Nightmare Cinema

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Otro tributo-antología al terror b

Film de episodios a la vieja usanza que desempolva, entre la nostalgia y la parodia, asesinos slasher, mad doctor, posesiones diabólicas, realidades paralelas y espectros.


La fórmula no es nueva, y uno de los impulsores de la película, Mick Garris, ya ha hecho todo tipo de probaturas al respecto, desde crear las series de relatos autónomos Masters of Horror y Terror en estado puro, hasta producir la serie de ciencia ficción Masters of the Science Fiction. Para alguien como Garris, experto en continuaciones –director de Critters 2 y Psicosis 4, guionista de La mosca 2– y creaciones televisivas –realizó un episodio de Cuentos asombrosos, otro de Historias de la cripta y los tres de la versión catódica de El resplandor–, la serialidad resulta normal. Nightmare Cinema, de la que es productor, director de un episodio y de las escenas que sirven de engarce y que atañen al personaje de Mickey Rourke, un proyeccionista de cine que se define como coleccionista de muertes, se ajusta a los criterios de la antología cinematográfica de relatos de terror condensados en un solo film, en la línea de Bolsa de cadáveres o Creepshow, con cinco directores distintos para otras tantas historias. Como antología terrorífica reúne parte de lo más granado del género. Como film de episodios, tiene los problemas de siempre en este tipo de productos. No nos cansaremos de escribirlo, pero no hay excepción a la regla: el conjunto es descompensado porque siempre hay algún episodio bastante bueno y otros que no están ni por asomo a la misma altura.



Como film de episodios, tiene los problemas de siempre en este tipo de productos:

el conjunto es descompensado porque siempre hay algún episodio

bastante bueno y otros que no están ni por asomo a la misma altura


Dos de los participantes son habituales en este tipo de películas, Garris y Joe Dante. Otro es un cineasta ciertamente intermitente, David Slade, que sorprendió hace quince años con Hard Candy –un debut que le valió el premio a la mejor película en Sitges– y en los últimos tiempos ha firmado Black Mirror: Bandersnatch, más interesante por el sistema narrativo-interactivo de Charlie Brooker que por su trabajo de dirección. Los dos realizadores restantes deberían aportar una mirada distinta dadas sus procedencias, el cubano Alejandro Brugués (responsable de Juan de los muertos, un relato de zombis simpático, sin más), y el japonés Ryûei Kitamura (Sky High y Azumi, entre otras). El episodio de Kitamura es el peor de todos, mal rodado, peor interpretado y con una música chirriante que ni crea atmósfera, ni subraya ni tensa. Y el de Brugués tampoco pasa del estadio de gracioso reciclaje del gore paródico de Serie B.

  El nexo de unión es la sala de cine de pesadilla a la que alude el título. Se trata de un viejo cine, el Rialto, situado en una calle desierta de una gran ciudad. En el prólogo de cada relato, un personaje llega al cine, ve el cartel luminoso en el que se anuncia un film distinto cada vez, entra en la sala a pesar de que no hay taquilleros, acomodadores, espectadores ni palomitas (¿metáfora nostálgica de la atracción que se va perdiendo irremediablemente por la sala oscura?), se sienta en una butaca de la platea –en el primer segmento una luz le indica dónde debe sentarse, en el resto ya da igual– y comienza la proyección de una película en la que cada espectador, y sus miedos más profundos, se convierte en protagonista de lo que transcurre en la pantalla. Todo es muy sencillo, un homenaje a las sesiones de programa dobles, las matinés y el cine de terror barato, con un amplio catálogo de motivos argumentales.

  Una chica discute con su novio por el móvil. Descubre el cine, entra y ve un film en el que ella y algunos amigos son atacados salvajemente en un bosque por un tipo armado con un pico y casco de soldador. Este primer episodio, realizado por Brugués, es una parodia de la parodia, un ultra-gore, pero sin llegar a la redimensión del género llevada a cabo por Peter Jackson. Rinde tributo en su final tanto a La invasión de los ladrones de cuerpos como a Vinieron den dentro de…, contiene una secuencia de diversión slasher a costa de unos cuchillos de cocina y tiene un buen giro final. En el segundo, un Joe Dante que se encuentra en su salsa filmando a una pareja en el exterior luminoso de la sala cinematográfica (Matinee) pasa después a mostrar las desventuras de ella, marcada por una inmensa cicatriz en la mejilla, cuando acepta someterse a las operaciones de un mad doctor de la cirugía plástica encarnado por Richard Chamberlain. Un chiste, nada más. Al final aparece por primera vez el proyeccionista, y el rostro tantas veces retocado de Mickey Rourke es como un espejo (autoparódico) de lo que acabamos de ver.



  Kitamura, con un sacerdote de improbable espectador solitario, fracasa en su relato de posesiones diabólicas en un colegio religioso, ni sugerente en las emanaciones del mal ni divertido en el festival gore de decapitaciones y brazos cercenados. Otra cosa es el segmento de Slade, una auténtica pesadilla filmada en blanco y negro en el que una mujer de mediana edad vive en una realidad paralela donde cree que todas las personas, menos sus dos hipotéticos hijos, tienen el rostro deformado y deambulan por escenarios viscosos y putrefactos. Un cuento de horror mental visualizado con mucho ingenio. Garris cierra la función con la historia de un adolescente mestizo que presencia en el cine la historia de la muerte de sus padres y la suya propia… durante diecisiete minutos. Salvado por los médicos, es capaz a partir de ese momento de ver otros muertos deambulando por las salas de urgencias del hospital. El episodio tiene una buena idea, la de que el joven protagonista deba hacer frente por igual a una amenaza real, la del asesino que ha vuelto a buscarle al hospital, y a una sobrenatural, representada por una madre egoísta que desea que muera para reunirse finalmente con ella.

Quim Casas


USA, 2018. T.O.: “Nightmare Cinema”. Directores: Mick Garris, Alejandro Brugués, Joe Dante, Ryûhei Kitamura y David Slade. Intérpretes: Mickey Rourke, Richard Chamberlain, Maurice Benard, Stephanie Cood, Orson Chaplin. DISPONIBLE EN MOVISTAR +.