Festival Biarritz América Latina 2019

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Trabajar con actores no profesionales, también llamados actores naturales, no puede ser un capricho más de una supuesta corriente de cine de autor que pretenda justificar todo (o casi todo). Aunque estén interpretando un personaje que no es el suyo, rodar con actores no profesionales que vienen de lugares verdaderamente desfavorecidos y oprimidos no puede ser un dandismo cuyo único propósito sea el de aliviar conciencias: se requiere un compromiso real con las personas que se prestan a participar en una película. El contrato entre un cineasta y su actor va más allá de la realización de un documental o de una película de ficción, hay que saber mirarles a los ojos: sin condescendencias humillantes, sin utilizarles para recibir aplausos y palmaditas en la espalda.

En este sentido, la programación del Festival Biarritz América Latina es ejemplar. Antoine Sebire, como delegado general del festival, y Lucile de Calan, como directora de la programación, trazan las líneas de un proyecto ambicioso y exigente que presenta en Europa algunas de las mejores películas que se producen en América Latina. Decía Flaherty que el tiempo del cineasta no es más importante que el de las personas que están delante de él. Así, el cine deviene una experiencia compartida en la que se toma conciencia de la importancia de vivir con los personajes, no de existir como cineastas a su costa. Ese respeto y esa consideración van más allá de una nota de declaración de intenciones, el montaje es la prueba definitiva de ello.

Canción sin nombre es un ejercicio de dignidad cinematográfica. Georgina espera su primer hijo en Perú, en el año 1988. Después del parto, los responsables del dispensario se niegan a decirle dónde está su hijo y emprenderá su búsqueda por todos los medios que estén a su alcance. Melina León e Inti Briones, el director de fotografía de la película, siguen al personaje de Georgina en sus silencios, en sus paseos con Leo, su marido, subiendo y bajando una colina, como si fueran una pareja de sísifos errantes.

Por otro lado, A Febre es un ejemplo maravilloso de este mismo respeto por los personajes de una película. Justino, un amerindio de 45 años que trabaja como agente de seguridad en el puerto comercial de Manaus, en Brasil, empieza a sufrir una misteriosa fiebre. Justino ve pasar los containers del puerto de un lugar a otro y podemos observar cómo su respiración se ve afectada por los sonidos que provocan el movimiento de las máquinas.

Tanto Da-Rin como León dejan el tiempo necesario a sus personajes para sentir lo que están viviendo. Todas esas secuencias, en las que aparentemente no sucede nada, serían probablemente desechadas en muchas otras salas de montaje, pero en el caso de estos dos films constituyen la esencia misma del relato. Tanto Justino como Georgina, interpretados por Regis Myrupu y Lidia Quipse respectivamente, cobran su dimensión humana en la duda, en su posibilidad de ir a otro lugar que no sea el final previsto por el destino que les ha sido escrito.

Miquel Escudero Diéguez

Portada: «Canción sin nombre», de Melina León.