Hans Steinfoff (1933)
En una de las secuencias más impactantes de una película que no escatima en sensacionalismo, el joven Heini Völker (Jürgen Ohlsen) abandona a los camaradas comunistas con los que ha acudido a pasar el solsticio de verano y se adentra en el bosque, desencantado con su inclinación a la vida disoluta. Allí, el sonido del acordeón es reemplazado por el de una triunfante marcha que le descubre una reunión de las Juventudes Hitlerianas en la que ondean esvásticas, arden enormes fogatas y un joven de riguroso aspecto militar jura lealtad al Führer. Lo paradójico de dicha escena primordial, en la que Völker descubre a su verdadera familia, es que su puesta en escena no dista mucho a cómo la rodaría cualquier director actual.
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