, Pascal Greggory, Greg Kinnear y Sennie Nanua, Sachs parte de una premisa leve, casi un pretexto argumental, al reunir en un hotel de la localidad de Sintra a una familia y algunos amigos alrededor de Frankie (Huppert), una veterana actriz a quien le quedan pocos meses de vida.

Frankie se desarrolla a través de conversaciones entre los diferentes personajes a lo largo de un día mediante secuencias a las que Sachs otorga un dilatado tiempo para su desarrollo, dejando que los diálogos y la disposición de los personajes en pantalla transmitan una serie de emociones y sentimientos en una red de relaciones personales que tienen a Frankie en su centro. Sachs suspende en Frankie el relato, dejando que los personajes hablen sin que apenas parezca que algo sucede. Exenta de todo exceso dramático, Frankie transmite en todo momento una suerte de sosiego que, sin embargo, esconde en algunos momentos una cierta oscuridad y elementos sombríos que se perciben, pero nunca por encima de la serenidad que Sachs imprime a este punto de inflexión en las vidas de los personajes.

No hay en Frankie nada oculto, ninguna revelación que aporte un sentido o significado totalizador a aquello que se ha visto. La película no aspira a concluir a modo de epifanía, sino que todo lo que es relevante se expresa en el transcurso de las imágenes, en el interior de cada plano, anulando todo tiempo que no sea el presente. Mirando a películas como La rodilla de Clara o Pauline en la playa, Sachs deja que los planos se alarguen lo necesario para que el espectador pueda seguir a los personajes en su movimiento o en conversaciones estáticas, hasta que las figuras abandonan el plano, con una cierta teatralidad que, sin embargo, no anula el carácter cinematográfico de las imágenes. Las conversaciones, en la mayoría de los casos de dos personajes, van revelando diferentes paisajes emocionales en el que el dolor por la irremediable muerte futura de Frankie es la base de todos ellos. Sachs permite que surjan otras cuestiones como rupturas o comienzos sentimentales que abren nuevos caminos en una auténtica celebración de la vida.


Sachs suspende en “Frankie” el relato, dejando que

los personajes hablen sin que apenas parezca que algo sucede



Una película en la que no surge ningún sentido redentor ni ningún deseo de alcanzar algún tipo de misterio insondable de la vida. Tan solo mostrar un presente en el que se dirimen grandes cuestiones para la vida de los personajes. Y Sachs permite que aquello que puede parecer nimio e intranscendente se eleve gracias a un trabajo de gran precisión en la composición de los planos, con una puesta en escena en la que su minimalismo esconde, en verdad, un gran trabajo a la hora de situar a la cámara, sin moverla apenas en muchas secuencias, en el lugar preciso para que el paisaje de Sintra adquiera una relevancia emocional en cada instante.

En Frankie todos los problemas de los personajes quedan tanto resueltos como en suspenso, porque lo importante ha sido su exposición, sacarlos a la luz, sabedores de que deberán, en un futuro próximo, enfrentarse a un horizonte doloroso. Pero, hasta entonces, disfrutan de ese atardecer que cierra la película, un final de una gran belleza en la que el tiempo, como las emociones de los personajes, queda tan atrapado como suspendido.

Israel Paredes Badía


Francia-Portugal, 2019. T.O.: “Frankie”. Director: Ira Sachs. Intérpretes: Isabelle Huppert, Marisa Tomei, Jérémie Renier, Pascal Greggory, Brendan Gleeson, Greg Kinnear.  DISPONIBLE EN MOVISTAR+