STUART GORDON El autor tras la máscara

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El pasado 24 de marzo fallecía a los 72 años el realizador norteamericano Stuart Gordon, bien conocido entre los aficionados al cine de terror de bajo presupuesto gracias, sobre todo, a Re-Animator.


Stuart Gordon apareció en el feliz panorama del cine de terror de los años ochenta haciendo posible algo que nadie había conseguido anteriormente, popularizar a H.P. Lovecraft. Tras los apagados intentos de Roger Corman con El palacio de los espíritus (The Haunted Palace, 1963), híbrido mezclado con Poe y el carisma de Vincent Price, o Daniel Haller con El monstruo del terror (Die Monster, Die, 1965) y Terror en Dunwich (The Dunwich Horror, 1970), el genio literario del horror cósmico no parecía tener fácil su adaptación directa a la pantalla. Sin embargo, avispados gurús de la serie B como Brian Yuzna o Charles Band, a través de su productora Empire, apostaron por adaptar una de las obras más asequibles del escritor para crear Re-Animator (1985), convirtiendo la gótica y oscura historia original en un demencial vehículo splatter que renovaba la estética del muerto viviente, añadiendo a la fórmula humor, erotismo algo grueso y mucho gore. Al frente de la empresa un joven Stuart Gordon, capaz de llevar a buen término el producto, que tenía que competir en el mercado con films de temática similar como El día de los muertos (Day of the Dead), la muy esperada tercera entrega de la saga zombi de George A. Romero, o la irreverente El regreso de los muertos vivientes (Return of the Living Dead), de Dan O’Bannon. La de Romero (hoy considerada, justamente, como una película indispensable) resultaba muy seria, deprimente y nihilista para la época, sorprendiendo en la taquilla la locura punkie de O’Bannon y, en los festivales especializados, la aproximación de Gordon con Re-Animator.


Re-Animator (1985)

En el Festival de Sitges de 1985, Re-Animator se ganó el favor del público y, sorprendentemente, el de la crítica, junto con la citada entrega zombi de Romero y films de otros gurús del terror del momento como Lifeforce (Fuerza vital), de Tobe Hooper. Entre risas histéricas, escalofríos y algún (mítico) desmayo en el Cine El Retiro, Re-Animator inició en Sitges un camino hacia la glorificación de la serie B en los años 80, aunque su éxito comercial (luego catapultado por el entonces rentable mercado del alquiler VHS) no significara que a Gordon le sonriera el destino. Fagocitado por Band y Yuzna, productores eficaces y que conocían el mercado, el siguiente trabajo para Empire, Re-Sonator (From Beyond, 1986) intentó repetir la fórmula, tomando como mero pretexto otro relato de Lovecraft, pero ni el tono ni el impacto fue el mismo a pesar de que hoy la película ha obtenido un reconocimiento de culto a partir de sus reediciones en Blu-ray. El camino de Gordon se apartaba de la vía theatrical y se centraba en producciones rápidas producidas por Band con destino al videoclub, como la muy estimulante Dolls (1987), siendo un intento más ambicioso de lo que en cambio fue Robot Jox (1989), un fracaso tremendo, aunque resultase ser una divertida traducción del robot eiga japonés, sobre todo del “Mazinger Z” de Go Nagai y adelantara el interés de Gordon por la ciencia ficción pulp. El director acompañaría a Band a la nueva aventura en Full Moon con una de las mejores películas de esa compañía, El péndulo de la muerte (The Pit and the Pendulum, 1991), adaptación del cuento de Poe que, a pesar de su nivel, no pasó de la distribución directa a video.


