LA NOCHE DE VARENNES

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LA NOCHE DE VARENNES Ettore Scola

FRANCIA-ITALIA, 1982. T.O.: «LA NUIT DE VARENNES». DIRECTOR: ETTORE SCOLA. INTÉRPRETES: JEAN-LOUIS BARRAULT, MARCELLO MASTROIANNI, HANNA SCHYGULLA, HARVEY KEITEL, JEAN-CLAUDE BRIALY, ANDRÉA FERRÉOL. EDITADO POR DIVISA HOME VIDEO.


La película de Ettore Scola se construye a partir de un planteamiento memorable: en un marco histórico perfectamente reconocible y expuesto se desarrolla una particular fantasía representada por un iconoclasta grupo de figuras –Giacomo Casanova, Thomas Paine o Nicolás Edme Restif de la Bretonne- e intérpretes –Marcello Mastroianni, Harvey Keitel o Hanna Schygulla-, según la conjugación de ciertos códigos de la moderna road movie y narrativas fílmicas pretéritas. La noche de Varennes, situada en la Francia de junio de 1791, supone, en una apresurada lectura, en efecto, un certero documento sobre el episodio de la Revolución del intento de huida al extranjero de la familia real. Una lectura más atenta de la propuesta del cineasta italiano revela que la cuestión histórica probablemente no es más que un admirable pretexto, casi una especie de Macguffin, utilizado para enmarcar una brillante reflexión sobre parte de la historia y los mecanismos del propio cine. Los primeros planos de la película ya constatan el proyecto cuando dirigen la atención del espectador hacia un teatro óptico utilizado por la pequeña compañía «Il mondo nuovo» –elocuente título, por cierto, de la película en Italia- para relatar al pueblo episodios revolucionarios. La trama desarrollada seguidamente sale por supuesto del espectáculo como una chispa de ilusión. Scola no oculta en ningún momento la querencia por la subjetividad fantasiosa, y en el tramo último, cuando llega el momento de clausurar el relato, decide regresar al escenario inicial y recuperar la fotografía del teatro a fin de remarcar el apasionante temperamento soñador de la pieza. Establecido en tierras de artificio y fantasía, y liberado, por lo menos lo suficientemente, de férreas ataduras objetivas se ocupa de perfeccionar su estudio artístico. No es casual que entregue al prolífico escritor libertino Restif de la Bretonne, maravillosamente encarnado por Jean-Louis Barrault, la administración del texto. Organizando con la película una fragmentaria crónica social ofrece un enmascarado autorretrato personal y artístico.

El largometraje propone fundamentalmente una personal y sinóptica interpretación del hecho fílmico y parte de sus metamorfosis refiriéndose a originalidades de diferenciados ciclos. Habla de las miradas primigenias, del clasicismo norteamericano o de las vías alternas existencialistas de cierta modernidad. En las distintas secuencias, aludidos por Scola, se presentan y dialogan con el propósito de componer un tratado formidable Émile Reynaud, Mack Sennett, John Ford o Wim Wenders. De todos los invitados es posiblemente el cineasta alemán quien influye más decisivamente en el resultado final, habida cuenta de que La noche de Varennes guarda una clara relación con el tríptico inaugurado en 1974 con Alicia en las ciudades. Al igual que varios films de Wenders, detalla con un lírico vagabundeo el estado de determinados individuos y cuestiones. Empero, y pese a la relevancia en el conjunto, el italiano conversa con el colega de Düsseldorf manteniendo ciertas distancias y puede que hasta reservas. Parece mucho más cómodo citando y manejando amadas láminas del pasado. Así, se complace proponiendo una interpretación sui géneris de La diligencia (Ford, 1939) y de las secuencias de enloquecida persecución incluidas en sus cortometrajes por la compañía Sennett.

Ramón Alfonso