ÉRASE UNA VEZ UN DIRECTOR QUE SOLÍA SOÑAR DESPIERTO. En 2006, año de nuestra historia, aún no se había adueñado de Oscars ni Leones de Oro, y su filmografía apenas había echado a andar –exceptuando dos largometrajes en su México natal, había rodado Cronos, Mimic, Blade II y Hellboy–, pero ya se vislumbraba en ella todos los vicios y virtudes que la harían característica.
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