DEVS

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Multiverso Garland

Más allá de lo que pueda pensarse de sus realizaciones, Alex Garland (Gran Bretaña, 1970) ya se ha ganado un puesto de honor en la historia del audiovisual por su dedicación intensiva a la ciencia ficción. No existen muchos creadores que se hayan empleado con tanta profusión y coherencia en el género como él. Desde sus guiones para películas como 28 días después (Danny Boyle, 2002), Sunshine (Danny Boyle, 2007), Nunca me abandones (Mark Romanek, 2010) y Dredd (Pete Travis, 2012) y el videojuego Enslaved: Odyssey to the West (2010), a sus ejercicios como realizador: Ex-Machina (2014), Aniquilación (2018) y el que ahora nos ocupa, Devs, serie auto-conclusiva de diez episodios producida por DNA TV y FXP para Hulu y emitida en nuestro país por HBO España.


Garland, además, en especial desde que es el director de sus proyectos, no hace prisioneros en su acercamiento a la ciencia ficción. Con todas las concesiones que se quieran a las convenciones narrativas mainstream, Ex-Machina, Aniquilación y Devs le revelan como un autor adepto a la hard SF, vertiente del género interesada menos en el entretenimiento y el sense of wonder que en las especulaciones científicas y metafísicas. Devs nos habla de inteligencia artificial y big data, física newtoniana y cuántica, universos alternativos y simulaciones, determinismo y libre albedrío, dioses y falsos ídolos, a través de la aventura que vive Lily Chan (Sonoya Mizuno), una joven programadora que investiga el aparente suicidio de su pareja, Sergei (Karl Glusman), en las instalaciones de la corporación donde trabajaban ambos: Amaya, para cuya descripción Garland usa la plantilla de Google, Apple y otros gigantes tecnológicos existentes, a los que no les faltan, ni entornos de trabajo aparentemente paradisiacos y ajenos por completo a cuanto les rodea, ni gurús en pantalones vaqueros que predican buen rollo porque creen que a la larga incrementará la productividad de sus empleados.



El gurú de Devs es Forest (Nick Offerman), empeñado en recrear las cuatro dimensiones de nuestro mundo –las espaciales y el tiempo– mediante la cuantificación en datos del sistema más complejo existente, nuestra realidad, su reconstrucción, y su proyección ante sus ojos y los de sus colaboradores más cercanos en Amaya. La muerte de Sergei y las pesquisas de Lily son un pretexto para revelarnos las interioridades de esa ventana al pasado, el presente e incluso el futuro –¿realidades alternativas?, ¿simulaciones?– a la que ha logrado asomarse Forest, y las implicaciones que ello acarrea en términos de causas y efectos, azar o destino, en el devenir del ser humano. Unas revelaciones cargadas de sentidos teóricos, y también religiosos. Garland no es muy sutil al respecto: Forest se cree Dios, se le retrata alegóricamente como tal, y Lily representa, por el contrario, a la primera desobediente, Lilith. En la pugna y el entendimiento final entre ambos radica una de las claves dialécticas de Devs.

Sobre el papel, por tanto, Devs es fascinante. De hecho, algunas de sus propuestas llegan a plasmarse con éxito en sus imágenes. Como conjunto, sin embargo, nos hallamos ante una producción tremendamente irregular, víctima de muchos de los problemas que lastran las series de prestigio actuales. En primer lugar, sobran minutos y minutos, a Devs le habría bastado con ser un largometraje de dos horas de duración. El capítulo sexto lleva al culmen ese aspecto, al articularse en forma de dos conversaciones nocturnas en paralelo que se estiran hasta el extremo casi de lo autoparódico. A los titubeos, las explicaciones prolijas, los silencios y las preguntas redundantes de los personajes hay que sumar el hieratismo forzado de los actores, una dirección artística y una fotografía lechosas, y una planificación de escasos recursos expresivos, aunque la sobreabundancia de medios y primeros planos trate de disimularse con una alternancia inconsistente entre la frontalidad y los perfiles de los rostros.


Garland intenta por todos los medios que “Devs” sea seria,

trascendente, memorable. En demasiados momentos esa

gravedad se queda en impostación argumental y formal



Garland intenta por todos los medios que Devs sea seria, trascendente, memorable. En demasiados momentos esa gravedad se queda en impostación argumental y formal. La manera en que expone la ciencia en el relato está llena de fricciones, y en ocasiones su afán divulgador semeja el de la Wikipedia. Mientras que su sentido de la estética es innegablemente personal –como demuestran Ex-Machina y Aniquilación– y, al mismo tiempo, deudor de la gentrificación actual de apariencias, estilos de vida y experiencias urbanas. Es curioso que en tanto connoisseur del género, Garland no sea consciente de lo mucho que van a envejecer sus imágenes. Y algo similar podría decirse de la filosofía que aplica a la serie. La domesticidad literal y figurada en que se mueven la fantasía y la ciencia ficción contemporáneas vuelven a ponerse de manifiesto en Devs. Contraviniendo toda verosimilitud, los hechos transcurren entre un puñado de personajes. La colectividad brilla por su ausencia. Y las motivaciones de los protagonistas se rigen por su subjetividad emocional, motor exclusivo del relato.

Además, como en las recientes Vengadores: Endgame (Joe & Anthony Russo, 2019) y la serie Historias del bucle (2020), Devs es incapaz de articular perspectivas de futuro. Todo cambia para que todo siga igual. La apertura inicial de horizontes inéditos para el ser humano acaba por derivar en regresión a estadios inmaduros, fraudulentos, de la existencia. Algo como mínimo paradójico dada la altura de miras a la que apuntaba Garland. En cualquier caso, insistimos en que su pasión por lo especulativo es loable, vale muy mucho la pena que continúe indagando en esa línea. Viene al caso en este punto rescatar la segunda de las tres novelas que Garland ha escrito en paralelo a su actividad cinematográfica: «The Tesseract» (1998), que, como indica su título, hace referencia al artefacto teórico que resultaría de proyectar en el tiempo las tres dimensiones de un cubo –la figura que simboliza las hechuras físicas de nuestra realidad–. Un teseracto, llamado también hipercubo, representaría las posiciones en que se halla el cubo –nuestra realidad física– en cada instante, y, a la vez, todas esas posiciones al unísono.



De poder verlo, un hipercubo se asemejaría a un cubo dentro de otro mayor; los vértices de ambos estarían unidos mediante líneas. Es decir, la estructura que alberga en Amaya los experimentos de Foster y su equipo: Devs. «The Tesseract» es una novela coral y realista. Devs, como hemos visto, apuesta por un espíritu alienado y la ciencia ficción. Pero ambas coinciden, y sus tropos discursivos y visuales son recurrentes en la obra de Garland, en describir a personajes que creen controlar el signo de las misiones en las que se embarcan, y son arrollados por consecuencias que exceden en mucho lo que podían percibir. En ese sentido, no sería ningún disparate empezar a pensar en la obra de Garland como un multiverso creativo tan complejo, apasionante y enmarañado como los que gusta de proponer en sus ficciones.

Elisa McCausland & Diego Salgado


USA, 2020. T.O.: «Devs». Creador y director: Alex Garland. Intérpretes: Sonoya Mizuno, Nick Offerman, Jin Ha, Cailee Spaeny, Stephen McKinley Henderson, Alison Pill, Zach Grenier. DISPONIBLE EN HBO.