In memoriam Joan Pineda Sirvent (1931–2020)

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Pianista y amigo

Cuesta escribir sobre una persona una vez que nos ha dejado cuando ha sido muchas cosas para ti. Porque Joan Pineda Sirvent, aparte de amigo, había sido médico de familia de mis hijos, uno de los mejores pianistas en el arte de escribir e improvisar partituras para películas no habladas y compositor de música cinematográfica. Conocí su nombre cuando compré su single con la música de La otra imagen y ver después aquella película de Antoni Ribas. Coincidimos en el Festival de Cine Musical de Santander, invitados, él como pianista de prestigio de clásicos del cine mudo y yo como autor de una monografía sobre Miklos Rozsa publicada en «Dirigido por…» nº 51 allá por 1979. La cosa se fue intensificando cuando en un verano de finales de los años 80 fui a ver en el Patio del Hospital de la Santa Creu de Barcelona una proyección del film de Erich Von Stroheim Maridos ciegos (1919). Cuando en «Dirigido por…» empecé a publicar entrevistas con compositores cinematográficos, le hice una repasando su carrera publicada en el libro «Partituras de películas» (Ed. Nuer), y después, cuando estuve en Mediapark y se inició la colección «Compositores de Cine» con entrevistas filmadas y programadas en el canal CinemaTK de Canal Satélite Digital, le filmamos tocando al piano clásicos del cine no hablado como La pasión de Juana de Arco de Carl Theodor Dreyer (1924), entrevista recogida en el libro editado por la Diputación de Badajoz «Conversaciones con Músicos de Cine».

De esos encuentros y de la amistad que había entre nosotros surgió la idea de unirnos para escribir un libro, iniciado hace más de 25 años, que estudiara algunas de las bandas sonoras más famosas de la historia del cine. Empezamos a principios de los 90 y la cosa se hizo sin prisas pero también sin pausas. El paréntesis más largo y definitivo fue a finales de la década de 2000. Los últimos pasos de nuestra relación sucedieron cuando un amigo me dijo que había muerto su mujer. Me faltó tiempo para llamarlo y me dijo que sí, que su mujer había muerto hacía dos años, en octubre o noviembre de 2017. El último eslabón sucedió cuando un amigo me dijo que estaba ingresado en el Hospital de Sant Pau. El pasado 25 de enero fue cuando su hija me comunicó su fallecimiento.

Sabido es que nadie es profeta en su tierra, y en Catalunya aún menos. El Mestre Pineda es para mucha gente aquel señor que tocaba al piano clásicos del cine mudo en la Filmoteca de la Generalitat y nada más. Sin embargo fue uno de los más grandes en improvisar o en componer y tocar al piano partituras de los clásicos y como tal fue invitado a los festivales europeos más importantes como el de Podernone y La Rochelle. Pero aquí no. Aquí solo tuvo el Premi Sant Jordi de Cinematografía, pero no la Creu de Sant Jordi ni un Goya de Honor ni por supuesto un Gaudí de Honor, y es una pena que nos dejase, olvidado de casi todos. Que descanse en paz allí donde esté tocando el piano y versionando las imágenes de Griffith, Stroheim, Wiene, Lang, Dreyer y tantos y tantos más.

Joan Padrol


Dr. Joan y Mr. Pineda Todo empezó con una proyección de Fausto. El presentador, su amigo Jordi Torras, le dijo que se había estropeado el tocadiscos y le pidió que acompañara la proyección tocando el piano pero que lo hiciera desde detrás de la pantalla para que no le vieran los espectadores. A partir de este inicio improvisado, Joan Pineda se convirtió en un pianista especializado en cine mudo para el que compuso más de 500 partituras. Y, sin embargo, no todo fue tan fácil. A pesar de reconocer su capacidad para la composición y de haber estudiado en el Conservatorio Municipal de Música de Barcelona, sus padres insistieron en que estudiara medicina que era algo bastante más seguro para su futuro. Pineda hizo caso a la recomendación paterna pero sin dejar de tocar el piano. Así, año tras año, se transformó en un perfecto sosias del Dr. Jekyll y Mr. Hyde pero sin su truculencia ni sus asesinatos. Por las mañanas ejercía de médico y por las noches acompañaba sesiones de cine en diferentes espacios. No era nada extraño que en algunas ocasiones los pacientes le dijeran que «ayer en la Filmoteca vi una película muda con un pianista que se parecía mucho a usted».

Al comienzo, Pineda colaboró con Joaquín Soler Serrano en un programa de Radio Barcelona que se llamaba «Cine sin imágenes». El locutor hablaba de las bandas sonoras que había merecido un Oscar y él las interpretaba al piano. En su larga trayectoria radiofónica compartió micrófono con Jaime Picas, Enric Ripoll Freixes y Salvador Escamilla. Por otra parte, se encargó en «Jano», una revista profesional del sector sanitario, de un espacio con un título elocuente: «El gabinete del Dr. Pineda». En su larga trayectoria, también compuso bandas sonoras para diversos films: Pastel de sangre, Una familia decente, La muerte del escorpión y Serenata a la luz de la luna, entre otros. Aunque, posiblemente, por lo que más se le recuerde fue por sus actuaciones en la Filmoteca de Catalunya donde, además de acompañar la proyección de las películas, con frecuencia ejercía también de presentador de las mismas.

En el año 1984, tuve ocasión de conocer y en cierta manera de colaborar con Joan Pineda. El Instituto Italiano de Barcelona organizó un ciclo de conferencias sobre «Il primo Novecento in Italia» con la proyección de varias películas mudas que nosotros veíamos por la mañana (todavía faltaban muchos años para la edición digital) y que él acompañaba unos días después por la tarde. Me sorprendió su extraordinaria facilidad para captar el «carácter» del film y a la vez la enorme diferencia que había en ver las mismas películas en silencio o con música, más exactamente con su música. Después de una proyección de Quo Vadis? (1924), el presidente de las Juventudes Musicales de Barcelona le felicitó y le dijo que debería guardar la partitura, a lo que Pineda le contestó que simplemente había improvisado y que ya no se acordaba de lo que había tocado. Es difícil saber con exactitud cuantas partituras ha dejado escritas. De momento, y como testimonio de su labor, se editó hace unos años un doble CD con el título de «Joan Pineda a la Filmoteca. Música per a cinema» que recoge una antología de sus composiciones.

Diversos encuentros posteriores me confirmaron su carácter jovial y comunicativo. En cierto ocasión dijo que su estado habitual era la melancolía «pero no la melancolía triste, sino la feliz». Debo confesar que nunca advertí esta melancolía y sí, en cambio, su pasión y su entrega. Los aficionados al cine de los pioneros seguiremos viendo las mismas películas pero nunca serán igual sin su acompañamiento. De repente, el cine mudo se ha quedado si cabe más silencioso. Pero, como se ha dicho, Pineda no era un hombre triste. Todo lo contrario, su sentido del humor llegó hasta el recordatorio de sus funerales con una sentencia de Groucho Marx: «Tengo la intención de vivir para siempre o de morir en el intento». Lo consiguió. Su recuerdo nos acompañará cada vez que veamos algunas de las muchas películas a las que puso música a lo largo de su vida.

Rafel Miret