Las tendencias en el consumo del cine están viviendo una época de constantes cambios y alteraciones, provocando un polémico debate sin atisbo de resolución inmediata. En estos días extraños de cambios abruptos, otro reducto que ataño fuera símbolo del consumo literariocultural está buscando su lugar en esta era: la biblioteca. En su afán por evitar estancarse como mero modelo arquitectónico, los bibliotecarios, sus gestores y los estamentos correspondientes están buscando aliados que les ayuden en su supervivencia; ahí es donde el cine aparece como pieza sinérgica fundamental.
«En cuanto alguien enciende la televisión, voy a la biblioteca y me leo un buen libro».
(Groucho Marx)
COMO GROUCHO, DURANTE MUCHO tiempo personas de todo tipo han utilizado el espacio proporcionado por las bibliotecas como lugar para la desconexión, incluso a veces incluso hasta para cierta redención personal. Groucho no fue el único que se enfrentó a este aparato doméstico al que Federico Fellini denominó como «el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural». En una época donde la televisión se erigía diabólicamente casi como la única forma de entretenimiento tras convencer a la sociedad que no hacía falta ir al cine y sin apenas lugar por el mínimo interés cultural, las bibliotecas se transformaron en refugio no tan solo para cierto modelo intelectual, sino también para cualquier persona convencida a contrarrestar los designios manipuladores generados por la propia sociedad de consumo. Pero toda esa época queda ya muy lejana y se han producido demasiados cambios hasta llegar a nuestros días. Con tanta facilidad para consumir arte y cultura, o aquello que algunos tan solo consideran entretenimiento, ¿cuál es el papel que deben protagonizar espacios antaño tan fundamentales como las bibliotecas? Estamos inmersos en una época condicionada por los arquetipos y los convencionalismos, en la que buscar alternativas o realizar actividades con enfoque holístico, si bien a menudo son recibidas como una osadía, también se acepta como única vía de escape ante tanta pereza sistemática. La biblioteca, como el cine, está buscando formas de reinvención sin abandonar su esencia. A pesar de que la literatura y el cine mantienen una larga relación de amor y odio, los libros forman una parte fundamental dentro de las respectivas obras de prácticamente todos los grandes cineastas de la Historia del Cine. Pero también es igualmente cierto, que el arte cinematográfico ha conseguido seducir a las bibliotecas hasta el punto que estas han terminado por sucumbir ante unos encantos irresistibles, beneficiándose de sus grandes posibilidades y generando una especie de hermosísima justicia poética.
«Salieron de la Biblioteca, palacio de los seres alados porque ellos son los guardianes de la SABIDURÍA…».
(Cielo sobre Berlín/ Der Himmel über Berlin. Wim Wenders, 1987)
Los paseos respetuosos y llenos de paz de los ángeles que transitan por el interior de la Biblioteca Nacional de Berlín en la maravillosa película de Wim Wenders, bien podrían servir como metáfora de una relación de amor, invisible durante demasiado tiempo. Por suerte, actualmente el cine y sus mensajeros transitan con absoluta normalidad, incluso sintiéndose especialmente importantes. Sin embargo, poco se habla del papel fundamental de sus centros de documentación o bibliotecas especializadas. En 1976 se fundó la biblioteca de la Filmoteca Española, que tal y como reza su propia definición, se creó como «institución especializada de uso público, que tiene como objetivo primordial la recopilación de toda la documentación manuscrita o impresa relacionada con el cine español, a lo largo de su historia, y con el cine internacional en cualquiera de sus facetas». Asimismo, poco después llegarían la Euskadiko Filmategia/ Filmoteca Vasca –creada en 1978–, la Biblioteca de la Filmoteca de Catalunya –nacida en 1982–, la Biblioteca de CulturArts IVAC de la Comunicad Valenciana, activa desde 1988, o la biblioteca del Centro Galego de Artes da Imaxe-Filmoteca de Galicia, cuya actividad se iniciaba en 1991. Las bibliotecas de las filmotecas nacionales son centros públicos con un uso restringido por motivos de conservación que ayudan a la difusión y contribuyen de manera activa a la creación de los materiales de apoyo a las proyecciones. Gracias a las nuevas tecnologías y a las nuevas formas de acceso documental estos centros han empezado a ofrecer servicios de digitalización de gran importancia y valor histórico.
¿BIBLIOCINETECAS PÚBLICAS?
