Lewis Teague
Los perros asesinos o con comportamientos perturbados siempre han sido un tema tratado con cierto pudor por el cine, incluso en el territorio del horror. Algunas películas de los años setenta se atrevieron a situar al mejor amigo del hombre en un papel comprometido o sospechoso, como ocurrió en la popular saga iniciada por El clan de los doberman (The Doberman Gang, Byron Chudnow, 1972) o en la intrigante Solo matan a su dueño (They Only Kill Their Masters, James Goldstone, 1972). Pero tras la ola de terror animal desatada por Tiburón (Jaws, Steven Spielberg, 1975) fue inevitable que los perros también pudieran convertirse en letales amenazas en típicas exploitation de serie B como Perros asesinos
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