Cómo representar el pasado? ¿Puede el cine narrar algo que ya no es hasta las últimas consecuencias? Múltiples son los ejemplos de películas que están situadas en épocas distintas, pero considero pertinente plantear la dificultad de (re)presentar algo que ya no es o que las personas que realizaron la película no vivieron.
Esta edición del festival Cinespaña de Toulouse, dirigida con gran inteligencia y audacia por Alba Paz y Loïc Díaz-Ronda, presentó algunos ejemplos especialmente interesantes a este respecto. Desde distintos puntos de vista y pasando por caminos diferentes, se encuentran cuatro películas tan dispares como La petita fera, de Jordi Ardid, Les Perseides, de Alberto Dexeus y Ànnia Gabarró, Oscuro y lucientes, de Samuel Alarcón y Cantares de una revolución, de Ramón Lluís Bande.
En las dos últimas predomina la mirada del hoy sobre el espacio vacío, sobre el resto de lo que fue y sigue siendo porque la presencia del cineasta lo reaviva. Las imágenes de Oscuro y lucientes, mecidas por el aliento de la aterciopelada voz de Féodor Atkine, nos remiten a la lápida de Goya para narrar la fascinante historia de lo que sucedió con su cuerpo tras su muerte. Por otra parte, las imágenes de Bande nos adentran en los espacios en los que tuvo lugar la Revolución de Asturias de 1934. En el caso de Cantares de una revolución, la lectura de los testimonios escritos de los protagonistas y las canciones interpretadas por Nacho Vegas sostienen la luz que ilumina el recuerdo de los que ya no están para narrar(se). Ambas películas invocan el pasado a partir del monumento: tanto Bande como Alarcón apelan al testimonio visible de lo que queda para escribir una memoria en presente. En este sentido, me parecen dos películas muy importantes ya que disponer de relato es recuperar la dignidad perdida por la muerte y por el olvido.
Ahora bien, ¿cómo asumir esta ausencia cuando nos falta una base histórica para construirla? Tanto en el caso de Les Perseides como en el de La petita fera, la sombra del pasado se vislumbra en el rostro de los personajes. Las imágenes de Dexeus y Gabarró transitan por los senderos del relato de la adolescente que descubre la trascendencia del pasado a través de la realidad que le es más inmediata, la casa de infancia de su padre. Ardid también emprende la ruta de la ficción para terminar realizando un contundente film de puro cine. Un hombre que vive solo en una casa se ve atenazado por unos misteriosos ruidos que provienen de la buhardilla. Ambas películas sugieren la ausencia de relato del pasado, así como la urgencia de la búsqueda del mismo.
Los tonos de las cuatro películas son distintos, aunque todas se encuentran en la evidente necesidad de relato para ser y existir. Asimismo, en Cinespaña también se programó un excelente ciclo llamado «¿Dónde está el espíritu de la República?», en el que se recogían algunas de las maravillosas e inolvidables películas realizadas por republicanos durante el franquismo.
Miquel Escudero Diéguez
Portada: «La petita fera», de Jordi Ardid.