Hunters

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La liga de la justicia judía

No puede disociarse la producción de Hunters —cuya primera temporada, un total de diez episodios, hemos disfrutado en modo guilty pleasure—, de otros ejercicios de ficción reciente como 7 días en Entebbe (2018), El espía (2019), Rescate en el Mar Rojo (2019), The Vigil (2019) o Jojo Rabbit (2019). Todos ellos parecen apuntar a una nueva reivindicación desde el audiovisual norteamericano del estado de Israel y, por extensión, las vicisitudes del pueblo judío, ante el antisemitismo que vuelve a observarse en el panorama internacional desde hace unos años; un antisemitismo en el que confluyen de manera sorprendente esferas ideológicas tan dispares como la alt-right estadounidense y el laborismo británico.


Hunters invoca un espíritu combativo contra ese discurso del odio que rompe con el relato consensuado de los judíos como sufridores reiterados de todo tipo de persecuciones y exterminios; algo que ha permitido por una parte a Israel exprimir la carta del victimismo durante décadas pero que, al mismo tiempo, ha depositado sobre los judíos un estigma de mansedumbre que pocas ficciones de Hollywood, Resistencia (2008) por ejemplo, se habían atrevido a debatir. Hunters sigue la estela de aquel film de Edward Zwick y eleva su apuesta: al situar la acción en los Estados Unidos de los años setenta, donde un superviviente del Holocausto lidera un grupo de justicieros que cazan nazis ocultos en el país, la serie se adscribe a un momento histórico en el que la comunidad judía también fue puesta contra las cuerdas y reaccionó contra ello con un enorme vigor, tanto en los planos de lo político, lo militar y lo diplomático como en el de la ficción.



Hay que reconocerle a «Hunters» el mérito de arriesgar y de recordarnos que la

ficción tiene derecho a ser ficción y a librar las batallas que sus creadores tengan a

bien, no aquellas susceptibles de procurarnos a nosotros tranquilidad de espíritu


En Hunters hay ecos evidentes de producciones tan exitosas de aquella época como Marathon Man (1974), Los niños del Brasil (1976) y Holocausto (1978). Películas y series que, todo hay que decirlo, trataron de otorgar una gravedad a sus argumentos opuesta con frecuencia a su naturaleza de entretenimientos masivos, por lo que las imágenes terminaban por adquirir un tono lindante con lo pulp, lo grotesco. En Hunters se percibe muy pronto que la reincidencia premeditada en ese pulp, que había de incluir sí o sí guiños artificiosos a Quentin Tarantino y, algo mucho más interesante, al universo de los superhéroes a cuenta de la pasión por los comic books que siente el adolescente protagonista, Jonah (Logan Lerman), es una máscara; bajo la misma anida una voluntad didáctica, inspiradora y de denuncia al respecto de cuestiones como el reciclaje tras la Segunda Guerra Mundial de científicos nazis por parte del mundo libre o la idiosincrasia y los rituales judíos, que nos son mostrados con detenimiento inusual.

Esa apología de cierta ortodoxia política y religiosa lleva Hunters al terreno de lo conservador: en última instancia, Jonah, que recuerda mucho en principio a Peter Parker, el Spider-Man del universo Marvel, con lo que ello acarrea en términos de duda y relativismo seculares, acaba por transitar un camino del héroe muy tradicional que le devuelve al seno de su cultura originaria. Hasta la manipulación de que es objeto el joven por parte de su mentor, Meyer Offerman (Al Pacino), y un chocante descubrimiento final, sirven al propósito de reforzar sus nuevas convicciones justicieras/ vengativas, amén de proyectar la serie hacia futuras temporadas de alcance internacional. Aunque el discurso de Hunters no deja lugar a dudas, más aun, muchas situaciones caen de lleno en lo inmoral con tal de legitimar el signo propagandístico del relato, la gran paradoja estriba en que lo más atractivo de la serie son, como suele ocurrir, los villanos nazis y sus cómplices, cada uno más carismático y esperpéntico que el anterior. Frente a ellos palidecen, tanto los miembros de la liga de la justicia judía que crea Meyer, como los agentes de la ley que investigan sus asesinatos de venerables ancianitos, personajes diseñados de acuerdo a las plantillas de diversidad vigentes hoy en día.



En un momento en el que impera la neurosis en torno a la representación del mal, y en concreto el fascismo, en el audiovisual, hay que reconocerle a Hunters el mérito de arriesgar y de recordarnos que la ficción tiene derecho a ser ficción y a librar las batallas que sus creadores tengan a bien, no aquellas susceptibles de procurarnos a nosotros tranquilidad de espíritu. La serie brinda por ello numerosos puntos de interés al espectador, aunque, a nivel narrativo, adolezca de lo que tantas otras: tras un capítulo introductorio muy sólido que dirige Alfonso Gómez-Rejón —Espera hasta que se haga de noche (2014), La guerra de las corrientes (2017)—, se prodigan las secuencias y hasta los capítulos de puro relleno, las derivas incongruentes, el abandono y la recuperación de personajes sin rigor, y una sensación frecuente de que lo contado podría ir en cualquier otra dirección sin que tampoco nos importase demasiado. Hay que sumar además a lo largo de varios capítulos un arsenal de flashbacks sobre el pasado de Meyer y la abuela de Jonah en Auschwitz que perjudican lo conjugado en presente y adquieren a partir de cierto punto un cariz melodramático destinado a justificar el desenlace de esta primera temporada.

Elisa McCausland y Diego Salgado


USA, 2020. T.O.: «Hunters». Creador: David Weil. Intérpretes: Al Pacino, Logan Lerman, Lena Olin, Saul Rubinek, Carol Kane, Josh Radnor, Greg Austin. DISPONIBLE EN AMAZON PRIME VIDEO