El padre de Hamnet
Kenneth Branagh, que en estos momentos tiene pendiente de estreno como director Artemis Fowl, prevista para ser lanzada en la plataforma de streaming Disney+ el próximo 12 de junio, realizó hace un par de años un film sobre los últimos años de William Shakespeare, titulado entre nosotros El último acto.
William Shakespeare, Laurence Olivier y All Is True. Shakespeare ha sido la fuente principal a partir de la cual Kenneth Branagh firmó varios de sus todavía hoy mejores trabajos como realizador: sobre todo, Enrique V, Mucho ruido y pocas nueces y Trabajos de amor perdidos; algo menos, Hamlet; y, bastante menos, As You Like It. Branagh encarnó a su admirado Olivier en Mi semana con Marilyn, film que recreaba el rodaje de otra película, dirigida y coprotagonizada por Olivier, El príncipe y la corista. All Is True es tanto el título alternativo por el cual es también conocida la última obra de teatro escrita por Shakespeare antes de su retiro, “Enrique VIII” (1612-1613), como el título original de este nuevo film de Branagh tras las cámaras, primero editado en formato doméstico y ahora disponible en Movistar+ como El último acto; además, All Is True es un título que se parece mucho al de It’s All True (1943), una de las muchas obras malditas/ inacabadas de otro cineasta perpetuamente obsesionado con Shakespeare, Orson Welles.
El último acto se revela un film pequeño y sencillo, en el cual abundan las escenas decorta duración, muchas de ellas resueltas en un único plano o con escasos cortes |
Finalmente, Branagh se convierte no ya en el adaptador oficial de Shakespeare por antonomasia del cine contemporáneo, sino en Shakespeare mismo, en El último acto, a quien interpreta entre 1613, año en el que se produjo el incendio del Globe Theatre durante una accidentada representación de “Enrique VIII”, lo cual motivó al dramaturgo a la hora de tomar la decisión de retirarse del mundo del teatro y dejar de escribir, y 1616, año de su fallecimiento a la incluso para la época temprana edad de 52 años. Precisamente El último acto arranca con una poderosa imagen que hace alusión a la destrucción del Globe Theatre como consecuencia del fuego: un plano americano muy abierto, casi en plano general, en el cual vemos la figura silueteada de Shakespeare, de espaldas a la cámara y mirando un inmenso muro de llamas. En las siguientes escenas, con el protagonista ya retirado del mundanal ruido londinense en su casa de campo situada en su población natal, Stratford-upon-Avon, volvemos a ver a Shakespeare a contraluz, convertido de nuevo en una figura oscura, casi fantasmagórica, que establece un breve diálogo con un niño, Hamnet (Sam Ellis), el hijo del dramaturgo, que, como pronto sabremos, es el auténtico “fantasma” presente en dichas escenas, habida cuenta de que el único hijo varón de Shakespeare falleció en extrañas circunstancias a la tierna edad de 11 años en 1585. Hay que reconocer que el arranque de El último acto es poderoso, harto prometedor. Por desgracia, y sin ser ni mucho menos una película despreciable, el film no da todo lo que promete, sin por ello dejar de erigirse en una pieza insólita en el conjunto de la tan atractiva como irregular trayectoria de Branagh como realizador.
En este sentido, los resultados de El último acto están en consonancia con sus intenciones, que no son otras sino ofrecer un relato intimista que no pretende ser el retrato definitivo sobre el-dramaturgo-más-grande-de-todos-los-tiempos, sino arrojar una aguda digresión psicológica, no exenta de amargura, sobre sus últimos años de existencia, mostrándolo como un hombre atormentado por la muerte prematura de su hijo Hamnet, y por su complicada relación con su esposa, Anne Hathaway (Judi Dench), y sus dos hijas, Judith (Kathryn Wilder) y Susanna (Lydia Wilson). Por tanto, el Shakespeare de El último acto no es aquí el padre de Hamlet, sino el padre de Hamnet, un escritor de éxito que, a pesar de ello, es consciente de que ha desperdiciado otras parcelas de su vida, entre ellas, la educación de unos hijos a los que en el fondo nunca conoció en profundidad.
Haciendo un paréntesis en sus películas hollywoodienses (Thor, Jack Ryan: Operación Sombra, Cenicienta, Asesinato en el Orient Express, la inminente Artemis Fowl), El último acto se revela un film pequeño y sencillo, en el cual abundan las escenas de corta duración, muchas de ellas resueltas en un único plano o con escasos cortes, por más que afloren en el conjunto algunos notables encuadres de larga duración, casi en plano-secuencia. Sorprende esa modestia visual y narrativa viniendo de un cineasta capaz de firmar obras formalmente tan exuberantes como la todavía incomprendida Frankenstein de Mary Shelley o su versión de La flauta mágica, hasta el punto que casi podríamos decir que El último acto no es una película suya, o al menos no es una película que responda a la imagen más estereotipada que se ha creado alrededor de su cine, a pesar de la presencia de Shakespeare, de intérpretes amigos o afines a su mundo creativo como Judi Dench y Ian McKellen, o de una bella partitura musical para piano y orquesta a cargo del gran Patrick Doyle.
Tomás Fernández Valentí
Reino Unido, 2018. T.O.: “All Is True”. Director: Kenneth Branagh. Intérpretes: Kenneth Branagh, Judi Dench, Ian McKellen, Lydia Wilson, Kathryn Wilder, Jimmy Yuill. DISPONIBLE EN MOVISTAR+