Le mystère Velázquez
ANDRÉS SANZ CONCIBE UN FASCINANTE DOCUMENTAL sobre el misterio que rodea a Las Meninas de Velázquez. Estructurado en forma de trama detectivesca, El cuadro ofrece además unas sugerentes reflexiones sobre el acto de mirar y los mecanismos que condicionan la interpretación de una obra de arte.
En la novela «El gabinete de un aficionado», Georges Perec construye, a modo de collage, ya que introduce recortes de prensa, textos y declaraciones, la historia de un lienzo, el que da título al relato, pintado con gran minuciosidad por un tal Heinrich Kürz y en el que retrata al fabricante de cerveza Hermann Raffke sentado ante sus cuadros predilectos de su colección de arte. Uno de ellos, situado en la pared del fondo, en el centro de la composición, es el propio cuadro de Kürz que este ha reproducido siguiendo la estructura de mise en abyme, de tal manera que el coleccionista se ve retratado mirando su colección, y así sucesivamente. Perec apunta, tras la enorme expectación que genera la obra cuando se expone por primera vez en Pittsburg en 1913, a la que acuden incluso algunos con lupa de joyero, que «el juego favorito de estos observadores maníacos, que acudían varias veces al día para examinar sistemáticamente cada centímetro cuadrado del cuadro, y que desplegaban tesoros de ingenio (o de audaz acrobacia) para poder ver mejor las partes superiores de la tela, era descubrir las diferencias entre las sucesivas versiones de cada una de las obras representadas, por lo menos respecto a sus tres primeras repeticiones, ya que la mayoría de los detalles evidentemente dejaban de ser claramente discernibles después» (Anagrama, 2008, pp. 23–24). Sin embargo, tanto el cuadro, el pintor y el propio Raffke como otros nombres que se citan en el relato son producto de la imaginación del escritor parisino.
Andrés Sanz concibe una estrategia similar en cuanto a que también realiza una minuciosa exploración de cada uno de los detalles de Las Meninas. Pero su objetivo es descifrar los enigmas del lienzo de Velázquez, que han dado lugar a múltiples y variadas interpretaciones a lo largo de la historia, a través de diferentes puntos de vista: desde el análisis de la propia composición o los juegos de perspectiva y especulares hasta la propia historia interna del lienzo o su relación con los acontecimientos de la época.
Con la ayuda de Eusebio Poncela quien, como una suerte de maestro de ceremonias, casi como si fuese José Nieto, el aposentador que Velázquez retrata al fondo del lienzo, Sanz, como un moderno Sherlock Holmes, introduce al espectador en la trama. Y al igual que Perec, utiliza la técnica del collage en la que combina imágenes de archivo, secuencias de antiguas películas de misterio, maquetas y figuras animadas en stop–motion que le sirven para ilustrar los diversos aspectos del cuadro que desmenuzan varios especialistas del mundo del arte durante sus entrevistas en una suerte de sala de interrogatorios: entre otros, Jonathan Brown, uno de los mayores expertos en Velázquez; Manuela Mena o Javier Portús, conservadores del Museo del Prado; las restauradoras Maite y Rocío Dávila, catedráticos e historiadores del arte como Francisco Calvo Serraller, Svetlana Alpers, Félix de Azúa o Fernando Marías; Keith Christiansen y Michael Gallagher, conservadores del Metropolitan de Nueva York o el pintor Antonio López. Testimonios que en ocasiones son contradictorios, lo que le imprime a la trama un carácter si cabe aún más enigmático.
Pero más allá del juego detectivesco, el documental ofrece una serie de reflexiones sobre el acto de mirar: cuánto de lo que muestra un artista es real y cuánto pertenece a su propia invención, hasta qué punto son veraces los testimonios de la época –Portús llega a preguntarse si el pintor y tratadista Antonio Palomino (1655–1726), quien conoció a algunos de los retratados, ha contado todo sobre el cuadro–; e incluso hasta qué punto son fidedignas las propias interpretaciones que se hacen de una obra de arte: Alpers sostiene que «la gente ve muchos misterios, pero creo que no saben mirar. Quiero decir que hoy en día las imágenes están en todas partes. ¿Alguien las mira? ¡No! Hacen una foto, la suben a internet o la envían a alguien, pero nadie se detiene y mira».
En «El gabinete de un aficionado», Perec reproduce una frase de un tal Lester Nowak, autor de una tesis sobre Kürz, en la que se refiere al citado cuadro de Raffke mirando su colección de pintura como un «trabajo de espejo al infinito donde, como en Las Meninas o en el Autorretrato de Rigaud conservado en el museo de Perpignan, el mirado y el que mira no cesan de enfrentarse y confundirse » (p. 30). Algo de lo que en cierta manera sucede durante el visionado del excelente documental de Andrés Sanz.
Carlos Tejeda
España, 2019. Director y guión: Andrés Sanz. Productor: Antonio Gómez–Olea. Fotografía: Javier Ruiz Gómez, en color. Montaje: Andrés Sanz. Documental. |