BUSTER KEATON según PETER BOGDANOVICH

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Peter Bogdanovich tiene su ego y en la primera secuencia de El gran Buster (The Great Buster, 2018), el documental que ha realizado sobre Buster Keaton, lo demuestra: es un corte de archivo del programa televisivo de Dick Cavett dedicado a Keaton en el que intervinieron el propio Bogdanovich y Frank Capra, pero quien habla más es el director de Luna de papel. Y pese a sus conocimientos sobre el cine clásico estadounidense, vertidos en tantas entrevistas y libros, casi nunca analiza conceptos de puesta en escena y, en el caso que nos ocupa, no indaga ni explica nada sobre la aportación de los codirectores de los films que conforman la década dorada keatoniana (1917- 1927), Edward F. Kline, Malcolm St. Clair, John G. Blystone, Donald Crisp, Clyde Bruckman, Edward Segdwick y Charles Reisner: no hay mención alguna a estos realizadores en la sombra que le permitieron a Keaton dedicarse en los rodajes a lo que más le interesaba, la creación gestual, la supremacía del cuerpo del comediante en conflicto con el mundo.

Salvados estos escollos, relativos, si se quiere, El gran Buster es un documental ortodoxo pero apreciable por las aportaciones de algunos de los entrevistados y por su estructura. Fue estrenado en el festival de Venecia de 2018, proyectado el pasado abril en Filmoteca de Catalunya y BCN Film Fest, y en mayo en San Sebastián y Bilbao dentro de la retrospectiva sobre Keaton organizada por Filmoteca Vasca.

El relato de la vida y obra de Keaton es cronológico: infancia en la compañía familiar de sus padres con fotografías y material de prensa, llegada a Hollywood, la etapa con Roscoe «Fatty» Arbuckle, el paso a la dirección de cortos y largos, relación con Chaplin y Harold Lloyd, bodas, divorcios y alcohol, el inicio de la debacle tras firmar contrato con MGM, la llegada del sonido, la progresiva disolución de su estrellato, la publicidad, la aparición en el programa de cámara oculta Candid Camera a finales de los sesenta y las últimas intervenciones cinematográficas.

Pero entre Las tres edades (1923) y El héroe del río (1928), su majestuosa etapa como independiente –sumamos La ley de la hospitalidad (1923), El moderno Sherlock Holmes (1924), El navegante (1924), Siete ocasiones (1925), El rey de los cowboys (1925), El boxeador (1926), El maquinista de la General (1926) y El colegial (1927); yo incluiría también El cameraman (1928), que a pesar de ser una producción realizada ya en los dominios opresivos de la Metro, conserva muchas de las virtudes de sus anteriores trabajos–, Bogdanovich practica una elipsis, aunque el narrador, él mismo, nos advierte que después volverá sobre estos films.



Y lo hace tras contar la muerte de Keaton, ahora a modo de flash back, de forma que el documental termina bien, con el montaje de algunas de las escenas emblemáticas de estas películas en vez de con los tristes últimos días de su carrera: la recreación prehistórica de Las tres edades, el salvamento en la catarata de La ley de la hospitalidad, Keaton entrando en la pantalla cinematográfica en El moderno Sherlock Holmes, los gags en alta mar de El navegante, la caída de las piedras en Siete ocasiones (la única secuencia que a Bogdanovich le parece destacable, otro detalle discutible), el entrenamiento pugilístico en El boxeador, la destrucción real de un puente de madera y un tren en El maquinista de la General o el salto de pértiga y lanzamiento de jabalina de El colegial.

Bogdanovich se detiene lo suficiente en los cortos, que fueron mucho más que un sistema formativo: el gag de la melaza, el cubo y el sombrero en su primera aparición en pantalla (Fatty carnicero, Roscoe Arbuckle, 1917) o las originales composiciones y enredos en Una semana (1920) y La casa encantada (1921). Poco a poco vislumbramos la evolución de un estilo único, tan celebrado por los surrealistas y otras vanguardias, y sus conceptos innovadores: «Quiero que el público se anticipe para luego engañarlo», decía Keaton mientras, entre otras cosas, cuestionaba la noción de cuarta pared colocando una mano frente al objetivo de la cámara para que no se viera la desnudez de una chica saliendo de la bañera.

El documental incluye imágenes reveladoras de la ideación de gags durante el rodaje de The Railrodder (Gerald Potterton, 1965), y la selección de entrevistados es productiva: a los comediantes clásicos Mel Brooks, Dick Van Dyke y Carl Reiner, Bogdanovich añade cómicos de hornadas más recientes como Bill Hader («Saturday Night Live» y Judd Apatow) y Johnny Knoxville («Jackass»); este último explica muy bien el número de vodevil de Los 3 Keaton en el que lanzaban al pequeño Buster por los aires. No falta Quentin Tarantino, que asocia el cine de acción con la comedia de Keaton. Werner Herzog sentencia sobre su rostro y mirada: «Una tragedia silenciosa que resulta tan divertida ». Y el director Jon Watts asegura haberse inspirado en su expresiva máscara facial para los primeros planos del enmascarado Spider-Man.

Quim Casas