Banda sonora

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El último libro escrito por el crítico Christian Aguilera sobre compositores de bandas sonoras es un volumen editado por Rosetta (que esperamos que no sea el último dado el misterio en que está sumida la editorial en estos últimos meses) dedicado al compositor inglés John Scott, titulado «John Scott. Viaje al mundo perdido de un sinfonista». La elección de este magnífico compositor, desconocido para el gran público y solo acccesible para los paladares más refinados, no deja de ser curiosa cuando aún quedan inéditos textos sobre compositores de más prestigio como Richard Rodney Bennett, pero he de confesar que este texto dedicado al compositor de Marco Antonio y Cleopatra. La sombra de las pirámides, su obra más conocida y excelsa, aclara muchas sombras y nos ilustra de un modo perfecto sobre la vida y la obra de este autor. Aguilera como siempre es exhaustivo y cuando aborda un personaje lo estudia a fondo, hasta el más mínimo detalle. Su libro tiene a John Mansell como prologuista y aparte de las notas biográficas de rigor estudia al compositor en sus obligados coqueteos iniciales con el jazz, en sus películas de terror, su cine fantástico y de aventuras, el thriller y el cine de acción, el drama y el cine histórico (donde se encuentran sus joyas más conocidas y preciadas), sus aportes a la comedia, sus documentales con Jacques-Yves Cousteau y su asociación con el director Ted Kotcheff. La segunda parte aborda sus discografías divididas en varios apartados y en la tercera hay apéndices curiosísimos como sus proyectos frustrados, sus filmografías para el cine y las películas de televisión, la creación de bandas sonoras para películas no habladas de los años 20 y la de su única obra para sala de concierto, el ballet «The wind in the willows». Como siempre el libro es más rico en anécdotas que atañen a la producción de cada película que en el análisis pormenorizado de su música, y aunque pasa de soslayo la posible aportación de Augusto Algueró en Marco Antonio y Cleopatra. La sombra de las pirámides (en los créditos del film figura su nombre ya que compuso unos ballets, en cambio John Scott dice que se responsabilizó de toda la música) hay perlas inéditas como la aclaración de que el primer compositor designado para escribir la partitura de Inglaterra me hizo fue Bernard Herrmann. Un estupendo libro sobre este gran compositor sinfónico autor de maravillosas melodías, profusamente documentado (y es toda una novedad) con muchas fotos en color y la reproducción de las carátulas de sus discos también a todo color.

Señalemos que Alexandre Desplat lo hace todo y puede con todo: su última aportación es la música griega con bouzokias y flautas tocadas por él mismo en Adults in the Room (Comportarse como adultos); la bonita y popular canción final de Rupert Gregson-Williams en Abominable; y la envolvente banda sonora de Nicholas Britell en The King, digna de comparar con las partituras de los otros films que se han rodado sobre Enrique V.

Joan Padrol