En la mente de Vin Diesel
CREADO EN 1992 Y PUBLICADO por la firma Valiant Comics, «Bloodshot» es una colección centrada en las andanzas de un soldado que puede regenerarse tras recibir todo tipo de impactos mediante un ingenio de la nanorrobótica introducido en su organismo. La adaptación al cine parece, inicialmente, un producto diseñado exclusivamente para las conocidas habilidades de Vin Diesel, pero poco a poco adquiere más entidad y acaba aproximándose a algunas de las pesadillas y fabulaciones de Philip K. Dick en torno a lo real y lo soñado, la memoria suplantada y el implante de recuerdos de experiencias no vividas. Tampoco es cuestión de exagerar y no vamos a situar la película al nivel, temáticamente hablando, de Blade Runner, Desafío total, Minority Report o Paycheck, ya que en el fondo todo es bastante más simple en Bloodshot y el personaje principal es una especie de pastiche de los desarrollados en Soldado Universal y Terminator (soldados y policías muertos reconvertidos en máquinas de matar más allá de lo humano y lo androide) aderezado con los elementos desaforadamente vengativos de otros héroes del cómic como Punisher.
El inicio del film es decididamente vulgar. Tras una secuencia en la que Ray Garrison, un marine o miembro de un cuerpo especial, qué más da, realiza satisfactoriamente la misión que le han encomendado a él y su grupo, rescatar a un rehén de una facción posiblemente islámica, sigue una sucesión de planos-postal en los que Garrison pasea con su compañera Gina por una paradisíaca localidad en la costa italiana. El tópico del reposo del guerrero, en definitiva, realzado con unos encuadres y montaje trasnochados. Lo que sigue inmediatamente tampoco es un dechado de originalidad: un sicótico torturador se ceba en el protagonista y su amada bailando al ritmo del «Psycho Killer», la canción de Talking Heads que viene utilizándose de forma indiscriminada, y no siempre original, para ilustrar «momentos» de asesinos en serie cinematográficos.
Cuando a Garrison le disparan un tiro en la cabeza y su cuerpo cae en manos del científico encarnado por Guy Pearce, al protagonista se le presenta aquello que está en la base de la cultura estadounidense: una segunda oportunidad. Básicamente se trataría de vengar el asesinato de su esposa, pero también de tener una nueva existencia, aunque sin conciencia ni recuerdos de la vida pasada, gracias a los nanorobots mecánicos en miniatura –visualizados como si se tratada de insectos artificiales– colocados en su sangre y que reparan de forma rápida cualquier herida, por profunda y lacerante que sea. Al invento se suman microprocesadores inalámbricos situados en su cerebro para que el científico loco pueda comunicarse con él.
Pero tras una divertida secuencia de acción en el interior de un túnel lleno de harina e iluminado con bengalas rojas, la trama da un giro y el tema de la venganza, la segunda oportunidad y otras patrañas deja de tener importancia. El guión, curioso pero insuficiente, y la realización, funcional pero no nítida, nos abocan a unos cuantos requiebros y rotaciones dramáticas en las que la manipulación de la mente y el recuerdo pueden llegar a tener más importancia que la fuerza física y el músculo de Van Diesel. No es un espejismo, ya que adopta la parte central (y mejor) del film, aunque todo concluye con la exaltación de la acción habitual que se lleva por delante personas, vehículos, pavimento, ascensores y edificios enteros.
Quim Casas
USA, 2020. T.O.: «Bloodshot». Director: Dave Wilson. Productores: Toby Jaffe, Dinesh Shamdasani, Jason Kothari y Neal H. Moritz. Guión: Eric Heisserer y Jeff Wadlow. Fotografía: Jacques Jouffret, en color. Música: Steve Jablonsky. Intérpretes: Vin Diesel, Eliza Gonzalez, Guy Pearce, Toby Kebbell, Sam Heughan, Lamorne Morris. |