Re-Sonator (1986). Abajo: Dolls (1987) y Robot Kox (1989)


Años erráticos

Gordon intentó alcanzar un estatus más sólido en el panorama cinematográfico internacional, algo que casi alcanza con la apuesta de Disney por un guión suyo y de Yuzna para una aventura infantil titulada Cariño, he encogido a los niños (Honey, I Shrunk the Kids, 1989), pero el estudio terminó eligiendo al siempre cómodo Joe Johnston para llevar a buen término (y con gran éxito) su apuesta. Gordon lo intentó con esa ciencia ficción de contornos pulp que siempre le interesó, rodando uno de sus títulos más taquilleros en salas como fue Fortaleza infernal (Fortress, 1992), al servicio de Christopher Lambert, por entonces un taquillero héroe de acción. Pura Serie B pero con medios, Fortaleza infernal trasladaba a un escenario distópico y futurista el típico argumento del hombre injustamente encarcelado en una terrible prisión de la que intentará fugarse. Mientras veía que su guión para Secuestradores de cuerpos (Body Snatchers, 1993) acababa en manos de Abel Ferrara y era un enorme desastre comercial (injustamente, ya que es una muy buena versión del texto de Jack Finney), decidió seguir probando suerte con la ciencia ficción con Space Truckers (Transporte espacial) (1996), un film con espíritu de “Metal Hurlant” de los años sesenta, con un Dennis Hopper en plena ola de popularidad y un prometedor Stephen Dorff, pero problemas de distribución condenaron a la película al olvido y Gordon cosechó un fracaso considerable que debilitó su posición en Hollywood. Tampoco su vuelta con Charles Band se saldó con un éxito, pues la hoy reivindicada Castle Freak (1995) tuvo repercusión alguna y acabó en olvidadas estanterías de VHS, al igual que su fantasía infantil The Wonderful Ice Cream Suit (1996).


Fortaleza infernal (1992)

Con todo ello, Gordon se agarró a su amistad y relación con Yuzna, para quien escribió un perverso guión que acabaría siendo El dentista (The Dentist, Brian Yuzna, 1996), uno de los últimos grandes fenómenos del directo a video de los 90, un film desagradable y tremendamente gore que incluso generó una secuela en 1998. Yuzna embarcó a Gordon en su proyecto en España, la Fantastic Factory creada por la compañía Filmax, para que se encargara de dirigir Dagon (2001), una adaptación del famoso relato de Lovecraft que el propio Yuzna ya intentó levantar en tiempos de la Empire. El resultado fue aceptable, pues Dagon fue, posiblemente, el mejor film surgido de aquella aventura multinacional, aunque Gordon no acabó muy contento con el resultado de la experiencia. Quizá por ello decidió apartarse del cine de terror más tópico para afrontar proyectos de corte indie más personales y cercanos al thriller oscuro, etapa en la que cosechó las mejores críticas de su carrera con films como King of the Ants (2003) o Edmond (2003), con guión de David Mamet, que participó en la Sección Oficial del Festival de Venecia. Gordon volvió al terror de la mano de su amigo Mick Garris escribiendo y dirigiendo dos episodios para la serie Masters of Horror, uno basado en Lovecfraft (Dreams in the Witch House, 2005) y otro en Poe (The Black Cat, 2007), ambos notables. Su último trabajo fue un híbrido de thriller, horror y comedia negra llamado Stuck (2007), muy difundido en festivales de género y convertido en un título de culto en los últimos años.


Dagon (2001)

Stuart Gordon siempre fue ese director a punto de explotar como autor, cuya energía se podía detectar sin dificultad en trabajos como Re-Animator o Re-Sonator pero que siempre parecía mediatizada por sus compañeros de viaje, como Band o Yuzna. Quizá por su tendencia a la independencia creativa, su poca fe en los mecanismos del Hollywood más industrial o por perder el tren de una industria que avanzaba más rápido que su propia concepción del cine, Gordon no llegó ni siquiera a ser un outsider ilustrado como el propio Romero o John Carpenter, quedando en ese territorio indeterminado que solo se avivaba gracias al culto generado por su primera  película o la progresiva reivindicación de títulos como Dolls, Castle Freak o incluso la defenestrada en su momento Robot Jox. Director sugerente, sorprendente y lleno de recursos, puro espíritu de esa Serie B que enriqueció el cine de género de los años 70 y 80, Stuart Gordon nos deja con una filmografía corta pero todavía por descubrir de manera más contundente, además de la sensación de que siempre pudo ser ese autor que no acabó de llegar.

Ángel Sala