Festival de Rotterdam 2020

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Con el cambio de década, Rotterdam vivió su última edición bajo el mando de Bero Beyer, que le pasó el testigo en la dirección a Vanja Kaludjercic, con vistas a la celebración el próximo año del 50 aniversario del Festival. En la práctica, nada de eso alteró el rumbo de un certamen perfectamente organizado, cercano con la prensa y agradecido con el espectador, con una programación bastante amplia de la que daremos cuenta en pequeñas pinceladas.

Sin duda, Latinoamérica fue una de las cinematografías mejor representadas. De entre sus películas destacaron obras como Si yo fuera el invierno mismo, en la que Jazmín López prosigue la estela de Leones (2012) a la par que, con la complicidad del operador de cámara Rui Poças, discute, representa y parodia el legado de ciertos autores europeos, de ciertas estéticas y consignas políticas, de Godard a Harun Farocki, en una propuesta que merece la pena ver con la mirada desprejuiciada. Otro tanto se puede decir de Las poetas visitan a Juana Bignozzi, de Laura Citarella y Mercedes Halfon, estupendo film-ensayo que bajo sus ropajes de documental explora, como señalaba el compañero Antonio M. Arenas, si todavía es posible filmar la poesía, las palabras que sus directoras encuentran en los versos de Juana Bignozzi. Otra poesía, esta vez visual, impregnaba las imágenes de Piedra sola, de Alejandro Telémaco Tarraf, en su forma de filmar una cultura en el ocaso, atrapada en ese Norte Argentino en la frontera con Bolivia.

De América a China, a una cinematografía que presentó unas cuantas películas, desde la mirada regionalista de Gu Xiaogang en Dwelling in the Fuchun Mountains a un cine en la línea de Bi Gan como Damp Season (Gao Ming, 2019) o The Cloud in her Room, a la postre, ganadora del premio grande del Festival. Hubo tiempo, también, para un mini-ciclo de cine hongkonés (y qué maravilla, de verdad, ver un poco de Johnny Mak en pantalla grande), algún agradable ejercicio de thriller comercial a la coreana (Beasts Clawing at Straws) y la película anual de Takashi Miike, First Love, con el ojo puesto en el cine que practicaba en los 90.



Más allá de eso, Rotterdam nos dejó la próxima propuesta de A24, Saint Maud, bálsamo en forma de negra comedia, con unas impresionantes Jennifer Ehle y Morfydd Clark, con el que salvar los tontos prejuicios frente al elevated horror; Adoration, o la demostración de que Fabrice du Welz ha sublimado su idea del fantástico; Make Up, debut de Claire Oakley en el que un parque de caravanas en la costa del norte inglés alumbra un malsano coming of age; Muidhond, de Patrice Toye, excelente drama con la pederastia como punto de partida; o El año del descubrimiento, de Luis López Carrasco, monumental trabajo que trasciende la etiqueta del documental o el ensayo para, a través de la pantalla partida, el testimonio y las conversaciones trazar una ambiciosa reflexión política en torno al ayer y el hoy de España.

Óscar Brox