A mediados de los años sesenta irrumpe en la escena austriaca el joven Peter Handke. En muy poco tiempo, este prolífico artista, presentando funciones de teatro de vanguardia y jugando con las formas de una estrella del pop, se convierte en uno de los más comentados y discutidos enfant terrible de las letras europeas. Después de más de cincuenta años de marcha artística, es uno de los creadores más sobresalientes, personales e inconformistas de las letras internacionales.
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