¡BRUJA, MÁS QUE BRUJA!

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Entre la airada insurreccion y la demoledora incorreccion

LA FELIZ RECUPERACIÓN, EN COPIA RESTAURADA DE IMAGEN y sonido, de ¡Bruja, más que bruja! se erige en una espléndida oportunidad para reconocer la valía de una obra incomprendida en su tiempo (y en la filmografía de su autor), tan anómala como estimulante.

No deja de ser significativo que tras la doble bofetada disidente constituida por El mundo sigue (1963) y El extraño viaje (1964), Fernando Fernán-Gómez la planteara desde los parámetros de la comercialidad, con intención de ganar dinero, como ha manifestado con reiteración a propósito de la primera y esgrimiendo la condición de encargo, tremendamente asumido, eso sí, disfrutado por la segunda. Sucede que su negación a halagar al espectador, su tendencia a incomodarle, no favorecen precisamente el pretendido provecho económico esgrimido por el cineasta. La voluntad de ser un outsider no era su objetivo, si bien se convirtió en una rara especie de francotirador malgré lui.

¡Bruja, más que bruja! (1976), «una película muy mía, digamos, que tenía pensada hace diez o doce años» (1), supone una bocanada de aire fresco, de libertad, que recupera de modo intermitente pero brillante su visión de la sociedad y el mundo, escéptica y desesperanzada. El proyecto lo intenta reactivar tras el descubrimiento crítico de El extraño viaje en 1969/ 1970. Un éxito minoritario pero que no le reportó ninguna posibilidad de poner en pie nuevos retos personales. De haber prosperado en esos años, hubiera supuesto la profundización de los componentes zarzueleros y/o grotescos ya asentados en El extraño viaje. En 1976, la película deviene un (deconstruido) melodrama rural y una (ruidosa) parodia del mismo, a partir de una notable suma (distorsionada) de tópicos, evidentes, desaforados… y significantes (en su desmontaje). Una obra, que en su condición de brutal exabrupto (cortesía de José Luis Téllez), de militante afirmación de perplejidad personal, se conforma como otro título definitivamente maldito e inevitablemente incomprendido del cine español.

¡Bruja, más que bruja! se presenta como un melo zarzuelero del subdesarrollo, con sus cantables, con sus segmentos narrativos, con una sucinta anécdota amorosa, –un triángulo poco equilátero, constituido por garrulo y garrido mozo, Juan (Francisco Algora), desopilado y desopilante cornudo, Justino (Fernando Fernán-Gómez), y atribulada esposa adúltera, Mariana (Emma Cohen)–, pero a la vez propone la desmitificadora puesta en solfa de su esqueleto arquetípico. La parodia es agreste y montaraz. La virulencia verbal y visual estupefaciente (y desconcertante para el espectador no entrenado o incauto: las romanzas, los aplausos, los coros que comentan magníficamente la topicidad del relato, la insustancialidad de la acción) tienen su soberbio correlato en la propia ficción, en la, por ejemplo, espléndida imagen de la orquesta vestida de frac en plena campiña. Al salvaje encabalgamiento de códigos narrativos se agrega el deliberado exacerbamiento del carácter de representación del relato, abundando en miradas de los personajes a cámara, en rupturas tonales, en disfunciones formales o en quiebros estilísticos… ya practicados por Fernando Fernán-Gómez en los tiempos de Manicomio (Fernando Fernán-Gómez/Luis María Delgado, 1953). El melo rural es zarandeado con tanta ferocidad como en El extraño viaje era puesta a caldo la rampante tradición negra española. Los personajes devienen puro signo, por mor de su estilización y estulticia. El esperpento no es que se cuele entre las rendijas sino que habita de pleno derecho en sus fotogramas. El analfabetismo, la superstición, la incultura, son soberanos protagonistas de un impagable ejercicio de asumido y transgresor mal gusto. Y, como en tantas ficciones del autor, el problema (obsesivo) de sus criaturas es sobrevivir a cualquier precio. El dinero, su posesión, es la causa mayor de los conflictos, leit motiv en su obra. El dinero todo lo mediatiza. Las relaciones sociales, sexuales se anudan alrededor del mismo. Y así sucede también en ¡Bruja, más que bruja!, pues es la combinación de sexo y dinero, deseo y codicia, lo que conduce a Juan y Mariana al asesinato en una historia de esterilidad (definitivamente estéril) donde el personaje de la Tía Larga (Mary Santpere) terminará pagando los platos rotos.

En la inscripción de la presencia del espectador en la función, complicidad evidenciada impúdicamente, «reposa la organización del texto fílmico » (2). Todo es reconocible de inmediato, pese a la distancia (o efecto de extrañeza) sobre lo narrado, a tenor del filtro deformante empleado por Fernando Fernán-Gómez. El cineasta hace espectáculo de la subcultura. Ello puede ser agradable, pero menguadamente agradecido. Y mal comprendido. El film no satisfizo a nadie. Confiemos que su reestreno subsane dicha miopía. Se constituyó en un (otro más) fracaso taquillero en su trayectoria como realizador, pródiga en incomprensiones y desafectos. Su meridiana descontextualización, su voluntad rompedora, su carácter inclasificable, pero también su clarividente demostración de camino cerrado en/del cine español le forzaron a retomar la senda de artesano diplomado y obediente. Sólo diez años después, con Mambrú se fue a la guerra, el aullido liberador de ¡Bruja, más que bruja! tendría su amarga, y de nuevo, incomprendida respuesta –si más no debido a que el incisivo ejercicio de (la) memoria en tiempos de desmemoriados siempre resulta incómodo–. Su elocuente crispación, su punzante incorrección, su demoledora crítica de la zafiedad cultural –motivos, entre otras acusaciones, de su rechazo antaño… más allá de su desaliño y toque abrupto–, continúan urgentemente vigentes.

Ramon Freixas

(1) Torres, Augusto Martínez, Entrevista con Fernando Fernán-Gomez, «El País», 16 de febrero 1980, Madrid.

(2) Téllez, José Luis, El más brutal exabrupto, reseña del film, «Contracampo» nº 35, Primavera 1984, Madrid, pág. 27.

España, 1976. Director: Fernando Fernán Gómez. Producción: Laro Films. Guión: Pedro Beltrán y Fernando Fernán Gómez. Fotografía: Leopoldo Villaseñor, en Eastmancolor. Dirección artística: Luis Vázquez. Música: Carmelo Bernaola. Montaje: Rosa G. Salgado. Duración: 98 minutos. Intérpretes: Fernando Fernán Gómez (Justino), Emma Cohen (Mariana), Francisco Algora (Juan), Mary Santpere (Tía Larga), Estela Delgado (Rufa), José Luis Barceló (El médico), Manuel Ayuso (El párroco), José Ruiz Lifante (El juez), Pedro Beltrán (Fulgencio), Carmen Martínez Sierra (La madre).