El cine como atracción bibliotecaria se está mostrando cada vez más determinante, y a pesar de que la relación ha tardado en fructificar y ha sufrido algunas alteraciones significativas, actualmente en nuestro territorio son diversas las bibliotecas públicas que han apostado por la especialización cinematográfica. Ante la necesidad y la importancia de ofrecer un servicio de mayor calidad a la ciudadanía, y viendo las infinitas oportunidades que brinda el cine como medio de desarrollo cultural y de cohesión social, son varias las que han optado por la especialización en el séptimo arte. Coincidiendo con el centenario del nacimiento del cine, en 1995 abría las puertas la Biblioteca Pública Xavier Benguerel de Barcelona, con la novedad de ofrecer un contenido especialmente sensible con el séptimo arte. Desde entonces, esta biblioteca desarrolla un fondo especializado en cine y realiza diversas acciones destinadas a la difusión y dinamización del cine. Por su parte, la Biblioteca Pública Ruiz Egea de Madrid es la primera biblioteca especializada en cine y música de la Comunidad de Madrid y una de las pioneras en España en su apuesta por esta especialización, disponiendo de un fondo de catálogo que aglutina, nada más y nada menos, que unas 11.000 películas. Desde 2012, la Biblioteca Pública de Ávila organiza un exitoso cine-fórum con una programación anual fija que abarca desde cine europeo reciente a cine clásico, y que también incluye documentales y cortometrajes. Más adelante, en 2017, nacían las «Conversaciones de Cine» de la Biblioteca Pública de Pamplona, un consolidado ciclo de charlas cinematográficas dedicadas al público adulto, que no incluyen proyecciones pero sí el préstamo de material documental o audiovisual directamente relacionado con cada lema. Todas ellas ofrecen un gran surtido de aproximaciones históricas, monografías y ensayos cinematográficos diversos, pero además abanderan una gran sensibilidad cinéfila, como lo muestra la creación de fórums, conferencias, cursos, talleres, guías, concursos y hasta festivales y muestras. En pleno apogeo de festivales cinematográficos en nuestro país, las bibliotecas públicas no se han querido mantener al margen y han creado su propio festival de cine. Precisamente este es el caso del «Bibliocurts», un certamen de cortometrajes organizado por las bibliotecas de Barcelona, celebrado por primera vez en 2015 en el marco de la Biblioteca Joan Maragall- Sant Gervasi de la ciudad condal; una muestra que tiene como principal objetivo potenciar la creación de cortometrajes y defender la causa de las bibliotecas como plataformas para exhibir y promover las obras de los creadores locales y nacionales. Quién sabe pues si las bibliotecas también pueden servir para el descubrimiento de jóvenes talentos cinematográficos que en el inicio de sus carreras apuesten por una fórmula, tan sencilla y estimulante a la vez, como es el hecho de inscribirse y dar visibilidad a sus obras a través del formato bibliotecario-cinematográfico.
Pero la reciente actividad cinematográfica desarrollada por las bibliotecas no termina aquí. Desde hace menos de un año y gracias a la labor de las bibliotecas, la oferta de cine en streaming ha aumentado gracias a la creación de eFilm (https://efilm.online/), una nueva plataforma online destinada al préstamo de cine de ficción y documental, además de conciertos, series de televisión y cortometrajes, que ha sido viable gracias al acuerdo en exclusiva con Filmin y Rakuten. Un servicio gratuito y muy atractivo, al alcance de cualquier usuario de las bibliotecas públicas. La Biblioteca Regional de Murcia fue la primera de presentar los servicios de eFilm, para que pocos meses después llegara a las bibliotecas de Catalunya y Euskadi, hasta la expansión por todo el territorio español, lo que certifica la excelente relación entre bibliotecas y cine. En 1996, cuando la amenaza digital todavía se podía considerar ciencia ficción, la documentalista Antonia Ontoria publicaba el ensayo «La biblioteca en el cine. Realidad y ficción» (número 74 de «Educación y Biblioteca »), en el que entre otras interesantes reflexiones hacía hincapié en el interés del cine por el espacio cautivador de la biblioteca, exponiendo que «La realidad del mundo bibliotecario nunca ha sido desdeñada por los realizadores, ya que todo film se basa en una realidad humana, y contando que las bibliotecas tienen una enorme Importancia en el desarrollo de la sociedad, no es extraño encontrar secuencias filmadas en bibliotecas donde aparecen los libros como continentes de saber y donde se reflejan los efectos beneficiosos de la lectura». En su novela «Fahrenheit 451» (1953), Ray Bradbury detallaba la temperatura en la que el papel del libro se incendia y comienza a arder. François Truffaut llevaba al cine esa advertencia con su película homónima de 1966, en la que mostraba su amor por la literatura a partir de su pasión por el cine, generando todo un alegato a favor de la lectura, el valor de los libros y las bibliotecas, esos espacios por los que transitan los ángeles y que acercan al cielo al lector empedernido, y cada vez más, también al cinéfilo.
Albert Galera