REGRESO A CASA

en Análisis/Críticas por

La amnesia de China

ÉRASE UNA VEZ UN REALIZADOR CHINO llamado Zhang Yimou que revolucionó el panorama del cine oriental contemporáneo gracias a Sorgo rojo (1987), Ju Dou (Semilla de crisantemo) (1990) y, sobre todo, La linterna roja (1991). Y, a pesar de que, salvo algún que otro desliz tampoco tan importante –Keep Cool (¡Mantén la calma!) (1997), La joya de Shanghai (1995)–, Yimou siguió ofreciendo un cine de elevada calidad –¿o es que ya nadie recuerda Qiu Ju, una mujer china (1992), ¡Vivir! (1994), Ni uno menos (1999), El camino a casa (1999), Happy Times (2000), La búsqueda (2005) y su extraordinaria trilogía wuxia: Hero (2002), La casa de las dagas voladoras (2004) y La maldición de la flor dorada (2006)?–, no obstante, como digo, «pasó de moda». Sus más recientes propuestas –Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos (2009), y en particular, las excepcionales Amor bajo el espino blanco (2010) y Las flores de la guerra (2011)– fueron recibidas con escaso entusiasmo, confirmando que Yimou hace tiempo que fue descabalgado del trono de «realizador oriental de moda», en beneficio de otros bastante inferiores a él, cuando no abiertamente mediocres. La misma frialdad con la que ha aterrizado en nuestra cartelera veraniega, casi de incógnito, una de sus más recientes propuestas: Regreso a casa.

Yimou plantea, a partir de una novela de Geling Yan –el mismo autor que inspiró Las flores de la guerra–, un patético melodrama sentimental que vuelve a poner en entredicho la triste fama actual de cineasta-oficial-del-régimencomunista- chino que tiene entre los «listos», los mismos que le destronaron expulsándole del canon actual del cine-oriental-de-calidad. Melodrama sentimental: concepto que repele a mucha crítica actual que parece tener grabada en la frente la vieja consigna buñueliana de la «infección sentimental», y que probablemente rechine los dientes ante una propuesta como la de Yimou: la historia de un disidente del régimen maoísta –Lu: Chen Daoming– que, una vez rehabilitado y de vuelta a su hogar, intenta que su esposa –Wanyu: Gong Li–, que sufre amnesia parcial, le reconozca… Un planteamiento folletinesco –como el de muchas de las grandes películas de Yimou (La linterna roja, sin ir más lejos, por citar una de la época en la que a los «listos» todavía les molaba)– que Yimou resuelve de manera tan clásica –en el sentido más noble de la expresión– como, sobre todo, intensa, serena, sensible y delicada: más conceptos que tampoco molan.

Melodrama, drama con música. La música tiene una importancia fundamental: al principio del relato, la ira que Dan Dan (Zhang Huiwen), la hija adolescente de Lu y Wanyu, siente hacia su padre, al que considera culpable de la triste existencia de ella y de su madre por haberse metido él en «problemas políticos», se vehicula ante el hecho de que la joven pierde el papel de líder en el ballet propagandístico de su escuela a causa del «pasado» de su progenitor. Luego, en una secuencia sencillamente magistral, de lo mejor del cine de su autor, Lu se presenta en casa de Wanyu haciéndose pasar por un afinador, e interpretando al piano una determinada melodía que casi consigue reavivar los recuerdos dormidos de su esposa…, pero la magia se rompe tan pronto como Lu deja de tocar. Sentimental, cine de sentimientos. Lu y Wanyu –admirables Chen Daoming y Gong Li– se aman, se atraen y se alejan a lo largo de años, de décadas, en secuencias tan modélicas como la del intento de Lu de entrar en el rellano de la escalera donde viven Wanyu y Dan Dan tras haber huido de prisión, o la del reencuentro en la estación de tren, frustrado por la policía política, donde Wanyu recibe el golpe en la cabeza que, quizá, justifica sus posteriores vacíos de memoria; la amarga secuencia del nuevo y fracasado intento de Lu para reavivar los recuerdos de Wanyu, presentándose en la salida de la estación de tren donde su esposa le espera; los momentos en los que Lu se acerca tanto como puede a su mujer, leyéndole las cartas que jamás pudo enviarle desde la prisión y que ella escucha de sus labios…, convencida de que quien se las está leyendo es tan solo un amable vecino y no su marido. No faltan apuntes de humor macabro: Lu se presenta en casa del hombre que, según Wanyu, la ultrajó en ausencia de su esposo y con quien ella suele confundirle, dispuesto a darle una paliza…, y se encuentra con que, como él lo fue hasta hace poco, ese hombre ahora es un preso político encarcelado con una esposa que hace años que reclama a las autoridades que se lo devuelvan. Como en Amor bajo el espino blanco, la durísima escena final de Regreso a casa se erige en otra pavorosa metáfora de una nación a la que el comunismo arrebató su memoria histórica, sus recuerdos más queridos, dejándola irreconocible.

Tomás Fernández Valentí

China, 2014. T.O.: «Gui lai». Director: Zhang Yimou. Productores: Karen Fu, William Kong y Zhang Zhao. Producción: Le Vision Pictures. Guión: Zou Jingzhi, basado en la novela de Geling Yan. Fotografía: Zhao Xiaoding, en color. Diseño de producción: Lin Chaoxiang y Liu Qiang. Música: Chen Qigang. Montaje: Meng Peicong y Mo Zhang. Duración: 109 minutos. Intérpretes: Chen Daoming (Lu Yanshi), Gong Li (Wanyu Feng), Zhang Huiwen (Dan Dan), Guo Tao (oficial Liu), Yan Ni (oficial Li), Li Chun (Meifang Cui), Zhang Jia-yi (Dr. Dai)