PIEL DE ASNO Jacques Demy
FRANCIA, 1970. T.O.: “PEAU D’ÂNE”. DIRECTOR: JACQUES DEMY. INTÉRPRETES: CATHERINE DENEUVE, JEAN MARAIS, JACQUES PERRIN, MICHELINE PRESLE, DELPHINE SEYRIG, FERNAND LEDOUX. EDITADO POR A CONTRACORRIENTE FILMS. |
Para definir y a continuación realizar la adaptación del conocido cuento de Charles Perrault “Piel de asno”, Jacques Demy se aproxima, una vez más, al universo de Jean Cocteau. En los distintos procesos de producción del largometraje, el cineasta parece preguntarse, una y otra vez, cómo hubiera encarado y solucionado el admirado artista los numerosos retos e interrogantes. Las conclusiones recogidas con las constantes zambullidas en el universo del maestro determinan indiscutiblemente el particular genio de una pieza formidable que, además, y casi milagrosamente, logra armonizar en sus imágenes las sinceras admiraciones y agradecimientos al ídolo con la firme mirada personal, y precisar incesantes diálogos entre tiempos, figuras y escrituras. Podemos encontrar una perfecta muestra de las charlas entre dimensiones en la secuencia en que el rey viudo le comunica a su hija la decisión de casarse con ella. El personaje interpretado por Jean Marais coge un libro de la pequeña biblioteca de sus aposentos y, tras revelar que es un volumen del futuro, lee unos versos efectivamente escritos por el mentor. El envejecido actor, observado con atención por la cámara de Demy, recita para Catherine Deneuve los poemas en un cuadro que rompe fronteras entre tiempos. En realidad, casi todos los cuadros de la película se componen con elementos de diferentes épocas y universos, de ahí la extraordinaria heterodoxia, casi mágica, del conjunto. Marais, desde luego, por su íntima implicación en el cine de Cocteau y su peso simbólico en la filmografía más también en una parte del cosmos del cine galo pretérito, es uno de los cuerpos fundamentales para propulsar y consolidar la propuesta de Demy. El personaje del soberano envejecido es una clara prolongación del atormentado maldito de La Bella y la Bestia (1946). ¿Acaso Piel de asno no se representa en el escenario imaginado veinticinco años antes por el poeta para traducir a celuloide el cuento de hadas, o al menos en sus restos? De algún modo, la versión de Demy del texto de Perrault se transforma en una suerte de emocionante secuela del film de los años cuarenta. Más de dos décadas después de enamorarse de Josette Day y romper el hechizo, Marais, ahora solo, cede el testigo a su hija y la responsabilidad de escribir el final de la historia.
Las palabras, las imágenes y, en definitiva, las enseñanzas de Cocteau ayudan decisivamente a concretar parte de la mirada del cineasta de Nantes. Su primer cortometraje importante, Le bel indifférent (1958), montado por cierto gracias al apoyo de Marais, es una admirable adaptación de la obra homónima resuelta con planos secuencia y una utilización notable de un decorado pintado de rojo. De una u otra forma, Cocteau está siempre o casi siempre en las imágenes de Demy. En las pasadas y en las del futuro. Incluso en las no registradas. Podría llegar a decirse que Demy aprende mucho de las penas del amor, del amor sublime e idealizado, recordemos, uno de sus temas esenciales, gracias a las invenciones del artista. Pero sería un gran error pensar que Piel de asno es un trabajo exclusivamente fascinado o mimético, armado, por momentos, al dictado. Se trata, decía más arriba, de una obra autónoma, y perfectamente integrada en el conjunto artístico de su creador. En sus fantasiosas imágenes teñidas de surrealismo pasado y Pop Art norteamericano regresan individuos y relatos; más también encontramos ciertas claves para aproximarnos a la biografía del director en el momento de la realización del film.
Describiendo el episodio del joven príncipe soñador y la heredera huida y disfrazada de cocinera pobre, en secuencias tan hermosas como la de la canción de los sueños, el largometraje recupera de Las señoritas de Rochefort (1967) la conmovedora y persistente busca del amor sublime, utilizando además a los mismos intérpretes: Deneuve y Jacques Perrin. Las cicatrices de las pasiones rotas vistas en los personajes de Lola (1961) o Los paraguas de Cherburgo (1964) son por otra parte idénticas a las que trata de ocultar el rey de Piel de asno. Es evidente que en su historia íntima se ocultan unas penas derivadas de un vínculo secreto con el hada encarnada por Delphine Seyrig. Pero por encima de esto, Piel de asno se ajusta según un modelo similar al utilizado para retratar la fiesta de Rochefort. Con independencia del origen del material, las dos películas niegan con ímpetu el peso de la realidad. Antes de aproximarse a Perrault, Demy se interesa precisamente por el plano real en su viaje a Estados Unidos con Estudio de modelos (1969), un triste descenso a los infiernos de dos perdedores en un decorado revuelto por la guerra en Vietnam y las crisis particulares. La amargura provocada por la singladura norteamericana lleva al nostálgico Demy a refugiarse en un mundo fantástico de celuloide y narraciones infantiles. Un mundo que ya en rara ocasión vuelve a abandonar.
Ramón Alfonso